El bullying, o el acoso escolar, es un fenómeno que ocurre en los entornos educativos y que se presenta con mucha frecuencia entre adolescentes. En una análisis sobre el perfil de agresor y víctima, Serra-Negra, et al (2015) reconocen cuatro principales tipos de bullying: físico, verbal, relacional e indirecto (que incluye el rumor). Otros autores, como McGuinness (2007) agregan el “ciberbullying” como una categoría que merece ser revisada por separado.
En este artículo nos enfocaremos específicamente en describir las manifestaciones, consecuencias e intervenciones del bullying verbal, comenzando por una definición del bullying y de sus principales características.
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Más allá de la víctima y el victimario
El término “bullying” es el neologismo que hace referencia al acoso escolar. Su significado traducido al castellano es “intimidación personal” y viene del inglés “bully”, que significa “abrumar con amenazas”. Así mismo, “bully” puede hacer referencia a la persona que es cruel o intencionadamente agresiva hacia otras.
En tanto fenómeno presente y recurrente en el contexto educativo, el bullying ha sido especialmente estudiado desde la década de los 70’s, inicialmente en los países nórdicos después de que se reportaran casos de suicidio adolescente relacionados con acoso escolar.
La definición más clásica de bullying en este contexto incluye la repetición de acciones agresivas e intencionadas realizadas de uno o más estudiantes hacia un miembro del grupo; a lo que se suma un abuso sistemático de poder que involucra la repetición del daño y una serie de relaciones inequitativas entre los miembros (McGuinness, 2007).
No obstante, el bullying ha sido típicamente definido y analizado alrededor de la relación y los perfiles psicológicos de la víctima y el victimario, como si el comportamiento violento tuviera su raíz y su funcionamiento únicamente en estos dos individuos. Aunque lo anterior ha sido muy relevante, hay también otros elementos que activan y re-producen el acoso en las relaciones adolescentes.
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Causas del acoso escolar y sus componentes sociales
Salmivalli, Lagerspetz, Björkqvist, et al (1995) nos dicen que, en su naturaleza, el bullying es un fenómeno social, en tanto que tiene lugar en el seno de grupos que son relativamente permanentes. Una de sus principales características es que la víctima tiene pocas posibilidades de evitar a los victimarios, no sólo porque con frecuencia el fenómeno se mantiene invisible, sino porque los ataques son generalmente respaldados por los otros miembros del grupo.
Por lo tanto, el bullying es también una categoría de comportamiento agresivo en donde hay una ambivalencia de poder que permite que dicho acto se repita grupal y periódicamente. No se trata sólo de una relación violenta que se establece de un agresor hacia una víctima, sino que es un tipo de violencia que ocurre en el contexto de grupo, en donde, a través de roles determinados, unos miembros pueden reforzar el comportamiento violento de otros miembros.
Por la misma razón, es posible distinguir entre una relación donde hay bullying y otra donde hay simplemente un conflicto, mediante evaluar si las relaciones de poder entre los involucrados son o no son equitativas. Dicho de otro modo, no se trata de bullying cuando el conflicto ocurre entre dos personas que tienen las mismas posiciones de poder.
¿Qué es el bullying verbal y cómo se manifiesta?
De acuerdo con McGuiness (2007), distintas investigaciones han mostrado que el bullying verbal es el método de acoso escolar más frecuente. Ocurre en ratios similares entre chicos y chicas, y los insultos se caracterizan principalmente por componentes raciales y de género. Así mismo, los métodos de bullying verbal más comunes son las calumnias, es decir, los enunciados falsos y malintencionados, las burlas y el llamar a la persona con sobrenombres despectivos o violentos.
Por su parte Serra-Negra, Martins, Baccin, et al (2015) nos dicen que el principal detonante del bullying verbal es la dinámica de aceptación de unos miembros del grupo a otros miembros, lo que está influenciado por factores como las características físicas y el estatus socioeconómico de todos ellos.
Dicho de otra manera, además del canal por medio del cual se ejerce la violencia (verbal, físico, etc.), los diversos tipos de intimidación pueden tomar múltiples focos. Por ejemplo, el comportamiento ofensivo puede tener como objetivo el género, la raza, la discapacidad o la clase social, entre otras categorías.
Cuando dichas características no se corresponden con las expectativas del grupo, el individuo es rechazado y acosado. Así pues, los mismos autores nos dicen que el bullying verbal están principalmente motivado por las siguientes cuestiones:
- Características físicas, como obesidad o mucha delgadez, el color de la piel, el tipo de cabello, el modo de vestido, la discapacidad, entre otras.
- Prejuicios y estereotipos religiosos, raciales y de género, lo que incluye homofobia, lesbofobia y transfobia.
Así pues, la detección del bullying verbal inicia con dar relevancia a cualquier enunciado cuyo contenido esté centrado en las cuestiones anteriores. Esto puede detectarse tanto en la escuela como en la casa. De hecho, a pesar de que el bullying ocurre por definición en la escuela, es en los comentarios realizados dentro del seno familiar donde muchas veces se hace más evidente. Una vez detectado esto, puede ponerse en relación con manifestaciones individuales y emocionales como las que veremos más abajo.
Consecuencias emocionales de estos ataques
De acuerdo con Elipe, Ortega, Hunter, et al (2012), el bullying puede generar desajustes emocionales importantes, que si se mantienen a mediano y plazo, pueden tener consecuencias muy negativas y diferenciales para la víctima y para los agresores. En este sentido, la expresión y la regulación emocional es uno de los posibles predictores de la situación de bullying.
Así mismo, otras consecuencias del bullying en la persona que es víctima, y que son a su vez indicadores de la victimización, son las siguientes:
- Deserción o fracaso escolar.
- Reportar sentimientos excesivos de culpabilidad.
- Inhibición en la comunicación y en la socialización.
- Enfermedades psicosomáticas repetitivas.
- Una apreciación negativa sobre sí mismo.
Estrategias de prevención e intervención
Considerar el bullying como un fenómeno no solo psicológico sino social es importante porque nos permite analizar dinámicas y componentes que a veces pasan desapercibidos, y que no obstante sientan las bases en las que se genera y se reproduce la interacción violenta.
Tomar lo anterior en consideración es un elemento imprescindible en la planeación de estrategias de intervención y prevención del acoso escolar, tanto a nivel familiar como en el entorno educativo.
En tanto que estos últimos, el entorno familiar y el educativo, son los dos principales sistemas de apoyo de los adolescentes, cualquier alteración en ambos puede afectar significativamente el curso de su desarrollo (en lo negativo y en lo positivo). Veremos a grandes rasgos algunas estrategias que pueden llevarse a cabo en ambos contextos.
1. En el entorno educativo
Distintos estudios hablan de que existe un menor ajuste psicosocial y un escaso nivel de empatía en los miembros del grupo que agreden a otros (Elipe, Ortega, Hunter, et al, 2012). En este sentido, es importante que el entorno educativo refuerce la empatía, y para esto, es necesario conocer y trabajar los esquemas de reconocimiento que hay entre los distintos miembros. A partir de ahí, es necesario facilitar entornos de convivencia libres de estereotipos y de acoso.
2. En el entorno familiar
Las estrategias de prevención e intervención en el entorno familiar dependen en gran medida de la dinámica generada por los adultos.
En este sentido, es importante empezar con una detección de los indicadores de bullying que se hacen presentes a nivel verbal, y luego explorar cuáles son los esquemas de fondo que están provocando que el adolescente tenga una percepción despectiva sobre las características del compañero al que agrede. Intervenir mediante la modificación de dichos esquemas es importante para contrarrestar la tendencia a la agresión.
Así mismo, tanto en la familia como en la escuela, es importante contar con información detallada y confiable sobre el tema, que haga posible realizar estrategias educativas basadas en la empatía y en el reconocimiento respetuoso de los demás.
3. Empoderamiento de la víctima
Es también importante trabajar con los estilos de afrontamiento de las víctimas de bullying. Para esto, es indispensable comenzar por reconocer la situación de bullying y saberse víctima de ella. No obstante, lo que sigue es reforzar el reconocimiento de sí misma como una persona que también puede generar recursos para contrarrestar la relación violenta.
Dicho reconocimiento inicia desde la forma en la persona que se siente tratada por los adultos y sus contextos de referencia, así como por sus pares. La interacción que la víctima establece con sus entornos más cercanos puede reforzar la situación de vulnerabilidad, lejos de contrarrestarla, por lo que este es un elemento que también debe ser analizado.
Referencias bibliográficas:
- Serra-Negra, J., Martins, S., Bacin, C. et al. (2015). Verbal school bullying and life satisfaction among Brazilian adolescents: Profiles of the aggressor and the victim. Comprehensive Psychiatry, 57: 132-139.
- Duy, B. (2013). Teachers’ attitudes toward different types of bullying and victimization in Turkey. Psychology in the Schools, 5(10): 987-1002.
- Elipe, P., Ortega, R., Hunter, S. et al (2012). Inteligencia emocional percibida e implicación en diversos tipos de acoso escolar. Psicología Conductual, 20(1): 169-181.
- McGuiness, T. (2007). Dispelling the Myths of Bullying. Youth in Mind. Journal of Psychosocial Nursing, (45) 10: 19-23.
- Scheithauer, H., Hayer, T., Petermann, F. et al. (2006). Physical, verbal and relation forms of bullying among German students: age trends, gender differences and correlates.
- Salmivalli, C., Lagarspetz, K., Björkqvst, K. et al. (1996). Bullying as a Group Process: Participant Roles and Their Relations to Social Status Within The Group. Aggressive Behavior, 22:1-15.