A muchos padres y madres les cuesta abordar el tema de las partes íntimas con sus hijos. Quizá por vergüenza, por temor o porque tienen dudas sobre cómo y cuándo hacerlo. De hecho, algunos incluso dudan que sea necesario y delegan esta tarea en el colegio, pensando que la educación sexual que reciben allí ya es suficiente.
Sin embargo, hablar con nuestros hijos e hijas sobre las zonas privadas de su cuerpo es uno de los mayores actos de protección que podemos hacer hacia ellos/as. Al tener conversaciones adaptadas, honestas y accesibles estamos potenciando su autonomía y seguridad a la par que favorecemos que desarrollen una relación sana con su cuerpo.
A lo largo de este artículo hablamos sobre qué son las zonas privadas del cuerpo, por qué es importante tener este tipo de conversaciones con nuestros hijos e hijas y cuándo hacerlo. Además, explicamos cómo adaptar la información por edades y cómo conseguir crear un ambiente de confianza.
¿Qué son las zonas privadas de su cuerpo?
Habitualmente se dice que las zonas privadas del cuerpo son aquellas que suelen estar cubiertas por el bañador, es decir, los pechos, los genitales y las nalgas. No obstante, muchos autores plantean que debemos enseñar a los niños y las niñas que la boca también es una parte privada, aunque no esté cubierta por la ropa.
Estas zonas privadas se deben mantener tapadas y no se muestran a nadie sin consentimiento. En cambio, las zonas “públicas” de su cuerpo son aquellas que no necesitan estar cubiertas (manos, pies, etc.). Sin embargo, aunque estén a la vista nadie puede tocarlas sin consentimiento.
¿Por qué es tan importante tener esta conversación y cuándo hacerlo?
Cómo decíamos anteriormente, hay muchos motivos que llevan a los padres y las madres a evitar o postergar este tipo de conversaciones. Desde la falta de conocimientos o herramientas hasta los propios miedos y tabúes. En ocasiones, los adultos tienen miedo de que tener estas conversaciones vaya a suponer la pérdida de la inocencia de las criaturas.
Sin embargo, lo ideal es empezar a tener este tipo de conversaciones —siempre adaptando el mensaje y el vocabulario— cuanto antes. Por un lado, aprender sobre los límites en relación con su cuerpo les protege de posibles abusos. En este sentido, es crucial fomentar su autonomía corporal y que sepan que pueden poner límites.
Por último, el hecho de que en casa no existan gemas tabú y que los niños y las niñas sepan que pueden hablar de estos temas con nosotros/as ayuda a reforzar el clima de confianza necesario para que puedan pedir ayuda si les sucede alguna cosa.
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¿Cómo puedo adaptar el enfoque según la edad?
Es cierto que el mensaje se debe transmitir desde el principio, pero es crucial adaptar tanto el vocabulario como la información que se da tanto a la edad como al desarrollo emocional y cognitivo de la criatura.
No se trata de tener una única conversación muy grande, sino de conversaciones diversas que se van produciendo a lo largo del tiempo en las que se puede ir adaptando y ampliando el mensaje en función del nivel de comprensión que tenga el niño o la niña.
1. Niños menores de 2 años
Aunque algunos puedan considerarlo exagerado, es importante asentar las bases desde el principio. En esta etapa se empieza a crear consciencia nombrando las partes del cuerpo con sus nombres reales y sin diminutivos. Además, es importante que avisemos a las criaturas de que les vamos a cambiar el pañal o limpiar para ir introduciendo la idea de que su cuerpo les pertenece.
2. Niños de 2 a 5 años
En este rango de edad ya pueden entender el concepto de “partes privadas”. Debemos usar un lenguaje claro, directo y sencillo. Nuestra misión es hacerles saber que nadie puede tocar sus partes privadas sin su permiso y que solo pueden hacerlo las personas seguras (previamente definidas). Además, les enseñamos también que pueden decir que no quieren ser tocados y expresar que algo no les está gustando.
Es un momento crucial para explicar la diferencia entre el contacto físico deseado y consentido de aquel que no lo es. No queremos generar miedo y alerta innecesaria, pero sí conciencia sobre su cuerpo y seguridad interna para poder cuidar de su autonomía corporal. En esta etapa puede ser realmente útil ayudarse de soportes como cuentos y libros que abordan el tema.
3. Niños de 6 a 9 años
Entre los 6 y los 9 años se puede empezar a profundizar en la idea del consentimiento, el respeto y los límites corporales tanto propios como ajenos. Se puede practicar con ellos mediante la interpretación de ejemplos de situaciones cotidianas para que sepan qué hacer en caso de necesitarlo.
Por otro lado, es posible que en estas edades haya un aumento de la curiosidad hacia su propio cuerpo y es importante hablar del tema con naturalidad, sin juicio. Debemos normalizar que puedan estar pasando por esta etapa y enseñarles que pueden explorarse en la intimidad (su habitación o el baño, por ejemplo).
4. Preadolescentes y adolescentes
La honestidad en este punto debe ser el lugar desde el que se dan las conversaciones, siempre libres de juicio. Es importante hablar sobre los comportamientos potencialmente peligrosos y/o inapropiados tanto en su cuerpo como en el de los demás.
Se trata de acompañar y guiar hacia una construcción sana de la sexualidad sabiendo que hay otros factores muy importantes, como la presión social, que van a entrar en juego con más fuerza. En este punto, se puede fomentar su autonomía corporal desde los hábitos de higiene, dando espacio a la privacidad y teniendo conversaciones abiertas —y sin juicio— sobre los cambios difusos y emocionales.
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Cómo crear un ambiente de confianza
Para construir un ambiente de confianza al que nuestros hijos e hijas puedan acudir siempre que lo consideren es importante tener en cuenta algunos aspectos. Como ya hemos mencionado anteriormente, debemos empezar a hablar y normalizar estos temas cuando antes nombrando a las partes del cuerpo por su nombre real.
Además, es necesario que hablemos con la mayor naturalidad posible y siempre respondamos a sus preguntas de forma honesta. En este sentido, siempre que quieran preguntar o compartir sus inquietudes, escucharemos de forma activa y sin juicios. Todo esto nos va a permitir crear espacios en los que el diálogo sea fluido y la comunicación abierta.
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