La pregunta sobre el origen del mundo y de los seres humanos se ha acompañado de una serie de razonamientos filosóficos que han impactado toda una organización cultural. Han sido muchos los argumentos que desde las tradiciones más clásicas de la filosofía intentan probar la existencia de un ser divino. Entre otras cosas, estos argumentos se han establecido alrededor de la siguiente pregunta: ¿cómo podría probarse la existencia de un Dios, si por definición, “Dios” se crea a sí mismo?
Lo anterior solo ha podido responderse a través de premisas que intentan demostrarse a sí mismas. Es decir, argumentos que no utilizan otras formas de justificación más allá de la idea central que se defiende.
A esto se refiere el término de “argumento ontológico”. A continuación haremos un breve repaso por su definición y por aquellos razonamientos que se han utilizado para justificar la existencia de un Dios en la sociedad y la cultura occidental.
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¿Qué es un argumento ontológico?
Para empezar es necesario aclarar qué entendemos por un “argumento ontológico”. La palabra ontología significa “el estudio del ente”, lo que quiere decir que se trata de una práctica filosófica que estudia la sustancia última: aquello que da forma a una entidad, persona, individuo, materia, objeto, sujeto o ser determinado. La ontología se pregunta por ¿qué es? el objeto que estudia, y ¿qué es lo que lo hace real?. Es decir, se pregunta por su causa última y por sus propiedades más fundamentales.
En este sentido, un argumento ontológico es un razonamiento que se utiliza para probar o justificar la esencia de una entidad. Aunque esto último podría ser aplicado para distintas entidades, generalmente el término de “argumento ontológico” hace referencia directa a los razonamientos que se utilizan para probar la existencia de Dios. Es así porque por definición propia, Dios tendría que haberse creado a sí mismo. Su existencia se sustenta en un argumento de tipo ontológico porque la propia idea de Dios hace referencia a lo más grande que los seres humanos podemos concebir, y por lo tanto, no hay otro modo de existencia o de conocimiento que le antecede.
En otras palabras, su existencia se fundamenta en una serie de premisas que intentan explicar “a priori” la existencia de un ser divino. “A priori” porque se trata argumentar con base en el propio argumento, la esenci de dicho ser, sin necesidad de recurrir a argumentos previos, es decir, sin que ningún otro argumento sea necesario para justificar la idea central. Y, sobre todo apelando siempre a la razón (no a las pruebas empíricas o naturalistas). Así pues, este es un argumento ontológico porque no se basa en la observación del mundo, sino a una apelación racional y teórica sobre el estudio del ser.
A continuación veremos algunos de los argumentos que se han utilizado desde la filosofía clásica del cristianismo para defender la existencia de Dios.
De San Anselmo a Descartes
San Anselmo es el más reconocido de los filósofos del siglo XI d.C. que argumentaron racionalmente sobre la existencia de Dios. Heredero de la tradición filosófica de San Agustín, Anselmo explica que Dios es el ser mayor, es decir, no nada más grande que pueda ser concebido. Lo más grande que podemos imaginar e intuir es precisamente la idea de un Dios, y por lo mismo, existe. En otras palabras, la existencia de Dios se prueba a sí misma por la propia definición de Dios.
Los razonamientos de San Anselmo se enmarcan en una tradición filosófica y religiosa de la Edad Media que busca argumentar la existencia divina no sólo con base en la fe cristiana, sino en la razón. Esto último en un intento por contrarrestar la negación de Dios del agnosticismo y el escepticismo. En este contexto, la demostración y la argumentación de la existencia de Dios es se considera como la causa trascendente que hace posible el vínculo de los seres humanos con el mundo.
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El renacimiento y la separación de la fe y la razón
Durante la época que conocemos como Renacimiento, es el teólogo Duns Scoto uno de los más reconocidos en la argumentación ontológica. Explica que Dios, y sus atributos, pueden ser concebidos por medio de la razón y no solo por la fe.
Esto sienta las bases para pensar que la razón y la fe son terrenos separados (contrario a lo que San Anselmo decía); con lo cual, son también distintos el filósofo y el teólogo (y posteriormente el científico) y las tareas que desempeña cada uno.
No sólo eso, sino que la razón empieza a comprenderse como asequible por medio de la demostración y de la experiencia, con lo que la existencia de Dios queda demostrada sólo por la fe. Y en este mismo sentido, durante el Renacimiento se funda una tradición escéptica de lo religioso y de lo moral.
El argumento ontológico de Descartes
Llegando a la modernidad y bajo la misma tradición cristiana, Descartes aparece para intentar recuperar la idea de que la existencia de Dios puede ser comprobada mediante la razón. Este y otros filósofos se mantienen escépticos ante el terreno de la experiencia como el punto de partida para construir conocimiento racional. A partir de ahí, Descartes sostiene que si hay algo de lo que no podemos dudar, es de que dudamos y pensamos, es decir, de que tenemos una sustancia racional que nos permite comprender lo material, y el mundo en general.
Es decir que reflexiona sobre la autoridad de la razón, sobre la composición el pensamiento y su extensión, y cómo esto se asemeja a la existencia divina. Para Descartes, la razón (la mente) es lo mismo que Dios, con lo que reformula el argumento ontológico de su existencia al tiempo que sienta las bases de los paradigmas epistemológicos de la ciencia moderna.