Las peleas entre hermanos en la infancia o adolescencia son normales siempre que estas estén controladas y no afecten al estado psicológico de ninguno de ellos.
Se han observado distintas variables y factores que intervienen en la aparición de rivalidad entre hermanos, los sentimientos de celos y envidia son los que con mayor probabilidad derivan en esta dinámica de competición. Para intentar que estos comportamientos no influyan de manera negativa en los niños los padres pueden utilizar distintas estrategias, como reforzar las conductas adecuadas o dedicar el tiempo pertinente a cada hijo o recurrir a psicólogos.
En este artículo conocerás mejor qué causas y factores propician la rivalidad entre hermanos y qué estrategias puedes aplicar como padre o madre para intentar que la relación entre ellos mejore.
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¿Qué entendemos por rivalidad entre hermanos?
La rivalidad entre hermanos, también denominada rivalidad fraternal, es el conjunto de emociones, sentimientos, cogniciones y conductas de carácter doloroso y negativo que pueden experimentar los niños ante sus hermanos al entender la relación como un ámbito en el que competir.
En la relación entre hermanos es fácil y normal que haya peleas, riñas, gritos… Pero debemos controlar la duración y magnitud de estas, ya que si se agrava la situación, esta puede repercutir en la salud mental de los niños u adolesentes. La edad en la que se presenta mayor rivalidad va de los 10 a los 15 años, con tendencia a disminuir con la edad, aunque en algunas ocasiones se ha visto que esta puede persistir en la edad adulta.
De este modo, es necesario que estemos atentos y actuemos cuando sea necesario; y si llega el caso, buscar apoyo psicoterapéutico.
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Causas que generan la aparición de la rivalidad
Como hemos visto, es hasta cierto punto normal que entre hermanos aparezcan riñas, puesto que comparten mucho tiempo juntos, se crían en el mismo espacio, con los mismos juguetes y recibiendo el amor de las mismas personas, así pues es común que a veces se manifiesten sentimientos o pensamientos negativos respecto al otro o conductas negativas dirigidas a él.
Los sentimientos negativos que más se han observado en las relaciones de hermanos son la envidia y los celos; en cantidades moderadas estos son normales y no nos debemos preocupar, pero si estos sentimientos se tornan patológicos o aumentan su intensidad pueden repercutir en el estado del niño.
La envidia se define como un sentimiento que aparece ante el deseo de poseer lo que la otra persona tiene. Es habitual que esta experiencia sea más compleja y no se quiera solo poseer lo que tiene el otro, sino que también la otra persona pierda lo que tiene; dicho de otro modo, conseguir nosotros lo suyo y que él deje de tenerlo.
En lo referente a los celos, estos se entienden como un sentimiento que experimenta un sujeto ante la creencia de que otra persona quiere más a un tercero que a uno. Así pues, no es patológico que entre hermanos aparezca celos, ya que están compartiendo el amor o cariño de sus padres; el problema es cuando estos sentimientos les afectan y repercuten en su estado psicológico.
En el sistema familiar pueden aparecer distintas relaciones o vínculos que dan lugar a lo que se conoce como triángulo. Estos, a su vez, se dividen en dos tipos: las alianzas (donde se produce la proximidad entre dos miembros de la familia en contraste con un tercero; en este caso la relación es abierta y clara, sin intentar dañar al otro) y las coaliciones (estas se definen como la proximidad que se da entre dos de los integrantes de la tríada en contraposición a un tercero; este vínculo será oculto y negado, y en este caso la tríada recibirá la especificación de perversa).
Vemos pues cómo en los celos sí que interviene más la figura de los padres, puesto que es el sujeto principal que causa esta emoción. En cambio, la envidia vincula solo a los dos hermanos, pudiendo ser distintas las causas, como tener o no un objeto o poseer capacidades y habilidades distintas cada uno.
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Variables que afectan en la relación de hermanos
Como es obvio, aunque compartimos características similares con nuestros hermanos, cada uno tenemos nuestra personalidad, nuestra identidad que nos diferencia de los otros. Pese a estar criados en un mismo ambiente y por los mismos padres, también se producen diferencias causadas por distintas variables.
La varianza ambiental familiar puede dividirse en dos clases: varianza común, interfamiliar o compartida (se refiere a factores comunes que comparten todos los individuos de una misma familia) o la varianza específica, no compartida o intrafamiliar (se debe a factores específicos que afectan de distinta manera a cada sujeto de un mismo núcleo familiar).
Veamos pues cuáles pueden ser estos factores distintos dentro y fuera del ámbito familiar que afectan al desarrollo del sujeto y pueden comportar rivalidad o problemas entre hermanos.
1. La diferencia de edad entre hermanos
Se ha observado que a menor diferencia de edad, más tendencia a pelearse. Pueden ser distintas las razones; por ejemplo, en el caso de llevarse más años, el hermano mayor desarrolla una actitud protectora referente a su hermano; o al llevarse menos con este, eso puede percibirse con más probabilidad al otro como un rival, como alguien con el que se debe competir o puede suponer una amenaza.
2. El mismo sexo
De manera similar a la edad, si el sexo es el mismo, con más probabilidad veremos al otro como un igual, alguien con el que debemos competir para conseguir nuestros deseos a partir de los roles de género.
3. Ser el hijo mediano
El orden de nacimiento también es una variable dentro del ámbito familiar que afecta de manera distinta a cada hijo. De este modo, se ha visto que los hermanos mayores son normalmente los que reciben más atención y mayor control, puesto que son los primogénitos y gozado de un tiempo en el que no deben "compartir" sus padres con nadie más; y los hijos pequeños son normalmente los más protegidos, tanto por sus padres como por sus hermanos.
Contrariamente, los hijos medianos pueden recibir menos atención y como consecuencia intentan actuar de modo llamativo para conseguir la atención de sus padres.
4. El divorcio de los padres
El divorcio o separación de los padres también es un factor que influye, ya que el trato de los padres a sus hijos puede variar o ser distinto. Aparte, esta vivencia suele suponer una situación nueva y desagradable para el niño, que puede vivir esa etapa con estrés y ansiedad, pudiendo derivar en una mala conducta.
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Cómo disminuir la rivalidad entre hermanos
Teniendo presente que por norma general todos los padres quieren lo mejor para sus hijos, puede ser que en circunstancias su conducta, sin ser con mala intención, no sea la más adecuada.
Asimismo hay diferentes estrategias que pueden realizar los padres para disminuir y controlar la rivalidad que se crea entre sus hijos o al menos no contribuir a su incremento.
1. No comparar
Como hemos visto, la conducta de cada hijo variará aunque la educación recibida sea la misma. Es muy importante que ante conductas que realice mejor uno de los niños, no los comparemos, ya que este hecho aumenta la posibilidad de que se incremente la rivalidad. Si uno de nuestros hijos no hace bien una conducta intentaremos hacerle ver que hay otros modos de comportamiento más adecuado o le ayudaremos a mejorar pero nunca comparándolo con otro.
2. Tratar a cada hijo de manera personalizada
Intenta, en la medida de lo posible, tratar a cada uno de tus hijos según sus características, gustos, preferencias… A veces el mejor procedimiento no consiste en dar siempre lo mismo sino adaptarlo a sus necesidades y deseos.
Fíjate en qué reclama cada uno, puesto que un trato más individualizado crea más distinción entre uno y otro y puede ayudar a percibir el otro de manera menos competitiva, es decir, desarrollar menos rivalidad.
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3. No posicionarse
Cuando tus hijos se peleen intenta ayudar y propiciar que hablen y arreglen las cosas, pero no des la razón a ninguno de ellos, pues esto solo hará que la situación empeore y crezca la rivalidad entre ellos.
4. Dedica tiempo a cada hijo
Cada niño tiene sus necesidades, expresándolas cada uno de maneras distintas, pero todos se merecen y necesitan de la misma atención, así que debes repartir el tiempo entre todos por igual, que se sientan escuchados y que están pendientes de ellos.
Puede que uno de tus hijos tenga más dificultades o más necesidades, pero este hecho no quita que los otros también deben sentirse atendidos, no dejan de ser niños que requieren que sus padres estén por ellos.
5. Premia las conductas positivas
Para que vuestro hijo consiga un buen aprendizaje de las conductas adecuadas, sepa cómo debe comportarse, un buen modo de actuación es premiar, reforzar, las conductas adecuadas y extinguir las negativas. Este proceso consiste en ignorar la conducta que queremos reducir si no va en contra de las normas (es normal que en un primer momento aumente, pero posteriormente veremos como esta empieza a disminuir y desaparece).
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6. Evita peleas
Nadie conoce a tus hijos mejor que tú. Tú sabes qué conductas les hacen enfadar o cuáles son sus preferencias. En ocasiones será mejor prevenir y así evitar que se dé la pelea. Por ejemplo, una estrategia que puede funcionar es darle a cada uno un juguete para que no se peleen y se genere una discusión por querer el mismo.