¿Alguna vez has notado, en lugares concurridos, la cantidad de personas que caminan sin mirar hacia dónde van, con la mirada fija en sus teléfonos móviles?
El uso de Internet se ha vuelto una herramienta fundamental para nuestras vidas. Permite ponernos en contacto con seres queridos a pesar de encontrarse a kilómetros de distancia, producir y recibir información acerca de nuestros intereses personales, consumir programas de entretenimiento o videojuegos, entre tantas funciones más. El mundo virtual abre un espacio de posibilidades infinitas que en otro momento hubieran resultado impensadas. La libertad que ofrece Internet, sumada a la destreza con la que se mueven en él, hace que se convierta en el medio de intercambio predilecto de niños, adolescentes y jóvenes; todos hijos de la era digital.
Sin embargo, las potencialidades de Internet pueden acarrear ciertos riesgos. A pesar de que gran parte de las veces se trate de una cualidad beneficiosa, la facilidad y rapidez con la que las personas podemos obtener lo que queremos ahora mismo puede desembocar en el consumo excesivo de esa fuente inagotable de gratificación. Por tal motivo, se han llevado a cabo muchas investigaciones acerca de cuán dependientes podemos volvernos a Internet, arribando a conceptualizaciones muy interesantes en torno a ello, tal como la ciberadicción.
Si bien no existe consenso absoluto para determinar dónde se encuentra el umbral entre lo sano y lo patológico, sí se han podido determinar una serie de señales de alerta —es decir, conductas o primeras manifestaciones problemáticas— a partir de las cuales podemos detectar la dependencia hacia Internet, que desarrollaremos en este artículo.
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Ciberadicción: ¿qué es y cuáles son sus características?
La ciberadicción es el concepto formal que alude a la dependencia patológica hacia Internet. Si bien esta categoría teórica cuenta con sus particularidades, podríamos sostener que comparte con algunas adicciones a sustancias —como por ejemplo, al tabaco o al alcohol— ciertas características. Algunas de ellas son: la relevancia que adquiere la actividad en la vida de la persona, protagonizando sus pensamientos, sentimientos o conductas la mayor parte del tiempo; una experiencia subjetiva placentera en torno a la actividad, producto de la activación de los sistemas de recompensa del encéfalo (lo que hará que haya mayores posibilidades de que la conducta problemática vuelva a repetirse); el conflicto o interferencia con otras personas debido a la importancia dada a la actividad; la abstinencia, es decir, aquellos estados emocionales desagradables, como ansiedad e irritabilidad, que se producen cuando no se puede llevar a cabo la actividad en cuestión; y por último, la recaída.
Eso sí, aunque la ciberadicción comparte algunas características con las adicciones químicas, ésta se trata de una adicción psicológica. Por lo tanto, la conducta problemática no tiene de manera directa consecuencias físicas negativas. Sin embargo, de ninguna manera quiere decir esto que la salud de la persona que padece una adicción a Internet no se verá afectada. En el caso de la ciberadicción, las consecuencias físicas notables derivarán de la privación del sueño ocasionada por la imposibilidad de desconectarse, una conducta que suele extenderse a altas horas de la noche. Este hábito a mediano o largo plazo podría dar lugar a la debilitación del sistema inmunitario, fatiga, y un deterioro de la salud general.
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Las señales de alerta de la ciberadicción
Teniendo esto en cuenta podremos liberar el camino para determinar cuándo es conveniente hablar de ciberadicción y cuando no lo es. Lo más probable es que, por más chocante que pueda aparentar la situación, la escena antes expuesta de la gente enganchada a sus teléfonos no sea más que una manifestación de nuestra época. Eso no implica que llevar el móvil a todos lados se trate de una conducta saludable, pero no necesariamente es una señal de adicción.
En comparación al uso frecuente de Internet, algo que distingue a la ciberadicción es la pérdida de control sobre el uso de los dispositivos electrónicos mediante los cuales se accede a la red, como el celular o la computadora. Por más que la persona consiga en determinado momento ponderar que ciertas conductas pueden ser perjudiciales en muchas áreas de su vida, como en el trabajo, la escuela o en sus relaciones interpersonales, sigue remitiendo a ellas. De hecho, dichas conductas toman el control sobre su vida.
Algunas de las primeras manifestaciones que podrían sugerir que una persona es dependiente de Internet son las siguientes: la persona produce cambios drásticos en sus hábitos con el propósito de tener más tiempo para conectarse, descuida la propia salud o aspecto físico en consecuencia de la actividad en Internet, evita actividades importantes para permanecer más tiempo "online" y, sobre todo, el deseo por permanecer frente a la pantalla, en lugar de apaciguarse tras el uso de un dispositivo electrónico, es cada vez mayor.
Otro punto de referencia que podríamos considerar para determinar las señales de alerta de la ciberadicción es preguntarnos qué evalúan los cuestionarios empleados en las investigaciones empíricas acerca de este tema. Si bien no hay una forma unívoca de recolectar los datos de los participantes de una investigación, algunos de los ítems que son considerados en ciertos estudios para ver si una persona presenta una conducta adictiva a Internet son:
- Ansiedad y malestar ante el no uso de las tecnologías.
- Agresividad a partir de discusiones o enfados ante la interrupción de la conexión.
- Cambios en los ritmos de sueño.
- Cambios de intereses a partir de la tendencia al aislamiento.
- Preferencia a estar con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) frente a la socialización.
Teniendo esto en cuenta, podríamos sostener que la ciberadicción posee una serie de características compartidas con otras adicciones. Sin embargo, debemos estar atentos a las particularidades de la dependencia a la red con el fin de poder detectar en qué momento una persona está haciendo un uso patológico de Internet. No es menor señalar que tanto la evaluación de la ciberadicción como su tratamiento correspondiente debe ser llevada a cabo por un profesional de la salud mental.
La ciberadicción es un trastorno que afecta seriamente la calidad de vida y salud mental de aquellos que la padecen. Se vuelve por lo tanto necesario contar con profesionales del ámbito de la psicología capaces de conocer y descubrir esta patología.
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