Debido a la gran cantidad de funciones y a la sensibilidad de este a los cambios, el cerebro es uno de los órganos corporales más afectados por el consumo de alcohol. Este consumo es capaz de alterar cualquier función cerebral, incluyendo el raciocinio, las emociones y el juicio.
A pesar de que cada persona tolera esta sustancia de foemas diferentes existen una serie de efectos del alcohol en el cerebro que todas las personas experimentan en mayor o menor medida. A continuación se explicarán cuáles son estos efectos y su gravedad.
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Diferencias individuales de los efectos del alcohol
Es más que conocido que el consumo de alcohol, tanto ocasional como recurrente, puede ocasionar numerosos efectos en el cerebro. Cuando este consumo es excesivo, debido a problemas de alcoholismo, este puede llegar a ocasionar deterioros irreversibles a nivel cerebral.
No obstante, aunque existan patrones comunes, las consecuencias derivadas del consumo de alcohol no son las mismas para todas las personas; existiendo considerables diferencias según la edad, el sexo o el peso. En cualquier caso, las consecuencias de abusar de este tipo de bebidas siempre se dejan ver en la manera de funcionar del sistema nervioso: no existen poblaciones que estén a salvo del deterioro que supone consumir esta droga.
A continuación se enumeran una serie de factores que determinan tanto la forma como el grado en que el alcohol afecta al cerebro:
- Asiduidad con la que la persona consume alcohol.
- Edad en la que inició en consumo de alcohol y duración del consumo.
- Edad actual de la persona.
- Nivel de educación.
- Sexo.
- Antecedentes genéticos.
- Historial familiar de alcoholismo.
- Exposición prenatal al alcohol.
- Estado de salud a nivel general.
- Efectos del alcohol a corto y a largo plazo.
El alcohol tiene la capacidad de comenzar a generar efectos sobre el organismo, por leves que sean, ya desde el primer trago. Eso significa, entre otras cosas, que no existe el consumo moderado de alcohol en un sentido en el que signifique "consumo inocuo". Todos estos efectos que provoca a corto plazo se intensifican y conservan en el tiempo a medida que el consumo se vuelve más y más frecuente, pero el desgaste en el organismo está presente desde la primera vez que se ingiere.
Efectos del alcohol en el cerebro a corto plazo
Los primero efectos que puede experimentar una persona que ha consumido alcohol en cualquier dosis incluyen alteraciones motrices, dificultades para caminar, lentitud en los tiempos de reacción o habla difusa.
Asimismo, existen una serie de consecuencias más graves que aparecen entre los primeros momentos del consumo de alcohol hasta pasadas horas o incluso días tras su ingesta. Estos efectos son los siguientes.
1. Cambios emocionales
El consumo de alcohol conlleva una serie de desequilibrios en la química cerebral que afectan tanto al comportamiento, como a los pensamientos, sentimientos y emociones. Estas perturbaciones en la química del cerebro favorecen la aparición de cambios emocionales como ansiedad, depresión o agresividad.
A pesar de que tradicionalmente, la personas han utilizado el alcohol como un medio para desinhibirse, para sentirse relajados o incluso para ser más sociables y extrovertidos; la ingesta excesiva de alcohol tiende a transformar estas emociones en ansiedad, agresividad y tristeza o depresión a corto plazo.
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2. Lapsos de memoria
La ingesta del alcohol puede llegar a producir pequeños deterioros en el hipocampo. Este deterioro se manifiesta a través de lapsos en la memoria, los cuales pueden presentarse solamente unas horas después de haber consumido pequeñas cantidades de alcohol.
No obstante, cuando este es ingerido en grandes cantidades, con el estómago vacío y en cortos períodos de tiempo la persona puede llegar a experimentar olvidos de intervalos de tiempo más amplios o incluso sucesos completos.
3. Pérdida de conocimiento
Los síncopes o pérdidas de la conciencia por breves períodos de tiempo son habituales en aquellas personas que beben grandes cantidades de alcohol de manera muy rápida. Esta rapidez en la ingesta hace que los niveles de alcohol en sangre aumentan vertiginosamente, provocando desfallecimientos y pérdidas de conocimiento.
4. Impulsividad
Consumir alcohol tanto en pequeñas como en grandes dosis, puede interferir en las conexiones del córtex prefrontal del cerebro. Esta zona es la encargada de mediar en la impulsividad de la persona, así como en la organización de su comportamiento.
Cuando los niveles de alcohol en sangre comienzan a aumentar la persona es susceptible de experimentar comportamientos impulsivos que seguramente nunca hubieran llevado a cabo en condiciones de sobriedad.
No obstante, al igual que los cambios en la agresividad, estas alteraciones dependen también de la predisposición o el carácter de la persona. Es decir, una persona que tiende a ser agresiva o impulsiva en situaciones normales será mucho más susceptible de sufrir estos efectos, o los experimentará con mayor intensidad, que una persona que tiende a ser calmada.
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Efectos a largo plazo
Como se comenta anteriormente, cualquiera de los efectos del alcohol a largo plazo puede llegar a mantenerse en el tiempo cuando el consumo pasa de ser puntual a ser recurrente. Algunos de estos efectos a largo plazo son los siguientes.
1. Desarrollo de trastornos emocionales
El consumo excesivo de alcohol está muy relacionado con ciertas enfermedades y trastornos emocionales como la depresión o la ansiedad.
Esto es debido a que ingerir bebidas alcohólicas con asiduidad altera los niveles de serotonina del cerebro, concretamente tiende a disminuirlos. El descenso en los niveles de este neurotransmisor encargado de regular el estado de ánimo favorece la aparición de todo tipo de trastornos emocionales en la persona.
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2. Limita el desarrollo cerebral en adolescentes
Cada vez en más habitual el consumo en edades tempranas, sobre todo durante la adolescencia. Este consumo que se realiza de manera social puede acabar interfiriendo en el correcto desarrollo cerebral de los jóvenes.
Como consecuencia de estas variaciones, el adolescente pueden llegar a desarrollar déficits trascendentales en la recuperación de la información verbal y no verbal y en el funcionamiento viso-espacial.
Asimismo, dado que durante esta etapa el cerebro no está completamente desarrollado, los adolescentes consumidores de alcohol están mucho más expuestos a la hora de desarrollar dificultades de aprendizaje y de memoria.
3. Destrucción de neuronas
Además del freno del desarrollo cerebral durante la adolescencia, el consumo de alcohol también afecta al desarrollo neuronal en la edad adulta.
Durante esta etapa, el consumo de altas dosis de alcohol impide el crecimiento de nuevas células y reduce en número de neuronas del cerebro en ciertas áreas de este. Sin embargo, estos daños son más visibles en zonas concretas de estas células nerviosas: los axones, prolongaciones que forman el cableado del sistema nervioso.
4. Daños en el hipocampo
Como se describe anteriormente, la destrucción de neuronas puede llegar a ocasionar un serio deterioro en el hipocampo. Esta región cerebral es la encargada de intervenir en el almacenamiento de memoria, por lo que una serie de borracheras frecuentes o una adicción al alcohol puede dañar el cerebro de forma permanente, alterando la capacidad para memorizar.
Este déficit en el almacenamiento de la memoria puede llegar a conservarse incluso una vez superada la adicción al alcohol.
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5. Psicosis
Una adicción extrema al alcohol puede llegar a generar un estado o trastorno de psicosis en la personas, la cual experimenta todo tipo de alucinaciones, paranoias e ilusiones.
Asimismo, si una persona con un largo historial de alcoholismo interrumpe de forma abrupta el consumo de alcohol puede desarrollar un síndrome de abstinencia al alcohol, también conocido como “delirium tremens”.
Este síndrome ocasiona una hiperestimulación del sistema adrenérgico, causando cefaleas, agitación constante, temblores corporales, náuseas y vómitos, alucinaciones e incluso la muerte.
6. Síndrome de Wernike-Korsakoff
La adicción al alcohol provoca, en un 80% de los casos, una deficiencia de vitamina B1 o tiamina. Esta mengua en los niveles de tiamina es un factor de riesgo a la hora de desarrollar el síndrome de Wernike-Korsakoff.
Esta afección se distingue porque la persona presenta simultáneamente una encefalopatía de Wernike y en conocido síndrome de Korsakoff. Ambas enfermedades tienen su origen en la falta de esta vitamina.
Referencias bibliográficas:
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- Romeo, J.; Wärnberg, J.; Nova, E.; Díaz, L. E.; Gómez-Martinez, S.; Marcos, A. (2007). Moderate alcohol consumption and the immune system: a review. The British Journal of Nutrition. 98 Suppl 1: S111 - 115.