¿De qué hablamos cuando hablamos de felicidad? Son muchas las personas que hablan sobre (y venden) la idea de la felicidad. De hecho, esto parece una moda, parecida a la de estar delgado o la de no comer carne. Pero como todo en la vida, debemos acudir a quien realmente estudia la felicidad para saber de qué estamos hablando: los psicólogos.
Las diferentes teorías nos señalan aspectos como el bienestar económico o las conexiones sociales, entre otras, como las que más influyen en nuestra felicidad. Por supuesto que son importantes, pero ¿cómo afecta la felicidad a nuestro entorno laboral?
Empleamos la mayor parte de nuestra vida en el trabajo y, en muchas ocasiones, lo hacemos con un tono emocional digamos, neutro.
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La felicidad en el contexto laboral
Si trabajamos, nos podemos ilusionar con determinados proyectos e incluso podemos sentir momentos de intensa conexión con nuestro equipo. Hay momentos de felicidad. Pero, en la mayoría de las ocasiones, este estado ocurre por casualidad.
Normalmente no asociamos trabajo a felicidad, y este es el principio del problema. Si preguntamos aleatoriamente a varias personas en situación laboral, es probable que nos digan que la felicidad la constituye el tener un puesto de trabajo, que se consideran afortunadas por ello. Y que, mientras eso sea así, ser feliz mientras se trabaja es algo más bien secundario. Ya hacemos otras cosas para ser felices, nos dirían.
Pero, al no asociar nuestro trabajo a una posible felicidad ¿no estamos negando una importante parte de nuestra vida? Ir contentos a trabajar incluso parece algo obsceno. No está bien visto que alguien lo pueda manifestar; lo más suave que recibirá son comentarios referidos a la suerte que tiene, además de otros muchos menos considerados.
Mayor bienestar en el trabajo, mayor rendimiento
Lo más curioso es que las investigaciones sobre la felicidad en el entorno laboral evidencian hasta qué punto su influencia en la productividad y en la salud son enormes. Quienes son felices trabajando, rinden más y tienen menos bajas.
Una encuesta llevada a cabo por Gallup en 2015, muestra que solo el 32% de los trabajadores americanos declaraba estar “activamente implicado” en sus trabajos. La mayoría (52%) no se sentía implicados y un 17% se consideraba totalmente desconectado de su entorno laboral.
Algo tendremos que hacer ¿no creen? Gran parte del problema es el aburrimiento. Hacer lo mismo una y otra vez es una garantía de estarlo permanentemente. Hastío y felicidad no cuadran juntos, estos son los primeros cambios a hacer. Buscar la oportunidad de aprender nuevas estrategias y herramientas, facilitar la movilidad entre departamentos de la empresa, buscar lugares comunes de intercambio de ideas … parecen ser algunos de los mejores antídotos para combatir el aburrimiento y promocionar el bienestar y la ilusión en la empresa.
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La trampa de la rutina laboral
Otro factor que se asocia directamente con la felicidad en el entorno laboral tiene que ver con la rutina. Salir de la oficina a la hora del desayuno o de la comida, tener espacios de encuentro con compañeros de otros departamentos o empresas, potencia que nuestro cerebro se mantenga en un tono activo. Si además de esto, las empresas dedicasen parte de su tiempo a promocionar el ejercicio y el Mindfulness, los efectos serían espectaculares. Ya ocurre en las empresas que así lo hacen.
La reducción de los tiempos de las reuniones interminables, ajustándolas a un horario establecido y con un moderador que se encargue de distribuir los turnos, es también un potente elemento para disolver el aburrimiento. Presentaciones cortas. Preguntas cortas. Ciclos cortos de tareas. Esta parece ser la clave para mantener el músculo de la felicidad en forma.
Y sonreír. Hacerlo va íntimamente ligado a la felicidad. Puede parecer una obviedad, pero es como propagar un rumor: si sonreímos, estamos generando un efecto en quienes nos rodean. Habrá quien se resista -incluso activamente-, pero tendrá que sucumbir o encontrarse aislado.
Potenciando la felicidad en el trabajo
Indudablemente, siempre tendremos a alguien que nos dirá que si no somos felices con el trabajo, lo dejemos. Es una opción muy respetable. Complicada en los tiempos que corren, pero posible. Sin embargo, viene de un punto de vista según el cual la felicidad proviene del exterior. Por lo tanto, mejor cambiemos de aires, que cambiarnos nosotros.
Si su opción es intentar lo segundo, les propongo algunas ideas que pueden resultar valiosas para comenzar a darle la vuelta a esto de la felicidad en el entorno laboral. Esto se aplica a cualquier realidad laboral que queramos. En algunos será más complicado, pero se consigue con dedicación y convencimiento. Y, además, si todos los niveles de la empresa están convencidos de ello, será mucho más sencillo de hacerlo.
1. Conoce qué te hace feliz
Parece fácil evaluar si somos o no felices, y en que grado lo somos. Esto no quiere decir que lo hagamos. Pero lo que sí parece más complicado es definir qué es lo que nos hace felices a nosotros, personalmente. Somos diferentes, únicos, por lo que parece lógico que cada uno tengamos, digásmolo así, nuestra propia “huella feliz”. Aquello que nos hace íntimamente felices.
Esto no solo tiene que ver con el entorno laboral, aunque todo está interconectado sin duda. Saber qué nos hace felices y recogerlo en una lista para ser conscientes de ello es uno de los primeros ejercicios que te proponemos.
Tengamos en cuenta que la felicidad incluye tanto el placer como el propósito, y no solo es la emoción positiva que suponemos. Escribamos ambas cosas. Qué nos hace sentir placer y que nos hace sentir implicados activamente en algo.
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2. Construye la felicidad de forma activa en tu entorno laboral
La felicidad no solo ocurre. No solo necesitamos ser conscientes acerca de lo que nos hace felices, pasivamente. Necesitamos construirlo. Hacer que ocurra.
No es fácil, especialmente cuando estamos muy ocupados. Es como encontrar el hueco para ir al gimnasio. Pero una vez lo haces ¡ya no puedes vivir sin él! Comienza poco a poco por las pequeñas cosas que te conectan con un sentido de propósito y pertenencia. Puede ser desayunar con un amigo en tu pausa para hacerlo, cuidar una planta que has traído al despacho, escuchar música mientras preparas un informe … son pequeñas cosas que añaden significado a tu entorno laboral. Lo haces tuyo.
Estos cambios aparentemente pequeños, pueden tener un impacto muy significativo en cómo te sientes en el tiempo laboral. Estás construyendo tu pequeño entorno de felicidad personal en el trabajo. Puedes empezar pensando en qué te gustaría cambiar a partir de ahora mismo. Haz una lista con lo que dependa exclusivamente de ti, y otra que puede contener propuestas para llegar a un consenso con tus compañeros, o proponérselo a tus jefes.
3. Busca oportunidades que te hagan sentir propósito
Puede que, en la mayoría de las ocasiones, no tengamos la oportunidad de elegir lo que queremos hacer, los proyectos que desearíamos, con qué personas trabajaríamos. Busquemos la forma de implicarnos en aquello que se nos asigna, además de no dejar de hacer ver a quien nos dirige cuáles serían nuestros intereses, en qué proyectos te gustaría estar.
En cierta forma se trata de transmitir interés e implicación. Si lo hacemos en algo que nos han asignado ¡qué no haremos en algo que además nos entusiasmaría!
4. Conoce qué te da energía y qué no
En esto también somos únicos. A algunas personas colaborar y trabajar con otros para resolver retos, nos hace sentir vivos. A otras, ser capaz de dedicarle toda la atención a los detalles y verlo desde puntos de vista nos crea una sensación de flujo. Hay quien prefiere trabajar en equipo y quien no. Considera qué te hace sentir con más energía, es esencial que lo sepas. También aquello que no lo hace. Porque, en algunos momentos tendrás, inevitablemente, que hacerlo.
Paradójicamente cuando, uno conoce ambos, rinde más -y es más feliz- tanto en las situaciones que nos gustan más como en las que no nos entusiasman. Al ser conscientes de las segundas, y eliminar las expectativas negativas hacia ellas, nos relajamos, y nos encontramos sorprendentemente mucho mejor.
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5. Identifica qué te hace infeliz
Por supuesto que esto no es un camino de rosas. Hay momentos en los que parece que todo va mal. Una mala jornada, marcada por una situación desagradable, puede hacer que nos sintamos realmente miserables. Aunque lo intentemos cambiar, ocurrirá. Pero no debemos pensar que un mal día significar una mala vida. Al contrario, reconocer los malos momentos nos hará apreciar aún más los buenos, y trabajar por potenciarlos.
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