Cuando escuchamos que una pintura es de un género o de otro, ¿a qué hace referencia? ¿Qué son exactamente los denominados ‘géneros de la pintura? ¿Cuántos hay? ¿Cuáles son?
Estas son preguntas que pueden parecer simples, pero para las que muchas veces no tenemos una respuesta exacta. Y es que el arte, como todo lo creado por el ser humano, es algo muy subjetivo y cambiante, que se resiste a permanecer encasillado en categorías.
Sin embargo, los géneros de la pintura son sencillamente esto, categorías con las que clasificamos el arte de la pintura. Veámoslo a continuación con más detalle. En el siguiente artículo intentamos explicar qué son los géneros de la pintura y cuáles son.
¿Qué son los géneros de la pintura?
Para comprender a qué nos referimos cuando hablamos de géneros o categorías de la pintura tenemos que remontarnos al siglo XVIII y el inicio de las academias de arte. Durante el denominado Siglo de las Luces se origina una fiebre por la clasificación, ya sea de las plantas, de los animales, de los estudios o de las artes. Así, empiezan a identificarse los géneros o temáticas en los que se dividen las representaciones pictóricas, una clasificación que seguirá existiendo hasta bien entrado el siglo XX.
Pero ¿qué es un género pictórico? Es una temática o categoría de la pintura que tiene unas características comunes. Por ejemplo, el género histórico, que plasma escenas de relatos, o el género de la naturaleza muerta, también conocido como bodegón, que se encarga de reproducir alimentos, frutas y objetos.
Por supuesto, y como todas las clasificaciones, los géneros de la pintura no son algo estricto; si nos adentramos en la historia del arte veremos cómo, en numerosas ocasiones, una misma obra puede clasificarse en varios géneros, o no encajar en ninguno.
¿Cuáles son los géneros de la pintura?
Oficialmente, y según las academias de bellas artes, los géneros de la pintura son 5 (con sus correspondientes subdivisiones), que detallamos a continuación:
1. Pintura de historia
Es la pintura que recoge escenas de relatos, que pueden ser históricos, religiosos, mitológicos, etc. Es decir, dentro de la denominada pintura de historia no tenemos solo las pinturas que plasman escenas históricamente reales, sino que también se incluyen en esta clasificación escenas relativas a leyendas y/o mitos.
Tradicionalmente, la pintura de historia ha sido el género más importante de las academias. Era el género ‘noble’, superior a todos los demás, por lo que era muy habitual que el pintor o pintora que deseaba ingresar en una academia presentara una obra relacionada con algún hecho histórico, mitológico o religioso. La pintura de historia también podía incluir escenas morales o alegóricas, es decir, aquellas que pretenden comunicar un mensaje moralizante o simbólico.
Son muchos los pintores que se han dedicado a este género: Velázquez, con su Cristo crucificado (subgénero de pintura religiosa), Rubens con su Juicio de Paris (subgénero de pintura mitológica) o Antoni Gisbert con su Fusilamiento de Torrijos en las playas de Málaga (subgénero de pintura histórica).

2. Retrato
Si bien en la antigua Roma ya se realizaban retratos, durante la Edad Media se pierde el concepto de individualización, que no se volverá a recuperar hasta el siglo XV. A partir de entonces regresa la fiebre del retrato, espoleada por la voluntad de ‘vencer a la muerte’ y consagrarse para la eternidad. Por otro lado, el retrato es una poderosa herramienta de propaganda, como sabían bien Carlos V (véase el retrato Carlos V en Mühlberg, de Tiziano) o Alberto Durero, que se autorretrató como un hidalgo enguantado para plasmar la nobleza de la pintura.
Podemos clasificar el género del retrato en tres subgéneros: a) el retrato individual; b) el retrato colectivo y c) el autorretrato. Los retratos colectivos o grupales eran habituales para representar a grupos familiares o cofradías, como es el caso del Banquete de los arcabuceros de San Jorge de Haarlem, pintado por Frans Hals en 1616. A su vez, el autorretrato ha sido un recurso muy habitual utilizado por los pintores para inmortalizar su propio rostro. Uno de los artistas más conocidos en este sentido es Rembrandt, que pintó diversos autorretratos durante su vida y en los que pueden apreciarse sus cambios físicos.
El autorretrato fue muy usado por los pintores para ennoblecer su arte. Una de las primeras artistas que se retrató a sí misma ante el caballete fue Caterina van Hemessen (1528-1565), que inauguró de esta forma los autorretratos femeninos.

3. Pintura de género
La pintura de género plasma escenas de la vida cotidiana, que, a menudo, esconden algún tipo de alegoría moral. Este género fue muy usual en los Países Bajos durante el siglo XVII, como se puede apreciar en las obras de Vermeer (1632-1675), Gerard ter Borch (1617-1681) o Judith Leyster (1609-1660).
La prueba de que la pintura de género puede esconder otras realidades la encontramos en obras como Vieja friendo huevos de Velázquez (1618), en la que vemos a una anciana y a un niño en un interior doméstico. La mujer está friendo huevos y parece dirigirse al muchacho.
Aparentemente, es una escena de género, pero Velázquez va mucho más allá: en realidad, la obra es una alegoría al matrimonio. Por otro lado, el lienzo podría clasificarse también en la pintura de bodegones, puesto que, en primer plano, el artista realiza una espectacular naturaleza muerta.

4. Pintura de paisaje
La pintura de paisaje era considerada un género muy menor, motivo por el que muchos pintores aprovecharon para introducir elementos relacionados con la pintura de historia para ‘enaltecer’ el cuadro. Lo vemos, por ejemplo, en Paisaje con Orfeo y Eurídice, de Nicolas Poussin (c. 1650-1653). En esta obra, el pintor francés realiza un excelente paisaje, pero en primer plano coloca a los personajes relacionados con el mito de Orfeo y Eurídice: el mismo Orfeo, tocando la lira, mientras que su esposa, la ninfa Eurídice, está tendida a sus pies y lo escucha embelesada.

5. Pintura de bodegón o naturaleza muerta
En la escala de las academias, el género de bodegón o naturaleza muerta se encontraba en último lugar. A pesar de ello, fueron muchos los pintores que realizaron obras de este género, pues permitían mostrar su virtuosismo captando texturas y detalles.
En determinadas épocas, fue usual introducir en los bodegones ciertos elementos que transmitían una idea moral, como los bodegones de Clara Peeters (c. 1594-1656), en los que la vela medio consumida es un claro símbolo de la fugacidad de la vida, y los tulipanes un evidente símbolo de lujo y riqueza.



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