Piensa en esto: no todos usamos la misma talla de zapatos, ni todos aprendemos de la misma manera. Sin embargo, muchas veces la escuela trata a todos los niños como si fueran idénticos.
Cuando un niño o una niña con TDAH llega al aula, esa falta de adaptación puede hacer que sienta agotamiento, que se frustre o incluso que se perciba como poco capaz. Y no es precisamente porque no le interese aprender, sino porque su manera de procesar la información y de mantener la atención es distinta.
Lo importante de todo esto es que existen estrategias psicopedagógicas muy concretas que ayudan a que su experiencia escolar sea más llevadera y, sobre todo, más justa. De eso vamos a hablar hoy.
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Los niños con TDAH en la escuela
Un aula suele pedir concentración, paciencia y organización, pero esas son precisamente las áreas que se complican más en el TDAH. La mente se distrae con facilidad, cuesta seguir pasos largos, las ganas de moverse aparecen cuando menos conviene y la impulsividad lleva a hablar fuera de turno o a dejar tareas sin terminar.
Para muchos niños esto significa chocar una y otra vez con un sistema que no está diseñado para ellos. Y, claro, eso cansa y afecta mucho la confianza, porque sienten que por más que se esfuercen, no alcanzan las expectativas.
Sin embargo, cuando reciben apoyo real, suelen mostrar ideas brillantes, energía contagiosa y una creatividad que sorprende. El reto está en que el entorno escolar entienda que necesitan caminos diferentes para llegar al mismo objetivo: aprender.
15 estrategias psicopedagógicas para acompañar a estudiantes con TDAH
Aquí compartimos contigo un conjunto de ideas pensadas para docentes, familias y profesionales que trabajan con niños con TDAH. No son recetas que hay que seguir al pie de la letra, sino propuestas que se pueden adaptar según la edad, el contexto y la personalidad de cada estudiante.
1. Instrucciones cortas y al grano
Las explicaciones largas se pierden rápido, por lo que es mejor dividirlas en pasos claros, uno detrás del otro. Algo sencillo como: “Primero escribe tu nombre, luego abre el cuaderno y empieza por la página diez”. Y después pedirle que lo repita para confirmar que lo entendió.
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2. Apoyos que se vean
Un dibujo, una lista de pasos, un color que marque lo importante… todo eso ayuda a recordar qué hacer. No hace falta llenar el salón de carteles, basta con tener referencias visibles y fáciles de usar.
3. Revisar de cerca, pero sin agobiar
Un vistazo rápido al cuaderno, una pregunta al pasar o un gesto de “vas bien” sirve para que no pierdan el hilo. No tienes que estar encima todo el tiempo, sino darles pequeños recordatorios que sirvan de guía.
4. Rutinas claras y predecibles
Cuando el día escolar es un misterio, la ansiedad sube. En este sentido, un horario visible y con actividades organizadas, da seguridad. Y si habrá cambios, es importante avisar con tiempo para que el niño o niña se prepare.
5. Escoger bien el asiento
Ubicarlos cerca del maestro y lejos de distracciones como puertas o ventanas puede ser suficiente para que se concentren mejor. No es apartarlos, es darles un lugar estratégico.
6. Dar espacio al movimiento
El cuerpo pide acción, y si no la tiene, interrumpe. Delegarles tareas como repartir hojas, escribir algo en la pizarra o darles un receso breve para estirarse puede canalizar esa energía de manera positiva.
7. Evaluaciones adaptadas
Un examen largo y sin pausas es casi imposible de sostener. Lo ideal es dividirlo en partes, permitir descansos y usar distintos formatos, desde preguntas escritas hasta orales. Y, si se puede, darles un poco más de tiempo.
8. Reconocer los avances al momento
No sirve esperar al boletín para valorar el esfuerzo. Un comentario positivo, un gesto o una nota rápida en el cuaderno les refuerza de inmediato la idea de que lo están haciendo bien.
9. Herramientas para organizarse
Una agenda, un cuaderno de tareas o un calendario digital pueden ser grandes aliados. Pero no basta con dárselos, es importante que se les enseñe a planificar, priorizar y desglosar tareas. Este acompañamiento continuo es lo que convierte una herramienta en un hábito funcional.
10. Aprender con varios sentidos
Escribir con colores, usar bloques para matemáticas o tocar letras móviles en lugar de solo copiarlas hace que el aprendizaje sea más fácil de recordar. Entre más sentidos entren en juego, mejor funciona.
11. Deberes más cortos y realistas
Las tareas extensas suelen ser fuente de frustración, por lo que es más útil asignar menos ejercicios, pero bien elegidos. También ayuda hablar con la familia para priorizar lo que realmente importa.
12. Normas claras, sin rodeos
Unas pocas reglas sencillas, visibles en el salón y consensuadas con el grupo funcionan mejor que una lista interminable. Con el estudiante con TDAH es útil acordar señales discretas para avisarle si necesita ajustar su conducta.
13. Actividades donde puedan participar
Se motivan más cuando hacen algo activo: experimentos, debates, proyectos en grupo o cualquier dinámica práctica. Eso les da un rol visible en el aula y puede ser muy positivo para su autoestima.
14. Cambiar el ritmo de la clase
Para algunos niños y adolescentes con TDAH, la atención no dura mucho en una misma actividad. Alternar entre ejercicios individuales, grupales, juegos cortos o momentos de movimiento mantiene su mente enfocada sin llegar al agotamiento.
15. Construir confianza mutua
Lo que más influye en el aprendizaje es la relación con quien enseña. Cuando el niño o la niña sienten que alguien cree en ellos respetan, se esfuerzan más y se abren a nuevas formas de aprender. Esa confianza no se improvisa: se gana con paciencia, coherencia y cercanía.
Para seguir pensando
Los estudiantes con TDAH no necesitan que el aula se convierta en un lugar aparte para ellos, sino en un espacio donde tengan apoyos reales que se ajusten a cómo aprenden. Es así como las estrategias psicopedagógicas son una forma de equilibrar la balanza y darles oportunidades justas.
Al final, lo que se busca no es que se adapten a un molde rígido, sino que puedan aprender a su manera, sentirse capaces y motivados. Y cuando la enseñanza se flexibiliza para ellos, toda la clase suele ganar, porque lo que funciona para un niño con TDAH también puede enriquecer a los demás.


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