Los ataques convulsivos son uno de los síntomas más característicos y reconocibles en gran variedad de casos. Los temblores que recorren todo el cuerpo, así como los estados alterados de consciencia (o incluso la pérdida de la misma) son las características clásicas de la convulsión, y el hecho de que estas afecten a todo el cuerpo y a los procesos psicológicos deja entrever que detrás de este síntoma se encuentra un funcionamiento anómalo del sistema nervioso.
En concreto, las convulsiones son debidas en parte a unos cambios en los patrones de disparo de las neuronas ubicadas en el cerebro.
En el origen de las convulsiones
Las convulsiones pueden ser debidas a varias causas, entre las que se encuentran la fiebre alta, enfermedades degenerativas del encéfalo, o fallos funcionales que producen ataques epilépticos. Sin embargo, más allá de la causa concreta, las convulsiones se producen por un patrón característico de actividad neuronal. Esta actividad neuronal es reconocible por los ritmos con los que varias neuronas envían señales eléctricas a otras redes de células nerviosas. Las convulsiones se dan porque en el cerebro hay neuronas actuando de manera anormal, lo cual produce las alteraciones de consciencia y la tensión y relajación de grupos musculares.
¿Cuál es este patrón de actividad?
Básicamente, se trata de muchas neuronas disparando señales eléctricas al mismo tiempo. En una situación normal en la que la persona se mantiene consciente, las lecturas de encefalograma muestran un patrón de actividad con pocos altibajos, porque no hay grandes grupos de neuronas coordinados entre sí para transmitir información a la vez. Sin embargo, durante las convulsiones, el encefalograma revela grandes picos de actividad eléctrica que contrastan con momentos de poca actividad.
Todo esto trascurre en muy poco tiempo, y queda plasmado en los temblores típicos de una persona con ataques convulsivos. Al igual que los temblores son en realidad la tensión y relajación de músculos de manera repetida, algo parecido ocurre en el cerebro: las neuronas se coordinan para mandar descargas juntas, pero también lo hacen en los momentos en los que no envían señales eléctricas. De ahí que en las lecturas de encefalograma aparezcan picos de actividad: en un momento determinado, el efecto de muchas células nerviosas activándose a la vez no queda tan compensado por la no-activación de otras neuronas, con lo cual la activación eléctrica general se aleja de la media.
Pero los ataques por convulsiones no se caracterizan sólo por tener muchas neuronas coordinadas entre sí. Además, cada una de estas neuronas está disparando señales con una frecuencia más alta de lo habitual. En otras palabras, las células nerviosas se encuentran en un claro estado de excitación durante el tiempo que dure la crisis.
A la vez, estas neuronas sincronizadas entre sí responsables del funcionamiento anómalo van haciendo que cada vez más neuronas empiecen a obedecerlas y a activarse al mismo tiempo, con lo cual los efectos de la convulsión se magnifican y cada vez. Con el paso de los segundos habrá cada vez más neuronas en estado de excitación constante y coordinadas entre sí aunque afortunadamente los casos de crisis por convulsiones no suelen durar indefinidamente.
Y, mientras dormimos…
Como curiosidad, parece ser que ocurre algo parecido en los momentos del sueño en los que no somos conscientes de nada, mientras que cuando soñamos, los resultados que muestran los encefalogramas son muy parecidos a los de una persona despierta.
Sin embargo, estos casos ya han sido previstos por la evolución y se han establecido mecanismos para que no nos veamos obligados a tener convulsiones mientras dormimos.