Si hablamos de las necesidades humanas, probablemente acuda a nuestra mente la pirámide de Maslow, cuya teoría es la más conocida de entre las que tratan la psicología positiva y la búsqueda de la felicidad y satisfacción personal. Pero no es la única.
Además de esta existen múltiples perspectivas, incluso filosóficas, que tratan el tema. Algunas de ellas provienen de Oriente, concretamente de la sabiduría popular y la cultura japonesa. Para ellos, una de las principales necesidades y a la vez una de las principales claves para alcanzar la felicidad (si bien no implica ni es necesariamente sinónimo de ella) es hallar nuestro ikigai o razón de ser.
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¿Qué es el ikigai?
Dentro de la cultura popular japonesa, se entiende el ikigai como aquel elemento que es nuestra razón de ser en el mundo, la motivación que nos impulsa a actuar y a vivir. Se trata de buscar y reconocer el propio lugar en el mundo, lo que hace que nuestra vida valga la pena.
Es importante tener en cuenta que el ikigai no se identifica con la felicidad, si bien conocerlo facilita serlo. Y es que el ikigai permite mirar hacia el futuro con esperanza con la certeza de que estamos haciendo lo que creemos que venimos a hacer al mundo. El ikigai se vincula a la autorrealización y es algo intrínseco y espontáneo, que hace que nuestros actos no sean vividos como impuestas por la sociedad o el mundo sino llevadas a cabo con gusto y que nos causan satisfacción por sí mismas.
Este sentido vital es también algo relacionado con el ámbito laboral, nuestra ocupación, y cómo interaccionan nuestros intereses con el mundo. De este modo, el significado de nuestra vida también va ligado no sólo a nuestro ser sino también a lo que sucede en el mundo en el que nos movemos. No es algo únicamente intrínseco sino también extrínseco.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que no basta con identificar nuestro propósito o propósitos vital/es, sino que también es necesario que nos pongamos en marcha con tal de alcanzarlo. Se trata de buscar y ejercitar dicho propósito para poder tener una vida plena. Además, hay que tener en cuenta que dicho propósito no tiene por qué ser estable. Puede ser un elemento que vaya variando a lo largo de la vida. También hay que tener en cuenta que incluye y requiere tanto un componente de autorrealización como uno de compromiso con el rol o las personas que forman parte de él.
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¿Cómo identificarlo?
El ikigai puede ser hallado en la confluencia entre lo que amamos, aquellas cosas en las que somos buenos, aquello por lo cual pueden pagarnos y aquello que el mundo necesita. Estos aspectos pueden estar relacionados de diferentes maneras, pero se dificulta la percepción de que estemos ante nuestra razón de existir si no existe un equilibrio.
La interacción entre lo amado y aquello en lo que somos buenos es nuestra pasión, que si a su vez confluye con nuestra profesión (la cual surge de la confluencia entre aquello en lo que somos buenos y aquello por los que nos pagan) nos proporciona gran satisfacción. Sin embargo, lo percibimos como inútil a menos que esté conectado con lo que necesita el mundo.
La interacción entre lo que el mundo necesita y aquello por lo que nos pueden pagar permite encontrar nuestra vocación, que si a su vez se relaciona con nuestra profesión genera comodidad pero la sensación de vacío existencial si no está ligado con nuestros intereses y aquello que amamos.
Por otro lado, lo que el mundo necesita y aquello que amamos confluye en lo que entendemos por nuestra misión. Si nuestra misión y nuestra pasión coinciden nos sentiremos realizados y disfrutaremos, pero no podemos alcanzar una posición y mantenernos si no se junta con aquello por lo que nos puedan pagar. Si misión y vocación están en relación, estaremos ante algo que nos entusiasmará y nos hará sentir que estamos haciendo una tarea útil, pero si no estamos ante algo en lo que seamos buenos estaremos inseguros e inciertos respecto a nuestras acciones.
En conclusión, se precisa de un equilibrio perfecto entre los diferentes elementos citados para alcanzar e identificar nuestro ikigai. Se trata de buscar que nuestra vocación, profesión, misión y pasión coincidan en uno o varios temas o aspectos, de tal manera que se vuelva un elemento central en nuestra vida. Esto permite que estemos en sintonía con lo que venimos a hacer al mundo y ser más auténticos, naturales y conectados con nosotros mismos.
Dicho esto, puede parecer que se trata de algo muy difícil de lograr identificar. Sin embargo, lo cierto es que en muchas ocasiones y para un gran número de personas, se trata de un conocimiento que ya poseen en algún grado y que pueden encontrar en lo más obvio y natural. El problema está que a menudo se mutila, sublima o tergiversa por elementos como la deseabilidad social, la búsqueda de estabilidad y seguridad y la falta de reflexión sobre lo que verdaderamente consideramos importante.
Una filosofía de vida japonesa con muchas ventajas
Tener en cuenta el ikigai o sentido vital puede tener grandes repercusiones a nivel de estilo de vida o incluso reducir el riesgo de diferentes enfermedades. No en vano, algunas de las regiones con mayor longevidad del planeta son de Japón, pudiendo este tipo de conceptos ser uno de los posibles facilitadores de ello.
En este sentido, en áreas como Okinawa se ha observado por ejemplo que el número de problemas cardiovasculares e incluso de cáncer sean menos frecuentes, y su evolución. Hemos de tener en cuenta que se ha observado que aspectos como la hostilidad y la competitividad (propios de una personalidad tipo A) facilitan la primera, así como personalidades tipo C que inhiben la expresión de emociones negativas tienen más predisposición a padecer cáncer.
También es habitual que experimenten menores niveles de estrés, ansiedad y depresión, debido a que una actitud conforme con lo que consideramos nuestros objetivos vitales y nuestro sentido en el mundo facilita una contemplación de nuestro día a día como algo más positivo. Pueden tener una vida más comprometida y a la par más libre, algo que influye en gran diversidad de ámbitos vitales.