El cerebro humano es algo tan complejo y (casi) perfecto que desde los tiempos de Hipócrates ha sido motivo de curiosidad. Con el avance de la ciencia y la tecnología, las neurociencias han ido poco a poco resolviendo los enigmas del maravilloso cerebro humano intentando explicar el porqué de la conducta humana, incluyendo fenómenos tan complejos como lo es el delito.
¿Por qué delinque un hombre? ¿Qué causas lo motivan a transgredir las normas? ¿Por qué la idea de ser castigado por la ley no le atemoriza? Cómo te compartimos en un reciente artículo, la criminología es la ciencia que pretende dar respuesta a las anteriores interrogantes teniendo como objeto de estudio la conducta antisocial, que es aquella que lacera y va en contra del bien común. Pero para estudiar el crimen y la conducta antisocial, la criminología se apoya en diversas ciencias y disciplinas entre las que destacan las ya mencionadas neurociencias.
Estudios al cerebro de los criminales
Uno de los casos más famosos que han sido objeto de estudio de la neurología enfocada hacia fines criminológicos, y que puso en jaque conceptos como el libre albedrio del delincuente y conceptos como el dolo y la culpa se remonta al año 2003. En ese año, un hombre de 40 años que nunca había presentado trastornos comportamentales de la sexualidad previamente fue sentenciado por acoso sexual a menores.
Las causas biológicas de la conducta antisocial
Una resonancia cerebral en el sujeto mostró un hemangiopericitoma en la región orbitofrontal que, tras ser removido, causó que los síntomas pedofílicos se esfumaran, por lo que se le concedió la libertad. Fue hasta un año después que la fijación hacia los menores de edad empezó a nacer nuevamente. Tras hacer una nueva resonancia se observó que el tumor había aparecido nuevamente y una vez más, tras ser operado los síntomas desaparecieron.
Más estudios que relacionan disfunciones cerebrales al trastorno antisocial de la personalidad
Investigaciones que han sido objeto de debate encabezados por la Sociedad Norteamericana de Neurociencias sugieren que existen déficits en estructuras concretas del cerebro que incluyen áreas relacionadas con la empatía, el miedo al castigo y la ética entre quienes manifiestan trastorno antisocial de la personalidad.
Estudios similares han sido presentados por Adrian Rayne, neurocientífico de la Universidad de Pensilvania. Este profesor llevó a cabo un interesante estudio con 792 asesinos con trastorno antisocial de la personalidad, descubriendo que su corteza prefrontal cerebral era significativamente de menor tamaño en relación con otro grupo que no tenía trastorno antisocial. Por si este halazgo fuera poco, se descubrió también que estos individuos tienden a presentar daños en estructuras cerebrales vinculadas con la capacidad de hacer juicios morales. Estas regiones fueron la amígdala y el gyrus angular.
La endocrinología al auxilio de la criminología
La criminología se ha interesado cada vez más en cómo se relacionan las glándulas endocrinas con el comportamiento delictivo. Por ejemplo: sabemos que ante una situación de peligro podemos reaccionar paralizándonos, huyendo o atacando. De la primera opción sabemos que es el cortisol principalmente el encargado de trasmitir esta respuesta de estrés, sin embargo en relación con las dos últimas es la adrenalina la encargada de preparar el cuerpo para estas reacciones.
Se sabe con certeza que si un individuo presenta alguna disfunción (por ejemplo, a raíz de un traumatismo) que conlleve a las glándulas suprarrenales del individuo a una mayor producción de adrenalina, el sujeto tendrá especial tendencia a realizar conductas agresivas, como bien podrían ser delitos violentos y contra la integridad física. En cuanto a la delincuencia sexual, otros estudios realizados en Estados Unidos han comprobado que presidiarios que cometieron delitos sexuales violentos muestran elevados niveles de testosterona en su organismo en relación al resto de la población penitenciaria.
Eynseck y la teoría de la excitación de los tipos psicológicos
Hans Eynseck sostiene que el sistema nervioso de los extrovertidos y los introvertidos tiende a una de dos características fundamentales: la excitación y la inhibición afirmando que los denominados extrovertidos están predispuestos a la inhibición mientras que los introvertidos a la excitación, es por ello que las actividades entre cada tipo suelen ser compensatorias a su predisposición a los estímulos.
Por ejemplo, al ser un introvertido más fácilmente excitable, tenderá a buscar estímulos no tan apremiantes y con ello actividades más tranquilas y solitarias; mientras que el extrovertido necesitará buscar el estímulo dado su inhibición natural. En su teoría establece que tienen mayor inclinación a la criminalidad los extrovertidos al estar frecuentemente en busca de estímulos excitantes, sin embargo cuando un introvertido da el paso al acto puede llegar a cometer delitos más graves. Además de notar una tendencia del extrovertido por el sadismo y la psicopatía mientras el introvertido tiende al masoquismo y el autismo.
Los criminales ¿nacen o se hacen?
Ante el eterno debate entre sociólogos, psicólogos, biólogos entre otros especialistas del comportamiento humano, la criminología ha optado por resolver esta cuestión bajó la resolución de que el delincuente es producto tanto de la predisposición de sus características psicofisiológicas, genéticas e individuales cómo de la interacción entre el entorno social, la anomia, la cultura, la educación, entre otros.
Por tanto, decir que un determinado daño neurobiológico fue la causa definitiva de la comisión de un delito resultaría no solo escueto sino también inconcluyente, pues el sujeto necesita de una amplia gama de factores para consumar el delito, además de oportunidad, móviles, etc. Es trabajo de la criminología detectar cuánta “fuerza” presenta un factor neurológico criminoimpelente como para haber sido la causa del delito, en trabajo conjunto con las neurociencias que día a día desvelan poco a poco los secretos del sistema nervioso y el cerebro humano.
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