El asesoramiento psicopedagógico se define como una intervención proveniente de un agente externo e independiente al órgano asesorado (el centro educativo y sus componente profesionales) en la que se establece una relación de colaboración entre ambas partes con la finalidad tanto de hacer frente a posibles problemáticas que puedan surgir en el ejercicio de la práctica profesional docente, como en la prevención global de la aparición futura de las mismas.
Así, en el asesoramiento psicopedagógico se distinguen dos objetivos principales: el clínico, o “de intervención directa” en situaciones disfuncionales reales y actuales, y el de “capacitación del profesional”, más relacionado con la vertiente preventiva.
Principales funciones del asesoramiento psicopedagógico
Cox, French y Loucks-Horsley (1987) realizaron un listado de las funciones atribuibles al grupo asesor, las cuales fueron diferenciadas en función de tres distintas fases de desarrollo de la intervención asesora: iniciación, desarrollo e institucionalización.
1. Fase de iniciación
En lo relativo a la fase de iniciación, la figura asesora debe valorar las necesidades, capacidades y recursos que presenta tanto el centro educativo como el cliente con quien colabora y el conjunto de usuarios beneficiarios finales de la actuación. Además, deberá realizar una valoración del tipo de prácticas que se aplican en el centro, así como de la elaboración del listado de objetivos y metas a conseguir con la intervención.
Del mismo modo, deberá trabajar en la creación de su propuesta de mejora de la práctica actual del centro proporcionando formación en nuevas estrategias de trabajo; organizando y asignando diferentes funciones al grupo docente; actuando en la optimización de los recursos tanto materiales como no materiales; y finalmente, facilitando el establecimiento de un vínculo positivo y comprometido de colaboración entre las diversas partes implicadas en el proceso de intervención.
2. Fase de desarrollo
En la fase de desarrollo el asesor debe enfatizar el ofrecimiento de formación en la solución de problemáticas concretas existentes en la práctica educativa del centro en cuestión, así como realizar un seguimiento de las propuestas de los cambios sugeridos y efectuar una evaluación de dicho proceso.
3. Fase de institucionalización
En la fase final de institucionalización, se persigue incorporar el conjunto de actuaciones efectuadas al listado de directrices y currículo del centro educativo intervenido. También se realiza una valoración y seguimiento del programa implementado y se continúa con la formación del profesorado (sobre todo en caso de nuevas incorporaciones a la plantilla) y la dotación de recursos para posibilitar su continuidad una vez el grupo asesor haya terminado su trabajo en el centro educativo.
Características del servicio de asesoramiento psicopedagógico
Entre las características que definen el servicio de asesoramiento psicopedagógico destaca, en primer lugar, que se trata de una intervención indirecta, puesto que la figura asesoradora trabaja conjuntamente con los profesionales del centro (el cliente) para que las orientaciones facilitadas se reviertan finalmente en los alumnos (usuarios últimos). Por ello, podría definirse como una “relación triádica”, en la cual se establece un compromiso entre el grupo asesor y el cliente.
Por otra parte, como se ha comentado anteriormente, se trata de una relación de carácter cooperativo, consensuado y no jerárquico, en la cual ambas partes se comprometen a colaborar conjuntamente de igual a igual. Finalmente, al consistir en un órgano independiente, el grupo asesor no ejerce ninguna posición de autoridad o control respecto de su cliente, y por lo tanto se entiende que su relación es de naturaleza no vinculante.
Posibles críticas del papel del asesor psicopedagógico
Tal y como plantea Hernández (1992) algunas de las críticas con respecto a la función e intervención de la figura asesora en el centro educativo hacen referencia al sentimiento reflejado, por parte del equipo de profesionales docentes, de una disminución de la propia autonomía en cuanto al desempeño de su labor diaria.
Además, ligado con esta sensación de falta de libertad de actuación, el colectivo de profesorado puede desarrollar la idea de que su tarea queda circunscrita a la realización de trámites burocráticos, quedando limitada su capacidad creativa para realizar posibles propuestas innovadoras. Por otra parte, el hecho de entender al conjunto asesor como un agente mediador entre la administración y el sistema educativo, puede hacer menguar la connotación de independencia de la figura asesora.
El asesoramiento psicopedagógico en el centro educativo
En la propuesta que realiza Rodríguez Romero (1992, 1996a) sobre las funciones generales que desempeña la figura de asesoramiento pedagógica en el ámbito de la educación se destacan las siguientes: formación, orientación, innovación, supervisión y organización.
Exceptuando la función de supervisión, las cuatro restantes han sido aceptadas y consensuadas sin ningún tipo de cuestionamiento teórico-práctico. En lo referente a la función de supervisión, sí existe cierta discrepancia en cuanto que en la naturaleza intrínseca de la propia función de asesoramiento se entiende que la relación establecida entre el organismo asesor y el organismo asesorado es de cooperación, definido por un vínculo entre partes iguales. De este modo, el concepto de supervisión entra en conflicto con este tipo de funcionamiento, puesto que este último término lleva asociado una connotación de asimetría o jerarquía, entendiéndose que el organismo supervisor se encuentra en un nivel superior, mientras que el organismo supervisado estaría en un nivel inferior.
Los Equipos de Asesoramiento Psicopedagógico (EAP)
Tal y como se ha indicado anteriormente, dos son las funciones principales de los equipos de asesoramiento psicopedagógico en el ámbito educativo:
La primera, se relaciona con una finalidad de solución de problemas reales, ya existentes en el funcionamiento de la práctica docente cotidiana. Esta función “remedial” se centra en la situación problemática en sí misma y pretende ofrecer una solución a nivel más puntual.
La segunda, hace referencia a un objetivo más preventivo o “capacitador” y está orientado al asesoramiento destinado al equipo de docentes con la finalidad de facilitarles estrategias y recursos para favorecer el buen funcionamiento de su práctica profesional y evitar problemáticas futuras. Así, el asesoramiento no se centra en la situación problemática, sino en la intervención en el conjunto de profesorado para dotarles de determinadas habilidades y competencias a desempeñar en su tarea docente de forma general.
Esta segunda opción es la función central en los equipos EAP, aunque también pueden dedicarse de forma complementaria a la primera.
Una consideración significativa respecto de las particularidades de los equipos EAP hace referencia a su caracterización como colectivo altamente profesional y competencial en el ámbito del asesoramiento educativo. Ello, hace asociar a esta figura una elevada connotación de colegialidad en su área de actuación profesional. Derivado de la generación tradicional de ciertos tipos de críticas relacionadas con el establecimiento de una definición clara y específica sobre qué es exactamente un equipo de asesoramiento psicopedagógico y cuáles son sus funciones concretas (conflictos de rol), se ha generado un movimiento interno de reafirmación propia con la finalidad de combatir estas críticas provenientes de otros grupos externos.
Referencias bibliográficas:
- Álvarez González M., Bisquerra Alzina, R. (2012): Orientación Educativa. Wolters Kluwer. Madrid
- Bisquerra, R. (1996). Orígenes y desarrollo de la orientación psicopedagógica. Madrid: Narcea
- Hervás Avilés, R.M. (2006). Orientación e Intervención Psicopedagógica y procesos de cambio. Granada: Grupo Editorial Universitario.