En muchas ocasiones solemos quitarle importancia a los temas relacionados con la expresión de las emociones en los niños.
Es bastante común creer que los acontecimientos del día a día o los eventos extraordinarios no les afectan y no se dan cuenta cuando hay problemas en casa, en el colegio, o cuando algunos de sus compañeros no se encuentran bien, pero es precisamente en esta etapa de sus vidas cuando más atención necesita el cuidado y la gestión de las emociones y sentimientos.
La gestión emocional en los niños
La infancia es la base del cómo actuaremos de adultos. Para visualizar mejor este hecho, podríamos imaginar que nuestros niños son pequeños adultos y la función de nosotros como padres, tutores, maestros o terapeutas es facilitarles herramientas que utilizarán a lo largo de su crecimiento.
Para lograrlo me gustaría explicar algunos consejos que se pueden aplicar tanto en casa como en la escuela, en el primer paso para lograr la regulación de las emociones y sentimientos.
Emoción y sentimiento en la niñez
Para comenzar, quisiera mencionar la diferencia entre dos conceptos, que en ocasiones pueden ser algo confusos, para luego adentrarnos un poco más en el contenido y así servir de guía emocional para nuestros hijos, alumnos, familiares, etc. Se trata de la distinción entre sentimientos y emociones.
Tipos de emociones
Las emociones aparecen antes de la sensación consciente; es una reacción orgánica acompañada de cambios físicos. Son de origen innato y su respuesta va acompañada o está influenciada por nuestras experiencias, generalmente aparecen de manera brusca y son pasajeras.
Se considera que existen 6 categorías básicas de las emociones.
- Ira: La solemos vivir como una experiencia abrumadora, podemos creer que estamos perdiendo el control de nuestras acciones. También la conocemos como rabia, enojo, resentimiento, furia o irritabilidad.
- Aversión: Nos permite evitar intoxicaciones alimenticias o de cualquier otro tipo. Se conoce también como asco o repulsión. Dentro de las interacciones sociales ocurre cuando nos alejamos de alguien o alguna situación ya que nos produce desagrado.
- Tristeza: Relacionada con la pena, soledad o pesimismo. Puede estar presente con la misma intensidad tanto en niños como en adultos y en ocasiones puede ser utilizada para crear empatía en el otro.
- Sorpresa: Emoción que provoca sobresalto, asombro o desconcierto por una situación o acontecimiento.
- Alegría: También expresada con euforia, gratificación, y da una sensación de bienestar y seguridad.
A pesar que la emoción del amor no está considerada dentro de las primeras seis emociones básicas, es importante recordar el valor que representa y lo profundo que puede llegar a ser, incluso en niños.
Tipos de sentimientos
Por otra parte, pero estrechamente relacionados con las emociones, están los sentimientos. Estos son el resultado o consecuencia de las emociones.
Se refieren a un estado de ánimo afectivo por lo general de larga duración, y suele permanecer más en el tiempo en comparación a las emociones. Es por eso que cuando alguien está enamorado de otra persona podría decir “siento que me he enamorado de ti” y no “mi emoción es enamoramiento por ti”.
Consejos para el manejo de las emociones en niños
Pasemos ahora a aplicar a la práctica esta distinción teórica para ayudar a los pequeños en la regulación de sus emociones.
1. Conocer y reconocer las emociones (lo pasajero)
Son muchos los elementos involucrados en el desarrollo del niño. La maduración cognitiva de cada uno es única; su desarrollo o proceso dependerá, entre otras cosas del ambiente proporcionado en casa, la relación con sus familiares, la relación con sus iguales y el ambiente educativo proporcionado en la escuela. Sin embargo, generalmente alrededor de los 2 años se podría iniciar la enseñanza del reconocimiento de las emociones en ellos mismos. Esto los ayudará en gran medida a sentir mayor control sobre sus emociones, sentimientos, pensamientos y reacciones ante situaciones adversas o del día a día.
Para reconocer las emociones debemos primero conocerlas. Solemos pensar que es algo evidente para los pequeños, pero es importante explicarles que existen diferentes emociones y la diferencia con los sentimientos. El mayor énfasis estará en que el niño deberá comprender que una emoción de ira, por ejemplo, es pasajera, y para los padres lo más importante es saber que la presencia de esta emoción no define a sus hijos.
¿Cómo aplicar este consejo?
Para lograr el aprendizaje de las emociones, sentimientos y su diferencia, podemos utilizar diferentes herramientas; por ejemplo, podríamos usar libros. Hoy en día se puede encontrar una gran variedad en libros infantiles pensados especialmente para enseñanza de las emociones. Algunos de los que me gustaría recomendar son; "Monstruo triste, monstruo feliz", “El pequeño Edu no está enfadado”, “Tipos duros, también tienen sentimientos”, “Coco y Tula: ¡Sentimientos!”.
Para niños un poco más grandes y adolescentes, “Laberinto del alma”, “El diario de las emociones” y “Recetas de lluvia y azúcar” son libros fáciles de conseguir e incluso se pueden comprar vía online. La lectura ayuda al niño a visualizar e internalizar situaciones y a entender cómo reaccionaron los personajes ante los diferentes eventos, relacionándolo así con su vida. Por ejemplo, si algunos de los personajes de la historia están molestos, el niño seguramente lo relacionará con alguna situación actual, “mi amigo está molesto conmigo”. Para que la lectura tenga mayor eficacia, se puede realizar junto con ellos en un momento de intimidad y total atención hacia la actividad. Es importante escuchar las ideas que el niño tenga que decir acerca de ciertas impresiones y aclarar las dudas.
Otra manera de enseñar sobre las emociones, tanto en casa como en la escuela, es la dramatización. Después de que los padres o maestros hayan improvisado una pequeña obra, (no tiene que ser algo tan organizado, de hecho un poco de improvisación no vendría mal) podrán ir juntos explorando y expresando las diferentes situaciones que requieran la expresión de diferentes emociones y sentimientos, actuar delante un espejo podría ayudar a la visualización e internalización de las mismas.
2. Aceptar las emociones
Aceptar es un concepto amplio, y me gustaría destacar que este punto no consiste en aceptar un mal comportamiento ni una mala reacción hacia una emoción, sino aceptar que el niño está sintiendo cierta emoción.
Algunos padres se preguntan por qué su hijo está triste, o la maestra se pregunta por qué ese niño está molesto, por ejemplo. Como padres pensamos que los niños no tienen responsabilidades, no deben pagar cuentas o dar explicaciones al banco. La maestra podría considerar que ha planificado la clase más divertida del mes, pero “ese niño” sigue enfadado y es ahí donde me gustaría que se utilizase el término aceptar. Debemos aceptar que los niños se emocionan aunque la emoción sea tristeza, rabia, aversión, miedo… como sociedad hemos colocado en el podio a las emociones positivas, pero las no tan positivas también son parte de nosotros y debemos sentirlas.
3. Manifestación de las emociones
No diré que es el paso más complejo, pero sí el que posiblemente requiera mayor esfuerzo, tanto para el adulto como para el niño. La manera de manifestar nuestras emociones está construida y constituida por muchos elementos. Generalmente, los niños imitan a sus padres o a las personas con las que comporten la mayor parte del tiempo. Sí nosotros como adultos solemos golpear cosas en un momento de ira, no podemos exigir a los pequeños de la casa que no hagan lo mismo, ya que lo harán, delante o no de sus padres. Para enseñarles a nuestros hijos cómo manifestar las emociones debemos ser un modelo para ellos.
La manera de manifestar las emociones va acompañada de pensamientos coherentes. Estos pueden desencadenar fuertes sensaciones de, por ejemplo, desespero, que nos pueden llevar a hacer cosas que realmente no queremos. Es decir, lo que pensamos nos impulsa a actuar de una u otra manera. Para ayudar a que el pensamiento no les abrume, es importante acordar límites, de esta manera ayudamos a que los pensamientos no se desborden, por decirlo de alguna manera.
Como adultos debemos establecer lo que está permitido y lo que no: “Sí estás muy molesto puedes romper hojas o papel de periódico pero no puedes golpear a tu hermano menor”, por ejemplo. Los límites deben estar discutidos y acordados por ambos lados, tanto por los niños como por los padres, y es importante recordar que no se negocia ni se le habla cuando está en plena rabieta.
Está más que claro la complejidad de lo que le queremos pedir a nuestros niños, pero lo más importante es que entiendan que una emoción es pasajera. Y nosotros, como adultos, debemos entender que esta emoción no define al pequeño, y más importante aún, que debemos evitar reforzar ciertos tipos de comportamiento etiquetándolo con comentarios “es un mal portado”, “siempre que venimos para aquí lloras” o “la misma rabieta todas las mañanas”.
Considerando las edades de los niños
Con la aplicación de los límites en la manifestación de las emociones el primer cambio que posiblemente se vea reflejado será una respuesta menos explosiva pero el resultado final se logrará después de mucha constancia. Pero también hay que tener en cuenta la edad del niño o niña que tratamos de educar.
Al respecto hay que recordar varios elementos: hasta los dos años las rabietas son muy comunes, y las transiciones o cambios de una actividad a otra también dan pie para el inicio de una fuerte rabieta. Por eso, mi mayor consejo, sin importar la edad del niño, es anticiparlos: “en cinco minutos iremos al médico” (a pesar de que hasta cierta edad no tienen clara conciencia del tiempo, se les puede mencionar el tiempo, ellos entenderán que habrá un cambio pronto). La constante comunicación será el mejor aliado para los padres.
4. Expresar de manera asertiva
La comunicación asertiva será nuestra máxima meta. Lograr que el pequeño diga lo que siente y el por qué será el mayor de los logros. Para ello debemos facilitarle la confianza necesaria para que logre creer en él mismo, y así podrá identificar con mayor facilidad su emoción.
Concluyendo
Son muchos los padres preocupados asistiendo a citas médicas y psicológicas a causa de las rabietas de sus hijos y eso es lo más recomendado. Pero como padres debemos detenernos un momento, dejar de mirar a nuestros hijos y comenzar a observarlos con detenimiento. Un malestar emocional podría estar provocado por elementos que nosotros mismos podríamos modificar. Por ejemplo la alimentación. Otros motivos pueden ser problemas o dificultades relacionados con el sueño, que pueden ir desde una luz que molesta a la hora de dormir o la falta de ella, una temperatura muy elevada o baja en la habitación, etc. Las causas pueden ser múltiples.
En el caso de que diversos elementos físicos hayan sido verificados, pasamos a considerar los elementos psicológicos y si el niño continúa con fuertes respuestas emocionales, (recordemos que “los malos comportamientos” por lo general son llamadas de atención relacionadas con que algo no anda bien), entonces lo mejor será llevarlo a un chequeo médico y psicológico.
Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad