La primera vez que escuchas que alguien “pierde el control” con una sustancia, quizá piensas en impulsos o malas decisiones. Pero, por lo general, detrás suele haber algo más complejo, porque el cerebro aprende rápido, y cuando algo ofrece alivio inmediato, termina por moldear prioridades.
Tal vez has visto de cerca cómo la heroína altera comportamientos, estados de ánimo o formas de relacionarse. Pero hoy queremos enfocarnos en algo muy específico y que, quizás, aún no sabes: qué ocurre en el córtex prefrontal del cerebro y por qué esa zona se ve tan alterada incluso después de la abstinencia.
Qué hace la heroína en el cerebro y por qué modifica la motivación
Cuando la heroína ingresa al cuerpo, a menudo es metabolizada en morfina, la cual puede unirse a receptores mu-opioides, activando circuitos de recompensa. Esto genera placer, calma y una sensación de alivio potente.
El sistema dopaminérgico también se activa, porque se inhibe la señal que normalmente frena su liberación. Todo se combina y produce un refuerzo intenso, ya que el cerebro registra la experiencia como algo que quiere repetir.
Este primer impacto crea un cambio en el equilibrio placer-malestar, ya que el cerebro busca ajustarse. Así, la persona se acostumbra de forma progresiva a niveles altos de estimulación, lo que desplaza su punto de referencia emocional.
Luego aparece la necesidad de consumir más para sentirse “normal”, y no para sentirse bien. Ese ajuste de base explica por qué la abstinencia cuesta tanto y por qué se generan respuestas de estrés tan intensas.
Con el tiempo, diferentes zonas del cerebro participan en este ciclo. Los ganglios basales impulsan el deseo de repetir la conducta, la amígdala refuerza emociones desagradables en la abstinencia y la corteza prefrontal, encargada de funciones ejecutivas, se resiente y pierde eficiencia.
Cambios específicos en el córtex prefrontal: qué dicen los estudios
Un estudio reciente realizado en Estados Unidos analizó cómo se comportan las neuronas excitatorias de la corteza prelimbic, una subregión del córtex prefrontal, después de que ratones se autoadministraran heroína y pasaran 14 días sin consumir.
Con tecnología que permite registrar la actividad neuronal en tiempo real, los investigadores observaron un patrón que llamó la atención porque encaja con lo que se ve en personas con trastornos por consumo de opioides.
Se detectaron dos respuestas claras:
- Menor activación ante estímulos sociales: Tras la abstinencia, los ratones dedicaron menos tiempo a interactuar con otros. Sus neuronas en la corteza prelímbica mostraron menos actividad durante esos encuentros en comparación con animales que nunca recibieron heroína.
- Mayor activación ante señales asociadas a la droga: Cuando se expuso a los ratones a estímulos relacionados con la heroína, la actividad neuronal aumentó de forma marcada, incluso sin que la droga estuviera presente.
Este contraste indica que la heroína altera el modo en que el cerebro asigna importancia a lo que ocurre alrededor. Lo social pierde fuerza y lo relacionado con la droga se vuelve más intenso.
Aunque los experimentos se realizaron en ratones, estos mecanismos en el córtex prefrontal podrían contribuir a entender fenómenos similares en humanos, como la menor respuesta a estímulos sociales o la mayor vulnerabilidad a recaídas.
Según los autores del estudio, esto podría reflejar mecanismos compensatorios: menos actividad basal podría generar una respuesta exagerada ante señales vinculadas a la droga.
Además, se encontraron señales de que las neuronas recibían menos entradas sinápticas y mantenían una menor actividad espontánea. Esta reducción puede afectar la capacidad de la persona para mantener vínculos, ya que las interacciones dejan de resultar gratificantes, lo cual incrementa la vulnerabilidad a la recaída.
Cómo estos cambios se vuelven persistentes y afectan la vida cotidiana
A largo plazo, el consumo repetido se asocia a hipofrontalidad, un término usado para describir el funcionamiento reducido del córtex prefrontal. Esto afecta la planificación, la atención, la regulación emocional y la capacidad de resistir impulsos. Suelen verse disminuciones en materia gris y blanca y una menor sensibilidad en receptores asociados al placer natural.
Estos cambios no solo afectan decisiones inmediatas, ya que también influyen en relaciones, autocontrol, hábitos y estados emocionales. Debido a que la corteza prefrontal participa en procesos que permiten frenar conductas automáticas, cualquier alteración vuelve más difícil alejarse de lo que el cerebro ha registrado como prioritario.
Por eso la heroína genera una búsqueda compulsiva, incluso cuando existe una intención consciente de detenerse.
Recomendaciones para quienes buscan entender o acompañar un proceso de recuperación
Quienes están en un proceso de recuperación suelen necesitar un enfoque estable y sostenido, ya que el cerebro tarda en reajustarse.
Aquí tienes varias claves que pueden orientar, ya sea para acompañar a otra persona o para comprender mejor este terreno:
1. Apoyarse en intervenciones médicas
Los tratamientos con metadona, buprenorfina o naltrexona ayudan a estabilizar el sistema opioide del cerebro. La metadona y la buprenorfina reducen los deseos intensos y evitan el síndrome de abstinencia. La naltrexona bloquea los efectos de los opioides, lo que evita recaídas en momentos de vulnerabilidad.
2. Incorporar terapias conductuales
La Terapia Cognitivo-Conductual y el Manejo de Contingencias son enfoques que enseñan a reconocer señales de riesgo y a crear nuevas rutas de comportamiento. Funcionan porque introducen nuevas formas de responder ante situaciones que antes activaban deseos intensos.
3. Explorar procesos psicológicos individuales
Terapias como la Dialéctica Conductual ayudan a trabajar emociones, heridas previas o dificultades interpersonales que pueden sostener el consumo. El objetivo es ofrecer herramientas para situaciones donde el malestar se vuelve difícil de manejar.
4. Crear un entorno social más estable
El contacto con personas que acompañan sin juzgar y que entienden la importancia del proceso permite que el cerebro reciba estímulos sociales más significativos. Esto contrarresta esa baja activación prefrontal observada en el estudio.
5. Mantener una estructura diaria clara
Las rutinas ayudan a que el cerebro funcione con más estabilidad. Cuando hay horarios, actividades definidas y espacios de descanso, la corteza prefrontal trabaja con menos sobrecarga porque existen señales externas que organizan el día a día.
Por qué importa tanto lo que ocurre en la corteza prefrontal
Entender cómo la heroína afecta al córtex prefrontal permite mirar la adicción desde un ángulo menos moral y más humano.
Si la zona encargada de frenar impulsos, evaluar riesgos y conectar con otras personas se ve alterada, resulta lógico que la recuperación requiera tiempo, apoyo y estrategias que ayuden al cerebro a funcionar de forma más estable.
Saber esto no solo aclara lo que ocurre por dentro, ya que también abre la puerta a acompañar procesos con más empatía y menos juicio, algo que siempre viene bien cuando hablamos de una experiencia tan compleja.


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