​Las relaciones en el ocio nocturno: análisis cultural desde una perspectiva de género

Discotecas, pubs, bares... ¿ambientes sexistas?

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Nuestra manera de entender las relaciones tiene un gran componente aprendido. En este caso, voy a centrarme en las dinámicas sociales que se producen en las relaciones en los locales de ocio nocturno (bares, discotecas, pubs...) de los países occidentales.

Aprendiendo a través de la cultura

Los procesos de enculturación definen en el carácter social (compartido entre varios grupos sociales mayoritarios) lo que es ser adulto, su significación, y todos los imperativos que conlleva. Son una serie de patrones socialmente aceptados y valorados en las situaciones de búsqueda de pareja por parte de personas que comparten este paradigma cultural, entre otros. Una de estas características deseables es el tener una personalidad hecha y formada y estable en el tiempo.

Según mi experiencia y el rol de observador usado en los locales de ocio nocturno, detecto una expresión que se repite mayormente entre las personas de género masculino, sin eximir a los demás géneros. Cómo vemos a las personas y las interpretamos, tiene un componente cultural, y según la cultura imperante se determina lo que es bello, aceptable y deseable y lo que no.

Monogamia: un punto de partida para la disonancia cognitiva

Dentro de la cultura occidental está instaurada la creencia de las relaciones monógamas, y se rechaza diferentes formas de concebir las relaciones personales y afectivas. La expresión a la hora de observar a las personas de género femenino “es que me gustan todas”, provoca una incongruencia conceptual entre la cultura absorbida y las necesidades hedónicas del momento, crea una homogeneización de la percepción de las personas y da el punto de partido a la construcción del género, con la explicación de que cuando uno tiene una creencia, realmente es la creencia la que posee a la persona, independientemente de los razonamientos posteriores a esta expresión. 

Posiciones esencialistas se ven desmoronadas por esta afirmación, ya que no existe una realidad, sino que es construida. Y esa construcción hace que veamos la realidad como la vemos, a través del aprendizaje y los procesos de enculturación.

La cultura tradicional y los roles de género en las discotecas

Esta expresión responde a un patrón de cultura tradicional, la cual se caracteriza por una visión homogénea (creencias, quien está dentro y quien fuera) y son estables en el tiempo. Además de ello, la cultura occidental se reformula constantemente bajo los mismos parámetros pero con diferente estética, por lo que puede dar la sensación de que los roles de género y las actitudes relacionales son diferentes, pero realmente se tratan de estrategias encubiertas. Un ejemplo de ello puede ser el machismo vestido y perpetuado como amor romántico. Cambiamos el uso del lenguaje, pero estructuralmente contiene una significación igual a la previa reformulación.

Este tipo de culturas tradicionales también se caracterizan por pautas con poca variabilidad, lo que se traduce en un mayor grado de imperatividad. Este grado, como dice la palabra, tiene diferentes niveles en cuanto a la reacción adversa frente a situaciones que deben ser de obligado cumplimiento por las personas sumergidas en esa cultura. Las disonancias cognitivas en cuanto al choque cultural modernista versus postmodernista, provoca conflictos internos, y siguiendo los parámetros de una cultura tradicional, también crea una culpabilidad en el otro.

La influencia cultural también afecta a las conclusiones que sacamos de los hechos, por ello se puede interpretar al interlocutor como alguien que no te comprende o rechaza, en función de si el emisor cumple los cánones imperantes, centrando la responsabilidad de lo negativo en el otro y justificando los propios actos como correctos. El otro es quien tiene la culpa, invisibilizando así, a través de una excesiva psicologización, el componente estructural y cultural de la conducta. En este tipo de situaciones, sumado a que las características ambientales no son idóneas para tener un proceso comunicativo, se hace especialmente difícil una negociación intersubjetiva de significados que permita entender los discursos de ambas partes más allá de las proyecciones e interpretaciones subjetivas del otro, vistas desde las gafas de los imperativos culturales y lo que debería ser.

Explicando la contradicción

Por una parte tenemos los imperativos culturales, y por otra el deseo por otras personas, consumado o no. ¿Por qué puede deberse esta actitud?

Los cánones de belleza sobre los roles de género marcan las conductas apropiadas para cada género, además de su apariencia física. Los entornos donde no es fácil mantener una conversación, sumados a la naturaleza visual del ser humano, hacen que la vista se convierta en el sentido que mayores recursos atencionales recibe y, por tanto, se transforma en la primera herramienta para emitir juicios de valor. El género, entendido como construcción social y de forma aprendida, hace que nos fijemos en las personas concebidas como bellas según estos cánones. Los cánones culturales, desde un punto de vista occidental, entienden el género como hombre y mujer únicamente, pero desde la visión postmodernista se engloban nuevas formas de entender el género, sexualidad y las relaciones interpersonales más allá de las preestablecidas.

La mujer como mero objeto de deseo

Los locales de ocio nocturno se rigen por ciertas normas estéticas para el acceso, como toda empresa, buscan proyectar una imagen y, además, que las personas afines den publicidad de una forma gratuita. Sin dejar de lado el papel pasivo que se pretende dar a la mujer como objeto de consumo y publicitario, podemos ver cómo tanto hombres y mujeres responden a ciertos patrones de vestimenta para estas ocasiones. 

Si a un local de moda acceden personas que cumplen estos cánones culturales de belleza, y se restringe el acceso a las que no lo cumplen, es fácil entender que los locales de ocio nocturno se convierten en un escenario de enculturación donde se aprenden los roles y conductas aceptados socialmente por la cultura imperante, en este caso, de tipo modernista y tradicional. No se diferencia por más que la estética, y al haber aprendido lo deseable para cada rol de género, se entiende que se pueda sentir más atracción física por diferentes personas en un mismo lugar, además de elegir el vestuario y las conductas supuestamente más adaptativas para cada situación social dentro de los locales.

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