La la violencia sexual contra la infancia es uno de los fenómenos más dañinos no solo a nivel psicosexual, sino también a nivel social: no hay que olvidar que este fenómeno muchas veces es facilitado por dinámicas familiares e incluso por prejuicios y estereotipos que, incluso a día de hoy, hacen de este tema un tabú del cual "es mejor no hablar".
Es por ello que incluso en el ámbito de la psicología existen mitos acerca del abuso sexual infantil que se resisten a desaparecer. Precisamente por ello es importante la tarea de la persona a la que entrevistamos hoy, la psicóloga Sara Valens.
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¿Qué sabemos sobre los abusos sexuales en la infancia?
Sara Valens nos habla acerca de una de sus áreas de especialización: el fenómeno de la violencia sexual contra la infancia y las dinámicas familiares que muchas veces están detrás de él.
¿Por qué te interesaste por formarte en el ámbito de los abusos sexuales en la infancia?
Por varias razones. Yo misma soy superviviente de abusos y tuve que sufrir en mi persona la falta de formación de mis colegas en abuso sexual. Por otro lado, quería cubrir ese vacío y darles a las víctimas la atención que requerían.
Yo venía de trabajar con mujeres maltratadas y estudiar los abusos era el paso lógico. Había comprobado cómo los malos tratos son una revictimización del abuso sufrido en la infancia en muchos casos, y deduje que tratando los abusos podríamos atajar el problema de la violencia en la edad adulta. Esta idea está en la base de todo mi trabajo.
¿Qué relación hay entre los abusos sexuales en la infancia y el fenómeno del trauma?
Los abusos sexuales son muy traumáticos y dejan graves secuelas en la vida de las víctimas. Reconocemos las mismas secuelas en supervivientes de abusos que en personas que han sufrido otro tipo de eventos traumáticos, a excepción de algunas particularidades que van con el abuso.
Sé que algunos psicólogos te dirán que algunas veces el abuso no deja trauma, pero creo que ese punto de vista es erróneo. De alguna forma, estos psicólogos caen en la misma trampa que las propias víctimas minimizando el abuso, que es una tendencia muy propia de muchos de ellos.
Si tenemos en cuenta que muchos psicólogos que trabajan con abusos han sido víctimas a su vez entenderemos esto perfectamente. Es verdad que a veces las víctimas simulan estar bien, pero porque están atrapadas en las primeras etapas del trauma interpersonal, es decir, en la etapa de la dependencia del pederasta y aún no reconocen la gravedad de lo que les ha ocurrido. Y es posible que ya sean adultos, pero eso no cambia nada.
La víctima puede haber padecido el Síndrome de Acomodación al Abuso, que nos explicó Ronald Summit, y puede haber quedado estancado en eso hasta el momento presente, así tengan cuarenta años. Eso puede verse desde fuera como una persona normal, pero si rascas un poquito en la superficie y permites que esa víctima se exprese libremente, al final acabarás viendo claros síntomas de trauma.
El problema es que la mayoría de los psicólogos no están formados en trauma y no saben verlo. Un paciente tuyo puede estar traumatizado, pero si no sabes lo que es eso, te parecerá que muchos de sus comportamientos son solo rasgos de su personalidad, rarezas o a lo mejor un trastorno clasificado en el DSM, pero que tú no sabes que vincula con el trauma porque no te lo han enseñado. Muchas de las clasificaciones del DSM o del CIE son sencillamente trauma, y a menudo por abuso sexual en la infancia.
¿De qué manera puede plasmarse en la etapa adulta el abuso sexual infantil?
Además de un buen número de secuelas psicológicas y físicas, comprobamos que desde el momento en que una persona es víctima de trauma interpersonal, queda en una situación de vulnerabilidad que puede llevarle a ser víctima de muchas otras cosas si no se trata el trauma.
Este es el fenómeno de la revictimización, que hace que las personas vuelvan a ser víctimas en otros contextos diferentes del original. Como comentaba antes, encontramos que una gran parte de las mujeres maltratadas en su edad adulta han sido víctimas de abuso sexual en la infancia. Pero también encontramos que estas víctimas tienen más probabilidades de sufrir más abuso por otras personas, y violación en la calle u otros lugares.
En general, el trauma causado a una edad tan temprana como ocurren la mayoría de los abusos, y de forma repetitiva, deja un cerebro completamente disociado que solo trae problemas.
Una de las mayores perturbaciones que esto provoca, que es transversal a todo los demás, es que estas personas no llegan nunca a tener una vida moderadamente ordenada; no puedes ponerle orden a tu vida cuando tu cerebro está tan disociado. Consecuencia de esto es también la disociación estructural de la personalidad, que nos lleva a desarrollar partes disociadas, que son a la vez causa y consecuencia de ese caos. Es verdaderamente difícil intentar llevar una vida normal cuando tienes tanto ruido en la cabeza.
A veces la disociación lleva también a la amnesia psicógena, es decir al “olvido” total o parcial de la experiencia. Lo grave de esto es que el hecho de disociar la experiencia no hace que las secuelas desaparezcan. El trauma seguirá su curso y veremos el mismo número de trastornos y enfermedades que en las víctimas que lo recuerdan todo. Las personas así van dando tumbos por la vida, con un gran sufrimiento y un vacío emocional que no son capaces de restaurar por sí solos. Por suerte cada vez hay más psicólogos formados en trauma y terapias neuroreprocesadoras, que son las que realmente marcan la diferencia.
¿Cuáles son algunas de las secuelas psicológicas más frecuentes que se dan a partir de los abusos sexuales en la infancia?
Hay muchas secuelas que van con el abuso. Una de las más corrientes serían los trastornos sexuales, entre ellos la promiscuidad. Digamos que los abusos sexuales son una especie de programación mental para las víctimas. Las personas quedamos condicionados por nuestras primeras experiencias sexuales.
Si abusaron de ti antes de que tu cerebro estuviera plenamente formado, acabarás siendo una especie de “máquina sexual”, y te activarás y responderás ante cualquier estímulo de esa naturaleza, por pequeño que sea, venga de quien venga. Increíble pero cierto, a veces esto ocurre incluso en contra de la voluntad de la propia víctima. De ahí que hable de ello como de una “programación”.
Vinculando con la respuesta anterior, en la época actual, a muchos psicólogos no les parecería extraño encontrarse con una persona promiscua, y lo entenderían solo como una forma de vivir la sexualidad, cuando en realidad es un condicionamiento. Igualmente, podemos encontrar el extremo opuesto en el que las personas no quieren tener relaciones sexuales con nadie, porque sienten aversión al sexo. En la misma persona podemos ver ambas cosas en diferentes momentos de su vida.
Luego tenemos un buen montón de trastornos y enfermedades vinculados al trauma y al abuso. La fibromialgia y la fatiga crónica, sin ir más lejos. Pero encontramos problemas en todas las áreas de la vida; fobia social o problemas para relacionarse con otras personas; en las mujeres, tendencia a tener relaciones con pederastas o maltratadores; depresión y ansiedad, con gran incidencia del Trastorno Límite de Personalidad; trastornos del espectro autista en algún grado; psicosis o esquizofrenia; trastornos del habla o de la escritura; conductas autolesivas, ideación suicida e intentos de suicidio; adicciones de todo tipo; tendencia a caer en la prostitución o la pornografía, y todos los problemas derivados de la disociación que hemos visto aquí y más.
¿Cuáles son las técnicas de psicoterapia más utilizadas para ayudar a los niños y niñas que han pasado por este tipo de abusos?
Hoy día, las técnicas que sabemos que mejor funcionan y que se van extendiendo cada vez más son las técnicas neuroreprocesadoras, es decir, las que ayudan a integrar trauma. Personalmente nunca recomendaría otro tipo de técnicas, puesto que aquí no hablamos de trabajar con la mente, sino de trabajar con el cerebro físico, que en este caso está disociado. Cuando observas un cerebro disociado a través del escáner cerebral lo que ves es que está apagado, que aquellas áreas que tendrían que ponerse en funcionamiento al realizar ciertas tareas no responden, que las neuronas no conectan de forma natural y, por lo tanto, las funciones cerebrales quedan muy afectadas.
No es de extrañar que la persona disociada parezca a veces “atontada” o que sean incapaces de memorizar con normalidad. Todos estos son los efectos de un cerebro disociado y eso no se cura con unas pautas conductuales, ni con mindfulness, ni con psicoanálisis. Si queremos generar cambios en el cerebro físico tenemos que trabajar con técnicas que afecten a la forma en que las neuronas conectan unas con otras, y solo hay un tipo de terapias capaces de hacer esto: las neuroreprocesadoras.
¿Qué aspectos del abuso sexual infantil crees que son más importantes en el ámbito de la formación de la psicoterapia?
Primero y ante todo el trauma que generan. Si no estás formado en trauma, por más que conozcas las técnicas para trauma, no te va a servir de mucho. Por otro lado, el psicólogo que quiera tratar con supervivientes de abuso tendrá que conocer al detalle el comportamiento de las familias pederastas.
En la sociedad tenemos un estereotipo a favor de los padres y en contra de los hijos. Según este estereotipo los padres siempre son buenos y todo lo hacen por el bien de sus hijos; si hay problemas en una familia debe ser a causa de los hijos, nunca de los padres.
Estos esquemas ya están obsoletos para la mayoría de las familias, pero en concreto a la hora de trabajar con víctimas de abuso sexual intrafamiliar no sirven para nada. Estas familias no son normales y por lo tanto los parámetros que utilizamos para trabajar con otro tipo de familias no sirven para estos grupos. Todo eso lo tiene que conocer psicólogo, porque si no lo sabes no vas a comprender las reacciones del entorno de la víctima y no podrás atenderla como es necesario.
Hay psicólogos que sencillamente no se creen las cosas que les cuenta las víctimas porque no conciben que haya madres que puedan abofetear a sus hijos cuando estos les dicen que están siendo víctimas de abusos por parte de su padre. Esta ignorancia con respecto a las características de la violencia que sufren los menores en su propio hogar se acaba convirtiendo en un prejuicio contra las víctimas. Las dificultades de los propios psicólogos para comprender que pueda haber padres que violen a sus hijos y madres que encubran a los violadores los lleva a causar estragos en la cabeza de las víctimas.
Conocer los procesos de revictimización es también muy importante y puede evitar que el psicólogo le acabe haciendo más daño a la víctima. Algunos psicólogos te creen cuando les dices que tu padre te violaba, pero cuando les intentas explicar que además de eso, en el colegio también te ocurrió, o que tras tu padre venía tu hermano, ahí se levantan todas las defensas del psicólogo. Esta revictimización no solo es verdad, es que es una de las cosas más comunes entre las víctimas, y el profesional de la salud mental tiene que saberlo para actuar en consecuencia.
Algo que personalmente me llama mucho la atención es el empeño de muchos en intentar convencer a la víctima de que sus padres la querían a pesar de haberla sometido al grave maltrato en que consiste el abuso y su encubrimiento.
La víctima ya viene confundida de una infancia entera de violencia sexual. Las mujeres víctimas crecen vinculando el comportamiento abusivo de sus padres con el amor. Son mujeres que después se meterán en relaciones de violencia con hombres con el mismo perfil que sus padres porque están convencidas de que eso es amor. El psicólogo no puede venir a reforzar esa idea. Primero porque no es verdad; los padres que aman a sus hijas no las violan y las madres que aman a sus hijos no encubren a sus violadores. Pero, además, porque condenamos a las víctimas a una vida de futuras violencias y revictimización.
Por todo esto el psicólogo tiene que despojarse de muchos prejuicios, de muchas ideas preconcebidas y de muchas maneras distorsionadas y obsoletas de ver el oficio. En general hacen falta profesionales con autoridad y con firmeza capaces de guiar a estas víctimas hacia la madurez con argumentos lógicos, y no reforzando el rol de víctima de los supervivientes.
Abrirles los ojos a las víctimas con respecto a lo que ha ocurrido de verdad en sus hogares significa atajar el problema a tiempo antes de que escale. El abuso pasa de generación en generación por vía de las víctimas, normalmente las madres, por eso es importante cortar el ciclo de la violencia sexual en la infancia para que no haya más víctimas. En ese sentido los psicólogos tenemos una gran responsabilidad. Uno no puede atender a una persona infantilizada -como quedan las víctimas de abusos-, siendo uno mismo igualmente infantil, o albergando ideas y prejuicios que nos anclan en el pasado y que nos permite progresar.