Todos sabemos que el alcohol entraña ciertos riesgos. Y es que, como droga que es, posee unos efectos concretos sobre nuestro metabolismo y puede generar adicción, por lo que generalmente se señalan más sus efectos adversos que sus beneficios.
Pero, ¿es que las bebidas alcohólicas tienen algún beneficio? Sorprendentemente, un reciente estudio ha avalado una curiosa e interesante teoría: que las bebidas alcohólicas favorecieron, más que ningún otro factor, la aparición de las sociedades complejas y, por tanto, de las primeras civilizaciones. Si te interesa, sigue leyendo. Hoy te hablamos de cómo el alcohol impulsó la colaboración de los grupos durante los primeros periodos de la humanidad.
¿Qué es el alcohol y qué relación tiene con la aparición de las primeras civilizaciones?
El alcohol es una sustancia que se produce con la fermentación de ciertos vegetales, a través del proceso de transformación del azúcar natural de las plantas, que es llevado a cabo por bacterias u hongos. Su denominación técnica es etanol, y posee un efecto depresor del sistema nervioso, por lo que los responsables de la salud insisten en que se debe consumir con moderación.
Ahora bien, lo que puede resultar altamente nocivo para nuestro organismo, no lo es tanto para la historia de la humanidad. O, al menos, esa es la conclusión a la que ha llegado el equipo de investigadores liderado por Václav Hrnčíř, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Leipzig, Alemania). Los científicos estudiaron a más de 186 sociedades, que incluían desde pequeños grupos cazadores-recolectores hasta sociedades industrializadas, para comprobar si la ‘teoría de la ebriedad’ (The Drunk Hypotesis), postulada por Edward Slingerland en 2021, tenía una base sólida.
La ‘teoría de la ebriedad’ o The Drunk Hypotesis
The Drunk Hypotesis afirma que las consecuencias beneficiosas del consumo de alcohol superan a las negativas. Para llegar a semejante conclusión, los autores que sostienen esta hipótesis se basan en que el estado de ebriedad induce, por un lado, a una mayor creatividad y, por otro, a una mayor tendencia a abrirse a los demás y, por tanto, a cooperar, fundamento básico para cualquier civilización.
Todo ello, como puede suponerse, fue crucial para la evolución de las sociedades humanas, pues una mayor cooperación conduce a una mayor sofisticación, la base para que cualquier civilización prospere. Autores como Robert W. Levenson (Universidad de California) afirman que el estado de ebriedad reduce el estrés y, por tanto, aligera las tensiones provocadas por las jerarquías sociales. Además, no podemos olvidar que todo rito religioso (y, por tanto, la comunión de todos los habitantes del grupo) está vinculado con el alcohol.
Así pues, según la ‘teoría de la ebriedad’, el consumo de alcohol impulsó la cooperación de los grupos y, por tanto, la creación de una jerarquía, necesaria para el crecimiento de las civilizaciones. Mucho más importante es el elemento religioso y político, esencial para la cohesión de los grupos, y que está, en la mayoría de culturas, vinculado estrechamente con el alcohol.
El alcohol: eje de la cohesión social
Fijémonos cómo, en todas las manifestaciones colectivas, el alcohol está presente. Las bebidas alcohólicas eran fundamentales para los rituales religiosos; y no hace falta trasladarse a las bacanales en honor a Dionisos, donde es evidente que el alcohol y la ebriedad jugaban un papel destacado. Incluso en el cristianismo, nuestro referente religioso más cercano, la bebida alcohólica está presente y ejerce un papel crucial, puesto que es a través del vino que se produce la Eucaristía, el acto de unión de toda la comunidad con Dios.
Por otro lado, el consumo de alcohol ha tenido siempre un alto significado político. El arqueólogo Slavomil Vencl sostuvo en 1994 la importancia de las bebidas alcohólicas, no solo en la obtención de poder, sino también en el refuerzo de las estructuras internas de producción y distribución. En el antiguo Egipto, por ejemplo, la festividad más importante del faraón, el ritual del Heb Sed (en el que el monarca renovaba sus poderes divinos), la cerveza era un elemento fundamental. También lo era en otros rituales religiosos, pues servía de vehículo para las libaciones y ofrendas.
‘La cerveza antes que el pan’
El equipo de Václav Hrnčíř se basó en más de 186 sociedades; entre ellas, pequeños grupos de cazadores-recolectores que aún subsisten (como los Mbuti, en la República Democrática del Congo), sociedades pastoriles (como los kazajos) y, finalmente, sociedades industrializadas contemporáneas, como la japonesa.
Para comprobar la relación de estos grupos con el alcohol, el grupo de investigadores solo tuvo en cuenta las bebidas de baja fermentación alcohólica, como el vino o la cerveza, puesto que las bebidas con una alta presencia de alcohol pueden suponer el efecto contrario (más consecuencias negativas que positivas).
Los datos y las investigaciones concluyen, según el equipo, que efectivamente el consumo de bebidas alcohólicas impulsa la creación de civilizaciones. En otras palabras: existe una relación positiva entre la producción y el consumo de alcohol y la complejidad política de los grupos.
La teoría va mucho más allá, y algunos científicos sostienen que la sedentarización y, por tanto, la aparición de la agricultura, no fue debido tanto a la necesidad de obtener alimento como a la producción en masa de los cereales y las frutas adecuadas para la obtención de las bebidas alcohólicas. Es lo que se denomina la ‘teoría de la cerveza antes que el pan’.
Como siempre, faltan todavía muchos estudios, pero cada vez son más los expertos que se inclinan por la ‘teoría de la ebriedad’ y señalan la obtención de las bebidas alcohólicas como el principal motor para la creación de civilizaciones. La verdad es que los cereales están presentes en todos los continentes: el trigo y la cebada en Europa, el arroz en Asia, el sorgo en África y el maíz en América, todos ellos perfectamente adecuados para la elaboración de cerveza. Y, según The Drunk Hypotesis, su función principal no sería tanto el alimento, sino la fermentación, con las consecuencias sociales que el alcohol conllevaría.


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