Si hay algo peor que derrochar dinero para aparentar tener poder adquisitivo, es derrochar dinero gastando muchos regalos y juguetes para niños y niñas de muy corta edad que ni siquiera se beneficiarán de este sacrificio.
Pero dar muchos juguetes no es tan solo una manera de hacer que el gasto no se convierta en una mayor felicidad para los pequeños. De hecho, hay motivos para pensar que ser demasiado “amable” con la cantidad de obsequios, por ejemplo en un cumpleaños o por Navidad, no solo no añade estimulación y satisfacción, sino que resta. ¿Por qué ocurre esto? Veámoslo.
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Los excesos de regalos y juguetes a los niños
Existen un montón de costumbres y hábitos socialmente normalizados que nos llevan a apostarlo todo a la abundancia a la hora de dar regalos a los niños y niñas. Es una especie de ritual en el que no interviene solo las ganas de contentar a los más pequeños de la casa.
También existe una obsesión por que no parezca que como padres y madres no se es capaz de procurar todos los cuidados necesarios para dar forma a la preciada infancia feliz. Desde este punto de vista, comprar muchos juguetes es ir a lo seguro, no dejar ningún flanco sin cubrir.
Sin embargo, las lógicas de la mente son algo más complejas que la simple actividad de sumar obsequios que por separado causan bienestar en quien los consume. Esto es, por lo menos, lo que indica una investigación cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Infant Behavior and Development y trata el caso de niños y niñas de pocos meses de edad.
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¿Cómo se realizó la investigación?
Para este estudio, se utilizaron pequeños de ambos sexos cuyas edades se comprendían entre los 18 y los 30 meses. Estos sujetos experimentales fueron divididos en dos grupos, diferentes, que servirían para poner a prueba el modo en el que la cantidad de juguetes influye en la calidad del juego. A cada uno de los integrantes del primer grupo se le dio un total de 4 juguetes, mientras que los que pertenecían al segundo grupo tuvieron a su alcance, cada uno, 16 juguetes.
A partir de estas condiciones experimentales, el equipo de investigadores pudo comprobar cómo la calidad del juego, medida a partir del tiempo empleado en el juego y en la variedad de actividades realizadas con los juguetes, era mucho mayor en el grupo en el que solo había unos pocos juguetes al alcance de los niños y niñas. ¿Por qué ocurre esto? La clave está en la indecisión y en la distracción, tal y como veremos.
La importancia de concentrarse en el juego
Algo tan sencillo como tener al alcance de la mano varios estímulos, y no unos pocos, puede cambiar por completo el modo en el que pensamos, y el modo en el que pensamos. En el caso de los pequeños, que no tienen el sistema nervioso lo suficientemente desarrollado como para lidiar con mucha información a la vez, tener demasiadas opciones puede llegar a ser algo que impida concentrarse en algo (y la capacidad para centrar la atención en algo está más limitada cuanto menor sea la edad que se tiene).
Es por eso que, a la hora de hacer regalos, menos es más. Algo tan sencillo como la ausencia de muchos regalos es un valor positivo, porque hace posible que aparezca la opción que de verdad importa: la de conectar emocionalmente con el juguete, darle un significado que tenga importancia para uno mismo, aunque sea en el mundo virtual de la propia imaginación.
Al fin y al cabo, el juego se basa en imaginar, y para ello es esencial que no esté todo ya hecho, que no haya espacio para fantasear. Del mismo modo en el que una novela nos permite crear un mundo ficticio a medida a diferencia de lo que ocurre cuando estas historias son llevadas a la gran pantalla, los más pequeños de la casa se divierten ejerciendo su creatividad a partir de la presencia de los medios mínimos necesarios para comenzar una historia estimulante y con significado. Los excesos son tan solo un freno que hay que evitar.
Referencias bibliográficas:
Dauch, C., Imwalle, M., Ocasio, B., Metz, A. E. (2017). The influence of the number of toys in the environment on toddlers. Infant Behavior and Development. 27;50:78-87.