Desde los primitivos sonidos y gestos emitidos por el Homo habilis hasta los complejos idiomas desarrollados por el Homo sapiens, el ser humano cuenta con la capacidad de llevar al exterior todo lo que sucede en su cabeza a través de diversos sonidos a los que se le ha asignado un significado.
A través del lenguaje, podemos hablar sobre cosas que sucedieron hace años, planificar un evento para dentro de un mes o simplemente comunicar nuestros sentimientos y preocupaciones a un amigo o amiga.
Pero esta capacidad de exteriorizar nuestros pensamientos no se ciñe únicamente al lenguaje, sino que gracias a diversas tecnologías podemos dejar constancia de nuestras cogniciones en el entorno. Desde las pinturas rupestres en las que nuestros ancestros paleolíticos representaban sus vidas y costumbres, pasando por la escritura de libros o de este mismo artículo, hasta el envío de un mensaje de WhatsApp, la capacidad de representación simbólica nos permite comunicar nuestros pensamientos y que todo aquel que tenga acceso al medio de presentación de estos pueda entrar en contacto con lo que pensábamos en ese momento.
Los efectos psicológicos de la escritura
Pero los efectos de la escritura no solo van de nosotros hacia el exterior; también produce un impacto en quien escribe. A parte de comunicarnos, la escritura también permite ordenar nuestros pensamientos, pasando de un fluir caótico en nuestra mente a una estructura lineal en el papel.
“Las palabras hacen ruido, emborronan el papel y cualquiera las puede ver y oír. En cambio, las ideas están atrapadas dentro de la cabeza de quien las piensa. Si queremos saber lo que piensa otra persona, o hablar con alguien sobre la naturaleza del pensamiento, no tenemos más remedio que usar palabras.” (Pinker, 1994).
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¿Qué efectos puede provocar la escritura en nuestra salud?
En cuanto al título de este artículo, parece ser que, literalmente, escribir puede ayudar a acelerar el proceso de reepitelización de una herida. Pero no cualquier tipo de escritura sirve.
En un estudio de la Universidad de Auckland, Koschwanez y sus colaboradores (2013) investigaron cómo afectaría la escritura expresiva a la cicatrización de heridas en personas mayores de 60 años, ya que es el grupo de población en el que la función inmunológica se ve más perjudicada. La reducción en la velocidad de cicatrización suele estar asociada a síntomas de estrés y depresivos.
El método de escritura expresiva suele consistir en que, en tres días consecutivos, la persona debe escribir durante 20 minutos sobre la experiencia más traumática que haya sufrido, haciendo especial hincapié en los sentimientos, emociones y pensamientos durante este evento estresante.
¿Cómo se realizó el estudio?
Para comprobar su hipótesis estos investigadores asignaron a los sujetos a dos condiciones. Por un lado, unos debían realizar este procedimiento de escritura expresiva (grupo de intervención) y, por otro lado, el grupo control debía escribir 20 minutos al día durante tres días consecutivos sobre lo que harían al día siguiente, sin hacer referencia a emociones o pensamientos.
Para medir la capacidad de cicatrización, dos semanas después de la primera sesión de escritura se les realizó una biopsia de 4 milímetros en la piel a todos los participantes. A lo largo de los 21 días posteriores a la biopsia, un dermatólogo examinó de forma periódica las heridas, categorizándolas en “curada” o “no curada”, entendiendo el término “curada” como una cicatrización completa.
Los resultados, muy esperanzadores
En cuanto a los resultados del estudio, el día 11 después de la biopsia, el número de personas cuyas heridas se había cicatrizado era ya significativamente mayor para aquellas que habían escrito de manera expresiva sobre sus emociones. Un 76% habían curado sus heridas completamente frente a un 42% de aquellos que habían escrito sobre sus planes diarios.
Previamente, en el día 7 ya se empezó a observar una diferencia, con un 27% de cicatrizaciones en el grupo de escritura expresiva frente a un 10% en el grupo control. Los autores hipotetizan que estos resultados se deben a que la escritura expresiva favorece el procesamiento cognitivo de eventos traumáticos, percibiendo el evento desde otra perspectiva y reduciendo el estrés que este provoca. Esta reducción del estrés produciría efectos positivos en el sistema inmunológico, lo que favorecería procesos como, por ejemplo, la cicatrización de heridas.
Estos resultados apoyan otros estudios en los que se ha encontrado que altos niveles de cortisol, hormona liberada como respuesta al estrés, juega un papel negativo en la velocidad de cicatrización. Este efecto beneficioso de la escritura expresiva se ha visto también en otras patologías cuyos síntomas son, en parte, modulados por el estrés, como el SIDA (Petrie et al., 2004) y el asma moderado (Smith et al., 2015).
¿Qué efectos sobre nuestra salud mental puede tener la escritura expresiva?
Centrándose en los efectos psicológicos de la escritura expresiva, son numerosos los estudios que han investigado sus beneficios tanto en poblaciones normativas como en aquellas en riesgo de sufrir algún trastorno. Por ejemplo, Krpan y sus colaboradores (2013) quisieron medir la eficacia de la escritura expresiva como complemento a otras intervenciones en personas diagnosticadas con Trastorno Depresivo Mayor, según el DSM-IV.
El procedimiento del estudio fue el mismo que se ha mencionado anteriormente, los participantes del grupo de intervención escribirían 20 minutos al día durante tres días sobre sus más profundos sentimientos respecto a un suceso traumático. A los participantes se les aplicaron una serie de cuestionarios y medidas cognitivas antes de la intervención, un día después de finalizar esta y cuatro semanas después. Entre estos sistemas de evaluación se encontraba el Inventario para la Depresión de Beck.
Respecto a los resultados que se obtuvieron, un día después de finalizar la intervención, la reducción de síntomas depresivos ya era significativamente mayor en aquellos que habían escrito sobre sus sentimientos, emociones y pensamientos en comparación con la medida antes de iniciar el experimento y, también, en comparación con aquellos que escribieron sobre sus actividades futuras. Esta reducción se mantuvo cuando se volvió a evaluar a los participantes cuatro semanas después de la intervención, obteniendo incluso puntuaciones subclínicas.
¿Qué procesos psicológicos explican estos beneficios?
Tras una serie de estudios, Park, Ayduk, y Kross (2016) descubrieron que cuando las personas escriben sobre estos sucesos traumáticos, lo que hacen es alterar la perspectiva desde la que ven el problema, es decir, cambia la forma en la que representan cognitivamente el suceso.
Según estos autores, en un primer momento, cuando alguien analiza un suceso negativo lo vive de nuevo a través de sus ojos, es decir, la persona que analiza el evento es la misma que intenta razonar internamente sobre él. Por tanto, plasmar los sentimientos, emociones y pensamientos en el papel provocaría que adoptásemos una perspectiva del problema desde un punto más lejano. Es decir, pasaríamos de revivir la experiencia en primera persona a rememorarla como algo ajeno a nosotros, de forma similar a cómo veríamos una película o como si leyéramos una historia sucedida a otro.
Al poder percibir el contexto del suceso negativo de una manera más amplia, los afectados pueden construir una narrativa sobre él, otorgándole un significado y dándole una serie de explicaciones distintas. Todos estos procesos reducirían lo aversivo del recuerdo, permitiendo esto, según Park y sus colaboradores (2016), una menor reactividad emocional y fisiológica. Estos efectos desembocarían en una mejora en la salud mental y física, y con ello en la calidad de vida.
Una herramienta prometedora
Como conclusión, debido al escaso coste económico y de tiempo que requiere esta actividad, debería ser tenida en cuenta como una posible alternativa y complemento a la hora de afrontar sucesos que nos afectan emocionalmente.
Al igual que recurrimos a nuestro entorno más cercano cuando sucede un problema y queremos sentir su apoyo, un papel y un bolígrafo también podrían servir como método de apoyo en momentos difíciles.
Referencias bibliográficas:
- Koschwanez, H., Kerse, N., Darragh, M., Jarrett, P., Booth, R., & Broadbent, E. (2013). Expressive writing and wound healing in older adults: a randomized controlled trial. Psychosomatic medicine, 75(6), 581-590.
- Krpan, K. M., Kross, E., Berman, M. G., Deldin, P. J., Askren, M. K., & Jonides, J. (2013). An everyday activity as a treatment for depression: The benefits of expressive writing for people diagnosed with major depressive disorder. Journal of affective disorders, 150(3), 1148-1151.
- Park, J., Ayduk, Ö., & Kross, E. (2016). Stepping back to move forward: Expressive writing promotes self-distancing. Emotion, 16(3), 349.
- Petrie, K., Fontanilla, I., Thomas, M., Booth, R., & Pennebaker, J. (2004). Effect of written emotional expression on immune function in patients with human immunodeficiency virus infection: a randomized trial. Psychosomatic Medicine, 66(2), 272-275.
- Pinker, S. (1994). The Language Instinct. New York, NY: Harper Perennial Modern Classics.
- Smith, H., Jones, C., Hankins, M., Field, A., Theadom, A., Bowskill, R., Horne, Rob. & Frew, A. J. (2015). The effects of expressive writing on lung function, quality of life, medication use, and symptoms in adults with asthma: A randomized controlled trial. Psychosomatic medicine, 77(4), 429-437.
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