Para el adicto, dejar de consumir no es una mera cuestión de voluntad. Cuando una persona consume una sustancia psicoactiva o lleva a cabo una conducta que para él o ella es adictiva —como jugar a las máquinas tragaperras del casino, hacer compras compulsivas o pasar semanas jugando videojuegos— existe un conjunto de estructuras que están siendo activadas en su sistema nervioso central, todas relacionadas al circuito de recompensa. Existe un sustrato neurobiológico que ancla a las personas adictas a continuar consumiendo.
Sin embargo, esto no quita que sea posible recuperarse de una adicción. La evidencia científica y la experiencia clínica demuestran, una y otra vez, que disminuir el consumo de una sustancia pero no abandonarla del todo suele ser una fórmula que conduce a permanecer en la adicción. La mejor forma de recuperarse de una adicción es empezar por la desintoxicación, acompañada del tratamiento con un grupo de profesionales y una red de contención que ayude a sostener ese estado de abstinencia. En este artículo, desarrollaremos cuál es el fundamento biológico de las adicciones y por qué, aunque el proceso de desintoxicación sea difícil e incómodo por momentos, es la mejor alternativa para recuperarse.
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Adicción: ¿por qué alguien continúa consumiendo incluso sabiendo sus consecuencias?
La paradoja que anuda el problema de las adicciones es la siguiente: ¿Por qué una persona continúa consumiendo incluso sabiendo cuán perjudicial es para él o ella y para sus seres queridos? La respuesta se debe a que el sistema nervioso central del adicto se vio afectado por el consumo sostenido en el tiempo.
El circuito de recompensa
Para comprender a mayor profundidad esto, podemos partir por entender la activación del circuito de recompensa de nuestro cerebro. El circuito de recompensa es una red de conexiones entre neuronas ubicadas en distintas áreas del cerebro, principalmente el núcleo accumbens, el área tegmental ventral y la corteza prefrontal. La función del sistema de recompensa es, mediante la liberación de un neurotransmisor llamado dopamina, generar una experiencia de placer después de consumir una sustancia o hacer una actividad que el cerebro percibe como necesaria para la supervivencia. En relación con esto, cuando comemos, nos vinculamos con otras personas o mantenemos relaciones sexuales estamos activando el circuito de recompensa. La finalidad última de esta experiencia de placer es sellar una tendencia a repetir esa conducta de la cual se obtuvo tal gratificación. Podríamos decir que queda una huella en nuestra memoria sobre aquella acción que resultó tan placentera para que la repitamos. Aquí interviene otro neurotransmisor, el glutamato.
Sin embargo, el problema reside en que las sustancias tóxicas o conductas problemáticas producen la activación de este mecanismo de recompensa como si fuesen necesarias para la supervivencia. De hecho, algunas incluso generan un placer mayor que los estímulos verdaderamente necesarios. Tal como describe el profesor de farmacología italiano Di Chiara y colaboradores, ciertos estudios indican que el aumento de dopamina en el cerebro tras consumir anfetaminas es diez veces mayor al de un plato de comida. Por si fuera poco, la generación de tanta dopamina ocasiona en el largo plazo que el sistema nervioso se adapte para mantener el equilibrio ante esa avalancha de estímulos.
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El desarrollo de tolerancia
Ahora bien, cuando la persona vuelve a consumir con tal de obtener esa sensación de placer una y otra vez, los receptores de los neurotransmisores de dopamina se saturan y, posteriormente, se adaptan. Esto lleva a lo que se denomina tolerancia: con la misma cantidad de una sustancia ya no es posible obtener la misma cantidad de placer, sino que se requiere consumir muchísimo más para experimentar esa sensación.
Es por este motivo que, desde un principio, planteamos que superar una adicción no es una cuestión de voluntad: existe un mecanismo debajo que genera una tendencia a seguir consumiendo, cada vez más frecuente y en mayores cantidades. Además, la corteza prefrontal se ve afectada, por lo que es difícil el control e inhibición de impulsos. La adicción puede ser sumamente esclavizante por tal razón, provocando un descuido de las múltiples áreas vitales —las amistades, el trabajo, el ocio, la familia—, ya que aquello que rige la conducta es la búsqueda insaciable de la sustancia.
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La desintoxicación: la vía para salir del ciclo
La alternativa para abandonar el consumo es la desintoxicación. Cuando una persona deja de consumir y se abstiene de probar la sustancia a la que es adicto/a, experimentará muy probablemente ansiedad y se encontrará en un estado general de malestar. Por esta razón, es crucial que el proceso de desintoxicarse esté resguardado por un equipo de profesionales. En algunos casos, se suelen suministrar otros fármacos para paliar los síntomas de la abstinencia, o se incita a que la persona participe de un tratamiento grupal para sostenerla.
Muchas personas durante el tratamiento declaran aburrirse, o creen que la vida era más divertida cuando tenían acceso irrestricto a la droga. No obstante, recordemos que esa valoración está sesgada por las emociones involucradas cuando se deja de consumir. También influye el hecho de que la persona estaba acostumbrada a estímulos tan intensos, a la liberación de dopamina a caudales, que otras actividades potencialmente placenteras apenas suscitan interés.
Clínicas Cita
Clínicas Cita
Centro de tratamiento psicológico
Sin embargo, de conseguir sostener este estado abstemio, la persona inevitablemente empezará a ponderar que otras actividades pueden ser también placenteras y, además, pueden estar repletas de significado. La desintoxicación le permite a la persona observar que sus hijos están mejor cuando él o ella no consume, que dispone de más tiempo para estar con sus padres, que disfruta pasear a la luz del sol, sentarse a leer un libro o practicar un instrumento. A fin de cuentas, es en una vida sin consumo donde emergen deseos, motivaciones y propósitos que permanecían velados por la sustancia. Algunos teóricos interpretan el término “adicto” por su raíz en latín “addictus” (a-dictus), es decir, “sin palabra”. El consumo tapona la expresión del sujeto. Durante el proceso de desintoxicación, en cambio, aparece la palabra de la persona y la manifestación de sus necesidades. Aunque no sea fácil, la vida sin drogas o conductas adictivas es posible; el acercamiento a un centro de salud para dar inicio a la desintoxicación es el primer paso.