Es innegable que, en las últimas décadas, ha aumentado considerablemente el diagnóstico del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) especialmente entre la población infantojuvenil. Aunque se ha encontrado la explicación del mismo en la neurobiología, cada vez aparecen más dudas sobre la influencia del entorno en su desarrollo.
¿Nos encontramos realmente ante una epidemia de TDAH o quizá vivimos en una sociedad en la que hay estímulos para nuestro organismo de forma constante y excesiva? A lo largo de este artículo abordamos diferentes cuestiones que aportan información útil para poder hacernos una idea más completa de la situación actual.
¿Qué es el TDAH?
El TDAH —trastorno por déficit de atención e hiperactividad—, en palabras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se caracteriza por un patrón persistente (al menos 6 meses) de falta de atención y/o hiperactividad-impulsividad que tiene un impacto directo en el funcionamiento académico, ocupacional o social de la persona.
Es importante tener en cuenta los siguientes aspectos:
- La falta de atención es una dificultad significativa que no permite mantener la atención en tareas que no son muy estimulantes o que dan recompensas inmediatas o frecuentes. También se relacionan con distracción y problemas de organización.
- La hiperactividad hace referencia a una excesiva actividad motora que conlleva dificultades para permanecer quietos especialmente en situaciones que requieren de autocontrol conductual.
- La impulsividad se entiende como la tendencia a responder a estímulos de forma inmediata, sin tener en cuenta los riesgos o consecuencias.
El entorno actual: ¿estimulante o sobreestimulante?
La tecnología forma parte innegable de nuestro día a día. Esto implica que la exposición a pantallas, ruido, redes sociales, videojuegos, ordenadores, publicidad, etc., es prácticamente constante. De hecho, es realmente difícil criar a los más pequeños intentando evitar o minimizar el uso de pantallas debido a la gran presencia que tienen en nuestras vidas.
Sin embargo, ya en 2004 un estudio evidenció que la exposición temprana a las pantallas está relacionada con la aparición de problemas atencionales en etapas posteriores del desarrollo. En los últimos años se han publicado una gran variedad de estudios que manifiestan resultados similares en cuanto a los efectos nocivos de la exposición a las pantallas, especialmente en la infancia.
El problema de recibir tantos estímulos de forma constante es que se pueden generar patrones de atención superficial que se acaban confundiendo con el TDAH. En este sentido, la tolerancia al aburrimiento es menor, igual que el tiempo de descanso mental en el que se procesa toda esta información.
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¿Diagnóstico o sobrediagnóstico?
Indudablemente, ha habido un aumento de los diagnósticos de TDAH en los últimos años. ¿Se debe esto a un aumento de los casos reales, a una mejor y mayor comprensión sobre el trastorno o es un sobrediagnóstico? Por ejemplo, en Estados Unidos se estima que más del 10% de los niños han recibido el diagnóstico de TDAH en algún momento de su vida escolar y en Europa también han aumentado estas cifras.
La Organización Mundial de la Salud señala que el trastorno por déficit de atención e hiperactividad afecta a, aproximadamente, el 5% de la población mundial. Es importante comprender que hay múltiples factores que pueden estar influyendo en el diagnóstico. Por ejemplo, la presión por el rendimiento académico, los modelos educativos y de crianza poco flexibles y las creencias familiares o sociales pueden llevarnos a etiquetar como problemáticos ciertos comportamientos que quizá no lo son.
En este sentido, la inquietud de una criatura —que, además, cada vez goza de menos tiempo para jugar al aire libre, por ejemplo, y de más exigencias académicas y presiones sociales— o la dificultad para concentrarse en tareas que no le motivan pueden malinterpretarse fácilmente. Esto puede llevarnos a intervenciones farmacológicas que quizá no son necesarias y que, sin duda, impactan en el desarrollo de la criatura.
¿Cómo diferenciar el TDAH de la sobreestimulación?
No es cuestión de negar que el TDAH existe, porque es una realidad demostrada. Sin embargo, es importante distinguir entre un diagnóstico clínico riguroso y la tendencia social o cultural a patologizar ciertas dinámicas o comportamientos. Es importante recordar que un diagnóstico de este tipo debe ser realizado por profesionales de la salud mental especializados en el tema.
Así pues, para poder hacer esta diferenciación es necesario tener en cuenta diversos aspectos. Por un lado, es imprescindible revisar de forma detallada la historia clínica, así como hacer una observación en diversos contextos y llevar a cabo una evaluación tanto de la calidad del vínculo afectivo con los progenitores como de la sintomatología. Además, es interesante analizar el nivel de exposición a las pantallas y a los estímulos en el día a día.
Estrategias para un mundo menos distractor
Independientemente de si un niño o niña tiene el diagnóstico de TDAH o no, es interesante analizar si está sobreestimulado por el entorno de forma habitual. Es importante que los adultos tomen conciencia de esta situación y de las posibles consecuencias que puede tener en su desarrollo emocional, cognitivo y social.
Podemos ayudar a las criaturas de nuestro entorno teniendo en cuenta los siguientes aspectos:
- Reducir los estímulos innecesarios.
- Crear rutinas estables.
- Fomentar el juego libre y no estructurado.
- Incrementar el tiempo en la naturaleza.
- Crear espacios de aprendizaje atractivos, interactivos y más flexibles.
- Fomentar la actividad física de forma regular.
- Garantizar hábitos de alimentación y sueño adecuados.
- Fortalecer los vínculos familiares.
- Criar desde la empatía y acompañando las necesidades reales.
- Formar a padres y docentes para poder diferenciar las señales de alerta.
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