Sentir dolor es normal y parte de nuestro sistema inmunológico. El cuerpo utiliza el dolor como señal de alarma, una alerta que nos dice que algo no va bien y que por algún motivo corremos peligro. Sin embargo, normalmente esta sensación se va en cuanto la amenaza desaparece.
¿Qué ocurre cuando el dolor jamás llega a irse y forma parte de la vida del individuo? Entonces estamos delante de un problema de dolor crónico.
¿Qué es el dolor crónico?
Si desconoces por completo qué es el dolor crónico, puedes empezar por consultar este vídeo sobre sus características principales:
¿Quién sufre dolor crónico?
Según un estudio de Oye Gureje y sus colaboradores, aproximadamente el 23% de las personas sufre dolor crónico. Esta tasa se incrementa con la edad, llegando a afectar hasta un tercio de la población anciana. Además, la propia Organización Mundial de la Salud reconoce que es un problema altamente incapacitante en todas sus formas: dolor lumbar, artritis, cefalea, fibromialgia, entre muchas otras.
El dolor que acompaña a estos problemas no es siempre igual: habrá días en que la persona que los sufre solamente sienta molestias —siendo este un día bueno— y otros en que el dolor será tan intenso que no se podrá mover de la silla.
Los episodios de dolor son imposibles de evitar; uno debe aprender a convivir con ellos y encontrar la forma de manejarlos dentro de lo posible. La mejor forma de hacer esto es mediante el control del estrés.
Recuperando el control
Gracias a un estudio de la doctora Kimberly T. Sibille, sabemos que las personas con dolor crónico muestran niveles más elevados de estrés que el resto de personas, tanto a nivel bioquímico como psicológico. Además, cuando estamos sometidos a estrés nuestra percepción del dolor se ve incrementada. Así, las personas con dolor entran en un círculo vicioso en el que ante un evento estresante sienten más dolor, generando así más estrés y escalando su sufrimiento.
El papel del psicólogo consiste en romper este círculo para que el paciente no viva estos episodios de una forma tan dolorosa y mejorar su calidad de vida. La clave para el manejo del dolor reside en la valoración de control, o la creencia de que uno tiene los recursos para manejar el dolor.
¿Cómo podemos conseguir que alguien aprenda a controlar el dolor crónico? En este sentido se han mostrado eficaces tanto el biofeedback como el Mindfulness.
Técnicas para controlar el dolor crónico: el Biofeedback
A grandes rasgos, el componente básico del entrenamiento en biofeedback es aprender a controlar diversas funciones biológicas utilizando la información procedente de esas funciones.
En el dolor crónico se realiza una electromiografía. Se introduce un electrodo de aguja muy delgado a través de la piel dentro del músculo. El electrodo en la aguja detecta la actividad eléctrica liberada por los músculos. Esta actividad aparece en un monitor cercano y se puede escuchar a través de un altavoz. Así, el paciente es capaz de identificar señales de dolor, controlar la tensión muscular para lograr la relajación y así menguar la experiencia de dolor, etc.
La filosofía del Mindfulness
La filosofía del Mindfulness se basa principalmente en vivir el presente, en estar atento a lo que sucede sin juzgar, ni interpretar. En otras palabras, se fundamenta en aceptar la realidad tal como es. De hecho, en algunas ocasiones se considera como una técnica de otras terapias como la terapia de aceptación y compromiso.
Te invitamos a que descubras los beneficios psicológicos del Mindfulness consultando estos artículos:
“¿Qué es el Mindfulness?: las 7 respuestas a tus preguntas“
“Mindfulness: 8 beneficios psicológicos de la atención plena“
La aplicación de la misma en pacientes con dolor crónico se basa en la idea de que puede ayudarles a aceptar el dolor y por tanto reducir la evitación, y a tener más control sobre sus procesos atencionales tan ligados a la percepción del dolor. De hecho, cuando se evalúa el Mindfulness como una capacidad o rasgo de personalidad correlaciona con el dolor. Las personas que puntúan más alto en Mindfulness sienten menos dolor, presentan una mayor calidad de vida y sufren menos emociones negativas.
Existen otras muchas otras técnicas como la relajación para los problemas como cefaleas o migrañas, la escritura emocional para dar sentido a la experiencia, o entrenar a la persona para fijar su atención en otro lugar que no sea su dolor durante los episodios. A cada paciente le irá bien un tipo de intervención distinta en función de sus características y la de sus episodios.
Esto pone de manifiesto que si sufres algún cuadro de dolor crónico, por muy incapacitante que sea, es posible aprender a manejarlo y convivir con él. Citando a Buda Gautama: «El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional»
Referencias bibliográficas:
- Gureje, O., Simon, G. E. y Von Korff, M. (2001). A cross-national study of the course of persistent pain in primary care. Pain, 92, 195–200. doi:10.1016/S0304-3959(00)00483-8
- McCracken, L. M. y Velleman, S. C. (2010). Psychological flexibility in adults with chronic pain: a study of acceptance, mindfulness, and values-based action in primary care. Pain, 148,141-147.
- Sibille, K. T., Langaee, T., Burkley, B., Gong, Y., Glover, T. L., King, C., … Fillingim, R. B. (2012). Chronic pain, perceived stress, and cellular aging: an exploratory study. Mol Pain, 8:12.
- Van Uum, S. H. M., Sauvé, B., Fraser, L. a, Morley-Forster, P., Paul, T. L. y Koren, G. (2008). Elevated content of cortisol in hair of patients with severe chronic pain: a novel biomarker for stress. Stress (Amsterdam, Netherlands), 11, 483–488. doi:10.1080/10253890801887388
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