¿Puedes traer a tu mente ese tono agudo que tus hijos/as utilizan para expresar ciertas quejas? Ese tono que no llega a ser llanto y que algunas personas catalogan como “lloriqueo”. Quizá has recordado algún momento en el que tu hijo/a no paraba de quejarse mientras estabais en la cola del supermercado, en el coche o incluso en casa.
Es cierto que este sonido puede resultar agotador, irritante e incluso desesperante para muchos padres y madres. Y, aunque es una fase común del desarrollo, puede ser todo un reto acompañarlo sin perder la paciencia. Precisamente por eso, es crucial entender que sucede por algún motivo y que tiene una función.
A lo largo de este artículo te explicamos por qué los niños pequeños se quejan tanto y qué hay detrás de esto. Exponemos, también, aquellas cosas que no funcionan y planteamos alternativas para poder acompañar a los niños y las niñas de forma respetuosa y sin perder la paciencia.
¿Por qué se quejan tanto?
El cerebro de los niños no está completamente desarrollado. Esto implica que durante toda su infancia y adolescencia van aprendiendo herramientas que les permiten entender y adaptarse al mundo que les rodea. No podemos perder esto de vista para asegurarnos de que lo que esperamos de nuestros hijos e hijas sea realista.
Especialmente durante los primeros años de vida, los infantes no tienen suficientemente desarrolladas las habilidades comunicativas. Esto hace que les cueste —o les resulte prácticamente imposible— poder comunicar lo que les sucede, cómo se sienten y qué necesitan. Así pues, la queja es una forma de comunicación.
En los más pequeños de la casa, el uso de este tono de queja sirve para expresar malestar, cansancio, frustración o alguna necesidad no cubierta. Los estudios demuestran que este tipo de entonación pretende generar una respuesta en los adultos, es decir, es funcional porque consigue captar nuestra atención.
En 2011 se publicó un estudio en el que se identificó el quejido como parte del repertorio vocal de los niños cuando están sufriendo episodios emocionales muy intensos. Según los autores, suele estar asociado a la tristeza o el enfado y puede ser un intento de autorregulación.
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¿Qué hay detrás del quejido?
Aunque para los adultos puede ser algo difícil de sostener y acompañar, diversos autores sugieren que el quejido no es algo malo. Al contrario de lo que se piensa con frecuencia, tiene una función adaptativa. Por un lado, puede ayudar a descargar tensión y, por otro lado, puede buscar empatía en el entorno y generar un cambio.
Tal y como vimos anteriormente, el quejido es una forma de comunicación que nos habla de una necesidad no cubierta. A los adultos nos cuesta porque a veces lo que escuchamos a nivel verbal se contradice y no sabemos cómo actuar. Por ejemplo, si nuestro hijo se queja porque no quiere un juguete que justamente acababa de pedir, es probable que esté cansado o sobreestimulado.
Por otro lado, debemos tener en cuenta también que la forma en la que respondemos a esta forma de comunicación también es importante. Si no les enseñamos herramientas emocionales y de comunicación alternativas, seguirán usando las que tienen si les ayuda a satisfacer su necesidad. En el caso de que la necesidad siga descubierta, es probable que los comportamientos cambien por otros de más intensidad.
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¿Qué no funciona ante el quejido?
Muchos autores defienden que las quejas constantes o “el lloriqueo” (dependiendo de cómo se traduzca el término whining del inglés) es una fase común que atraviesan niños y niñas en la infancia, especialmente de edad preescolar. El tono agudo permite expresar la frustración, un deseo o emociones intensas y facilita la liberación de tensión.
A veces, necesitan cercanía y consuelo, mientras que otras necesitan reducir los estímulos de su entorno. Recordemos que usan esta herramienta porque todavía no han podido interiorizar todavía estrategias de regulación emocional. Precisamente por eso, utilizar frases del tipo “cálmate” no es útil.
En esta misma línea, tampoco es recomendable ignorar este tipo de comunicaciones. Si lo que en el fondo necesitan nuestros hijos es conexión y atención, tanto la opción de ignorarlos como la de pedirles que se calmen no van a satisfacer esta necesidad y la conducta puede ir en escalada.
Ya hemos mencionado anteriormente que la forma en que actuemos cuando nuestros hijos e hijas se quejan constantemente es realmente importante. Algunas personas ceden continuamente ante los quejidos con el objetivo de que cesen. Si bien es cierto que a corto plazo puede calmar la queja, no estamos enseñando a nuestros hijos e hijas herramientas de regulación emocional ni fomentando su autonomía.
¿Cómo podemos acompañar a nuestros hijos e hijas sin perder la paciencia?
Acompañar el quejido no significa ceder constantemente ante todas las peticiones que hagan. Sostener este tipo de comunicación implica poder comprenderlo; a continuación veremos algunas estrategias que pueden ser útiles para responder de forma empática, respetuosa y efectiva.
1. Identificar el desencadenante
Si adoptamos una actitud de curiosidad en relación con el comportamiento de nuestros hijos e hijas, podremos comprender mejor cuáles son sus necesidades y cómo podemos ayudarlos. Puede ser útil identificar patrones observando qué ocurre antes y durante las quejas.
Además, también es importante preguntarse si quizá puede tener hambre, estar cansado/a o sobreestimulado o si quizá necesita un momento de conexión con nosotros/as.
2. Anticiparse a las necesidades
No siempre será posible, pero cuando lo sea es interesante que intentemos prever las necesidades de nuestras criaturas y anticiparnos. Si, por ejemplo, nuestro hijo o hija llega sobreestimulado de la escuela podemos preparar una merienda tranquila para que pueda comer y relajarse.
3. Reconocer la emoción
Los niños están desarrollando sus herramientas de regulación emocional y necesitan de nuestra ayuda. Cuando ponemos nombre a las emociones que están sintiendo les ayudamos a identificar lo que les pasa. De esta forma es como lo van integrando y, con el tiempo, podrán llegar a expresarlo.
4. Ser su calma
Puesto que su cerebro está en desarrollo y el área que se encarga del control de los impulsos, el razonamiento y la regulación emocional todavía está inmadura, los niños necesitan que seamos su “corteza prefrontal auxiliar”. Esto quiere decir que si podemos “prestarles” nuestra calma, un estado regulado, ellos se ajustarán y se irán calmando. Además, al vernos a nosotros/as aprenden herramientas de regulación emocional.
5. Buscar alternativas
A lo largo del artículo se ha mencionado en diversas ocasiones que el quejido es una forma de comunicación que se utiliza debido a la falta de herramientas o habilidades comunicativas más desarrolladas. En los momentos de calma, cuando el cerebro del niño/a puede procesar la información que le estamos dando, podemos practicar juntos alternativas para expresarse.
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