Erick (nombre ficticio) siempre creyó que el problema era él. Que no tenía suficiente fuerza, que si no podía dejar las drogas era porque algo en su cabeza estaba mal. También se lo hacían sentir los demás. Pero lo que nadie le había explicado es que su consumo tenía raíces que venía arrastrando desde hace mucho tiempo: una infancia difícil, muchas cosas sin hablar, una soledad que se sentía enorme.
Sí, las drogas complican mucho, pero no son la causa, sino que, la mayoría del tiempo, son una consecuencia. Si no hablamos de eso, todo lo demás queda corto. Exploremos, entonces, qué suele haber detrás del consumo excesivo de drogas.
Drogas: ¿raíz de un problema o fruto de algo mayor?
Durante mucho tiempo se repitió que el consumo era un tema de voluntad. Que quien se engancha “elige mal” o “pierde el control”. Y, bueno, eso es cómodo para explicarlo rápido, pero no es cierto. Hoy se sabe que las drogas no son el origen del problema, sino más bien un intento de calmarlo.
Y aquí entra algo que la ciencia ya tiene bastante claro: el consumo no se mantiene solo por placer. Al principio sí, pero con el tiempo, esa sensación se va apagando. Sin embargo, el deseo de seguir usando sigue ahí, incluso más fuerte. La dopamina, esa sustancia del cerebro que muchos asocian con sentir rico, en realidad tiene más que ver con el impulso, con el querer. Por eso, incluso cuando la droga ya no “gusta”, el cuerpo la sigue pidiendo.
- Artículo relacionado: "¿Qué es una adicción? Características y síntomas de esta patología"
¿Qué hay realmente detrás del consumo?
Cuando se ve de cerca, el consumo de drogas casi nunca es solo por la sustancia. Hay razones que lo sostienen. Aquí van algunas:
1. Infancia con heridas sin cerrar
Muchos casos de consumo están ligados a experiencias duras desde muy chicos: abandono, violencia, abuso, soledad, padres emocionalmente ausentes. Cuando no se tiene una base estable o un espacio seguro donde apoyarse, es fácil que aparezca la necesidad de escapar de alguna forma. La droga ofrece una vía rápida para eso.
2. Problemas de salud mental
La ansiedad, la depresión, el TDAH, los cambios de ánimo extremos… todo eso influye mucho. Hay personas que empiezan a consumir como una forma de bajar el ruido mental, de calmar emociones que no saben cómo manejar. Y lo hacen porque, por un rato, funciona, pero el costo a largo plazo es alto.
3. Un entorno que afecta
No es lo mismo crecer en un ambiente donde hay contención, diálogo y afecto, que hacerlo rodeado de consumo, peleas o presión constante. Si a eso le sumas la falta de oportunidades, el estrés del día a día o no tener con quién hablar, es entendible que muchas personas vean en las drogas una especie de refugio.
Para ilustrar esto, es importante mencionar un estudio conocido como Rat Park, que mostró algo muy interesante: cuando las ratas vivían solas en jaulas, se enganchaban fácilmente a la morfina. Pero cuando vivían en un espacio grande, con otros animales, juegos y libertad, no mostraban ese mismo interés. Incluso si habían probado la droga antes, la dejaban. Esto nos hace pensar que no es solo la sustancia, sino lo que rodea a quien la usa. Si el entorno cambia, el deseo también puede cambiar.
4. Edad en la que se empieza
Cuanto más joven se comienza a consumir, más difícil es manejarlo después. Durante la adolescencia, el cerebro todavía está formándose, especialmente las partes que ayudan a tomar decisiones y pensar en consecuencias. Por eso, lo que empieza como una curiosidad puede volverse una trampa sin que uno se dé cuenta.
5. Factores genéticos
La genética no lo determina todo, pero sí puede aumentar la predisposición. Hay familias donde el consumo se repite, no solo por lo que se ve, sino por cómo funciona el cerebro. Algunos estudios incluso muestran que los hombres tienen un poco más de riesgo en este punto, aunque las mujeres también pueden verse muy afectadas.
Ideas que podemos empezar a aplicar
Cuando se empieza a mirar la adicción como algo más amplio, es posible pensar en formas más efectivas de acompañar y entender. Aquí compartimos contigo algunas ideas:
1. Dejar de señalar y empezar a escuchar
Poner el foco solo en la droga es un error. Lo primero tendría que ser entender por qué alguien siente que la necesita. Qué está doliendo, qué no se pudo decir, qué sigue ahí sin resolverse. Escuchar sin juzgar cambia muchas cosas.
2. Atender también la salud mental
No alcanza con “dejar de consumir”. Es necesario tratar lo que viene detrás: ansiedad, tristeza, frustración, insomnio, angustia. Si eso no se trabaja, el consumo puede volver una y otra vez.
3. Crear entornos más sanos
Esto no depende solo de la persona. La familia, los amigos, la escuela, el trabajo, el barrio… todo eso suma o resta. Tener vínculos sinceros, espacios donde se pueda hablar y sentirse seguro, hace una gran diferencia. También es clave que haya acceso real a atención médica y psicológica.
4. Educar desde chicos
No basta con decir “no consumas”. Hay que enseñar a reconocer emociones, a pedir ayuda, a poner límites, a expresar lo que pasa por dentro. Si eso se aprende desde temprano, hay más herramientas para enfrentar situaciones difíciles sin tener que apagarlas con una sustancia.

Clínicas Cita
Clínicas Cita
Centro de tratamiento psicológico
No es solo lo que se ve
El consumo de drogas es visible. Lo que no se ve tan fácil son las razones que lo sostienen. Si nos quedamos en lo obvio, vamos a seguir tratando de apagar fuegos sin mirar de dónde sale el humo. Y eso no alcanza.
Cada persona que consume tiene una historia. Algunas están llenas de dolor, otras de abandono, otras de una búsqueda que no supieron cómo canalizar. Entender eso no justifica nada, pero sí permite actuar desde un lugar más real y menos automático.
Así que la próxima vez que escuches hablar de drogas, piensa en lo que puede haber debajo. Porque muchas veces, lo que se está buscando no es una sustancia, sino una forma de dejar de sentir tanto.


Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad