Últimamente se habla mucho del “arte contemporáneo”, tanto como para denostarlo como para alabarlo (eso ya depende del gusto del consumidor). Pero ¿qué es el arte contemporáneo? ¿A qué nos referimos con este epíteto? ¿Qué tipo de arte está englobado en este concepto de “contemporaneidad”?
Aunque parezca fácil definirlo, en realidad no lo es tanto. Porque, si tomamos la palabra de forma estricta, “contemporáneo” hace referencia a nuestra época actual, el tiempo que vive el espectador, por lo que, entonces, por “arte contemporáneo” nos estaríamos refiriendo al arte que se produce en nuestros días; es decir, ahora mismo.
¿Y el “arte moderno”? ¿Acaso no quiere decir lo mismo? Pues… depende de hacia qué país miremos. Veamos a continuación las definiciones (sí, en plural) de estos dos tipos de arte, así como cuáles son las diferencias entre el arte moderno y el arte contemporáneo.
¿Existen diferencias entre el arte moderno y el arte contemporáneo?
Como siempre, para comprender qué diferencias existen entre ambos tipos de arte tenemos que definir con precisión qué es cada uno. De otro modo, no seremos capaces de delimitar sus fronteras y establecer las características definitorias de cada uno.
La empresa, empero, no es fácil. Ya hemos comentado en la introducción que definir ambos conceptos resulta complejo, puesto que ambos poseen diversas acepciones. Veámoslas una por una.
¿A qué nos referimos por arte moderno?
En los países hispanos, el concepto de arte moderno hace referencia al arte que se realiza en la época moderna, es decir, en los siglos XVI, XVII y XVIII. En la historiografía tradicional, la Edad Moderna es la que sucede a la Edad Media. No nos vamos a detener aquí en por qué es demasiado genérica esta clasificación, pues no es el objetivo del artículo, pero la aclaración es necesaria para situarnos.
Entonces, tenemos que el arte moderno es el arte que se ejecuta en los siglos mencionados. Sin embargo, si viajamos a los países anglosajones, esto no es así. En Gran Bretaña y Estados Unidos, por ejemplo, se denomina “arte moderno” al arte que va desde inicios del siglo XX hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945). En cambio, para estos países, el “arte contemporáneo” sería el que se hace en nuestros días; concretamente, a partir de 1945. La confusión está servida.
Y ¿qué es el arte contemporáneo?
De nuevo, si tomamos las definiciones académicas, tenemos que el arte contemporáneo es el que se realiza en la época contemporánea, que (¡cuidado!) para la clasificación histórica tradicional va desde la Revolución Francesa (1789) hasta la actualidad. Es decir, que según esta definición, un cuadro de Goya y otro de las vanguardias del siglo XX pertenecerían a un mismo grupo. Y, no obstante, ¿qué tienen en común La maja desnuda y el Guernica de Picasso, por ejemplo? Efectivamente; nada.
Pero, de nuevo, no todo es tan fácil. Porque si viajamos a Madrid, al Museo del Prado, encontramos que el criterio para que una obra sea allí expuesta es que debe ser anterior a la fecha de nacimiento de Pablo Ruiz Picasso, es decir, octubre de 1881. Cualquier obra posterior a esa fecha es tildada de “arte de la actualidad” y se expone en el Museo Reina Sofía. Ese es el motivo, o parte del motivo, de que el Guernica se muestre en este último, pero no la obra de María Blanchard, que nació el mismo año que Picasso, pero en el mes de marzo.
Entonces, la pregunta que nos surge es la siguiente: ¿de qué hablamos cuando decimos contemporaneidad? ¿Qué criterio estamos siguiendo para tildar a una obra como contemporánea? ¿Se trata, pues, de un criterio absolutamente arbitrario?
Los problemas de la (excesiva) clasificación
La raíz del problema, en parte, es nuestra obsesión (hija de la Ilustración, por cierto) de encasillar y clasificar absolutamente todo. Contemplamos una obra, y decimos: “Esta obra es de tal año, luego es arte moderno”. O “esta pintura se ejecutó en el año tal, así pues, es contemporánea”. Damos por sentados una serie de conceptos que, en realidad, no son más que cajones clasificatorios realizados por el ser humano para encajar la realidad a su gusto.
Es francamente difícil contemplar las Pinturas negras de Goya y clasificarlas en el arte neoclásico. ¿Qué tienen de neoclásicas esas pinturas? En realidad, parecen mucho más cercanas al inquietante expresionismo alemán de principios del siglo XX. Luego debemos prescindir de su fecha de ejecución y dejarnos llevar, simplemente, por lo que el artista desea transmitir.

Esto sucede con la mayoría de artistas; especialmente, con los auténticos genios, que de alguna u otra manera han sabido escindirse de las modas de su época y labrarse su propio camino, del todo inclasificable. Precisamente, el historiador del arte Ernst Gombrich (1909-2001) decía, en la introducción de su famosa obra La historia del arte, que no existía el arte, sino los artistas. A la luz de la evidencia, la frase es, como mínimo, bastante certera.
Entonces, ¿qué diferencia el arte moderno del arte contemporáneo?
Nuestras conclusiones a la pregunta formulada en la introducción no pueden ser únicas. De nuevo, si tomamos el mundo anglosajón, la definición quedaría de la siguiente manera:
- Arte moderno: arte ejecutado desde los inicios del siglo XX hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945). Esto incluye, principalmente, a las vanguardias de la primera mitad del siglo XX.
- Arte contemporáneo: en el mundo anglosajón, el arte contemporáneo sería el arte de nuestros días, el que abarca los años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad.
Finalmente, desde una perspectiva hispánica, las definiciones serían las siguientes:
- Arte moderno: arte ejecutado durante la época moderna, es decir, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Incluiría, de esta forma, el Renacimiento, el Barroco y el rococó, entre otros.
- Arte contemporáneo: en este punto, la definición queda mucho más desdibujada, pues se considera “arte contemporáneo” el arte realizado después de la Revolución Francesa, pero también el que se produce en la actualidad.
Quizá, desde un punto de vista histórico, es más coherente la definición anglosajona, puesto que el mundo cambió sustancialmente después de la Segunda Guerra Mundial, y poco tiene que ver la sociedad y las ideas de la época de la Revolución Francesa con nuestros días, aunque a veces nos vendan lo contrario. Todo ello vuelve a sugerirnos la posibilidad de descartar tantas definiciones que, en lugar de aclarar las cosas, no hacen más que suscitar más preguntas.