Apego desorganizado: qué es, cómo se desarrolla, y cómo se trata

Este tipo de apego acostumbra a llevar a un desarrollo psicológico disfuncional en niños y jóvenes.

Apego desorganizado
Un tipo de apego que resulta dañino.Unsplash.

Durante la infancia, todos los niños y niñas son vulnerables y dependen directamente de los adultos más cercanos, quienes habitualmente suelen ser los padres.

El calor del abrazo de una madre, las caricias de un padre, las palabras de apoyo por haber hecho un bonito dibujo y otras acciones que pueden parecer nimiedades son fundamentales para el correcto desarrollo emocional del niño.

Sin embargo, lamentablemente, muchos niños son víctimas de malos tratos, los cuales les marcarán de por vida y determinarán la relación que tendrán con sus cuidadores. Esto es común en quienes muestran apego desorganizado, un tipo de vínculo en el que está muy presente la agresividad e inseguridad y el cual vamos a ver con más detalle a continuación.

Apego desorganizado: ¿qué es?

El apego desorganizado es uno de los cuatro tipos de apego, caracterizado por haber una relación amenazante entre el cuidador y el bebé, en la que los padres o quienes se encarguen del infante se comportan de forma impredecible. Dentro de la teoría del apego de Bowlby, se entiende por apego al vínculo que se establece entre el niño y sus cuidadores. Este vínculo adquiere gran importancia, dado que condiciona cómo de ajustado psicológicamente estará el niño al convertirse en un adulto en el futuro.

En el caso del apego desorganizado, el bebé se ha criado en un entorno que le es muy hostil, en donde siempre hay agresividad en forma de malos tratos tanto físicos como psicológicos y, en ocasiones, también pueden haber abusos sexuales. Este tipo de experiencias, ya muy malas de por sí, son vividas de forma especialmente dura durante la infancia, produciendo un desequilibrio interno muy fuerte en el niño o niña.

El infante, quien es víctima de sus propios padres o cuidadores, también depende de ellos. No puede huir de la situación porque, además de no disponer de los medios para ello, tampoco se lo podría permitir. El niño, por naturaleza, sabe que no puede vivir sin su cuidador, así que trata de acercarse lo máximo a él, pese a que sabe que va a recibir daño.

Si bien es posible que ante las agresiones se ponga a gritar, es posible que esto solo le traiga más maltratos, haciendo que se llegue hasta el punto en el que se evade de la realidad. Se disocia y, de esta manera, aguantando el daño proveniente de aquellos que deberían protegerlo de cualquier amenaza, el niño logra sobrevivir, dado que, aunque nociva, recibe la atención de sus padres.

Características de los niños con este tipo de apego

Son varias las características propias de los niños quienes han desarrollado apego desorganizado. Manifiestan varios problemas a nivel emocional, y también es posible ver algún déficit psicomotor y cognitivo.

1. Conductas erráticas con los cuidadores

Los niños quienes sufren constantemente abusos por parte de sus padres viven un dilema constante. Por un lado, necesitan recibir cuidados y atención de sus padres, pero por el otro tienden a querer alejarse de ellos.

Esto hace que el niño se comporte de forma aparentemente contradictoria. Por ejemplo, puede que en un momento se ponga a llorar desconsoladamente, buscand a su padres y, después, los agreda.

2. Miedo hacia los cuidadores

Los niños que han sido maltratados por sus propios padres o adultos cercanos acaban desarrollando un evidente miedo hacia ellos. El haber vivido una situación de abuso de cualquier tipo puede contribuir a que se den los síntomas del trastorno de estrés postraumático.

No obstante, cabe decir que no siempre habrá apego desorganizado a causa de una relación con malos tratos. A veces, el vivir con padres con un estilo educativo inestable en el que no se tiene en cuenta al infante es suficiente para que se dé este tipo de apego.

Sea lo que sea que contribuya a esto, la consecuencia final es que el niño acaba asociado la imagen de sus padres con la de a tristeza, el malestar y la culpa hacia sí mismo.

3. Miedo a explorar y fobias

Los niños que han desarrollado este tipo de apego no se atreven a descubrir el mundo en el que viven, por miedo a encontrar a más personas que los hieran o a cometer errores que después serán castigados por sus propios padres.

Este miedo a explorar, además de ser perjudicial para su desarrollo cognitivo porque les priva de nuevos estímulos, puede ir a más, transformándose en múltiples tipos de fobias.

4. Disociación

Especialmente cuando están viviendo un episodio de maltrato, los niños con apego desorganizado acaban disociándose, es decir, pierden el contacto con la realidad.

Esto ocurre debido a que no pueden huir de la situación, pero tampoco pueden cambiarla, y como dependen de sus padres, su mente lleva a cabo esta disociación como mecanismo de defensa.

5. Hipervigilancia

Están constantemente en alerta para evitar en la medida en que puedan una posible agresión o situación aversiva.

6. Problemas cognitivos

Estos pequeños se expresan verbalmente de forma pobre, de manera desorganizada y redundante al hablar. Además, presentan déficits de atención, memoria y concentración y, relacionado con el estrés postraumático, se dan interferencias en su mente en forma de flashbacks de los episodios de abuso.

7. Baja autoestima

Habitualmente, este tipo de niños asocian los abusos con la idea de que son malos y se lo merecen, que realmente sus padres les están castigado por haber hecho las cosas mal y que no han aprendido la lección.

Su sentimiento de culpabilidad es muy grande, y relacionado con el miedo a explorar, no se atreven a probar nuevas experiencias por miedo a errar y sufrir como consecuencia de ello otra situación de malos tratos.

Consecuencias al llegar a la adultez

Al llegar a la vida adulta, quien vivió una relación de apego desorganizado con sus cuidadores manifiesta una serie de características que, en cierta manera, reflejan el tipo de vínculo que vivió en su infancia.

Son adultos quienes presentan serias dificultades a la hora de identificar las emociones y pensamientos de los demás. Pero no únicamente se sienten confundidos a la hora de entender lo que piensan los otros; ellos mismos no son capaces de comprender lo que piensan, además de tener una capacidad lingüística reducida y dificultades a la hora de entender ciertas ideas abstractas.

Como víctimas de maltrato que fueron, tienen muy arraigada la creencia de que eran malas personas y que siguen siéndolo, que se merecían esos actos de abuso físico y verbal y tienden a autolesionarse. Además, como en su infancia el ‘amor’ era manifestado en forma de violencia y agresividad, asumen que es algo normal en todas las relaciones humanas y que es legítimo comportarse así hacia quien se supone que se quiere, anticipando que van a ser agredidas tarde o temprano. Esto dificulta que establezcan relaciones íntimas sólidas.

Cuando se vive este tipo de situaciones, es común ver cómo el niño o niña no es respetado por sus cuidadores, viniendo a indicar que su opinión o deseos no deben ser ni escuchados. Esto se manifiesta en la vida adulta de forma en que la persona no es capaz de sentir respeto por los demás, ni entender sus límites, obligaciones ni derechos como miembros de una sociedad, haciéndolos propensos a cometer más delitos.

Tienden a desarrollar ciertos trastornos, especialmente relacionados con la depresión y la ansiedad. También es posible encontrar a personas con este tipo de apego adictas a drogas, dado que buscaban en ellas la forma de hacer frente a los constantes malos recuerdos sobre su infancia.

¿Cómo es el tratamiento?

La terapia encaminada a tratar a aquellas personas cuya infancia estuvo marcada por el apego desorganizado se enfoca, fundamentalmente, en hacerles ver que no necesariamente van a recibir daño en las relaciones íntimas. El tratamiento se centra en hacer que la persona sea más confiada a la hora de establecer interacción con otras personas, ya sean amigos, la pareja y familiares, tanto implicados como no en el maltrato.

Este aumento en la confianza hacia los demás permite recuperar parte del tiempo perdido y hacer frente al gran miedo que se ha ido adquiriendo durante todo el desarrollo. Es la oportunidad perfecta para desarrollar aquellas actividades que no pudo practicar cuando era víctima de los maltratos y que el temor a que fuera castigada por hacerlo mal le impedía llevarlas a cabo.

Las personas con apego desorganizado necesitan una zona de seguridad, y la consulta del psicólogo es uno de esos lugares. Si el paciente asume esto, la terapia se irá desarrollando de forma adecuada.

Otro de los aspectos a trabajar en la terapia son las etiquetas negativas que se atribuyen a sí mismos, especialmente aquellas como que son malos, que eran maltratados porque se lo merecían, que sus padres les estaban educando así por hacer las cosas mal…

Es una creencia bastante extendida el de pensar que quienes fueron maltratados durante la infancia acabarán convirtiéndose en maltratadores en la adultez. Si bien esto no es algo que siempre pase, ni mucho menos, sí que es adecuado que la terapia fomente una mayor capacidad empática. De esta manera, en caso de que el paciente esté a punto de cometer los mismos errores que hicieron sus padres/cuidadores, piense en cómo se sentía cuando sufría los maltratos y qué consecuencias tendría en la persona a quien está a punto de herir.

Referencias bibliográficas:

  • Gayá-Ballester, C., & Molero-Mañes, R., y Gil-Llario, M. (2014). Desorganización del apego y el trastorno traumático del desarrollo (TTD). International Journal of Developmental and Educational Psychology, 3 (1), 375-383.

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