Cuando las parejas llegan al consultorio, lo hacen con el dedo acusador de turno apuntando a quien tienen a su lado, culpando, increpando o interpretando, pero no pudiendo, por lo general, hacerse la pregunta desde lo individual.
¿Qué me pasa con esta situación? ¿Cuál es mi parte de la responsabilidad en tal crisis? ¿Qué puedo intentar ceder desde mi lugar para que este vínculo funcione?
Allí reside el gran problema, el acusar a alguien y el no poder mirar hacia adentro de uno mismo, generando con esta modalidad una crisis o conflicto vincular que con el paso del tiempo va agrandando sus dimensiones.
Para las personas es más fácil interpretar desde su propia perspectiva de vida la acción, actitud o el decir de alguien, criticando o juzgando dicha acción, siendo más complejo el poder detenerse y, empáticamente, hacer una pregunta.
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Aprendiendo de las crisis de pareja
La pregunta nos permite comprender qué pudo haberle ocurrido en su historia de vida o en ese momento para reaccionar de tal manera. Así mismo nos brinda y nos habilita a ambos en el vínculo, la posibilidad del replanteo, el registro y la búsqueda de respuestas.
Cuando lo que se pone en juego en un vínculo es la interpretación, la misma se genera desde la historia de vida que quien está interpretando, pero no del lado de quien realiza tal acción, siendo allí donde los protagonistas son el enojo, la crítica y el juzgar, la respuesta de la otra parte siempre será la defensa, dándole así el inicio al ciclo conflictivo y sin fin.
Alguien critica o acusa, la otra persona se defiende, ya que esa crítica probablemente activó heridas viejas, y así entre acusaciones innecesarias, críticas y defensas se instalan en el vínculo las grietas y los silencios difíciles de reparar.
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¿Por qué ocurre esto en los vínculos de pareja?
Esto ocurre por varios motivos. Uno de los más frecuentes es que el vínculo de pareja es el que funciona con mayor frecuencia (estadísticamente) siendo un espejo\reflejo de las cosas que no se pueden ver en uno mismo, viéndolas en el “otro” de manera indirecta.
Lo criticado y juzgado en otras personas, lo que nos irrita de alguien, siempre son esas sombras que se encuentran en quien acusa, que no pueden ser visibles o aceptadas. De ser posible verlas se tendría la enorme responsabilidad de pasar al trabajo de sanarla y esto conlleva un proceso de preguntas y búsqueda, siendo más sencillo para la mente humana pedirle el cambio a ese otro que se encuentra en el vínculo, que actuar y hacer consciente mis sombras y mis propias responsabilidades para curarlas.
Cuando no podemos mirar hacia adentro, conocernos, elaborar y sanar las viejas heridas infantiles propias de la vida, de mi historia, todo lo que ocurra en la vida adulta que active dichos recuerdos, que roce tales heridas, será puesto en el afuera, en los vínculos que nos rodean como mecanismos defensivos, siendo esa la forma que la mente interpreta que debe defenderse, trayendo el pasado a la actualidad.
Reside acá la gran importancia de reconocer esto que se encuentra sin elaborar, entendiendo que en el presente la persona adulta que soy tiene herramientas diferentes para poder actuar, correrse de ese vínculo si así lo considera, o comunicar aquello que es interpretado como doloroso.
Siendo niños no contamos con tales defensas para protegernos de las acciones que pudieran lastimarnos; no contamos con herramientas necesarias para frenar. Los niños y su estado de indefensión no están preparados para esto, pero el adulto sí, siendo allí el inmenso trabajo y responsabilidad que se debe adquirir. Además del espejo\reflejo en el que nos miramos en tales vínculos, existen fallas en la comunicación entre ambos integrantes.
Cuando la comunicación no es clara, no es asertiva, no es un pedido concreto y solo funciona como demanda, el “otro” jamás podrá comprender lo que se está poniendo en el discurso, ya que esa demanda está más relacionada con demandas infantiles a nuestros padres, siendo los niños heridos los que salen a escena y no el adulto en el vínculo establecido. Desde este lugar no podrá haber entendimiento posible en el intento de diálogo y acuerdo.
Y aquí la importancia una vez más de conocernos, saber quién sale a escena a la hora de pedir o demandar a alguien desde el reclamo de cambio, reconociendo cuando tal personaje es la niña o niño herido o es el adulto que ha realizado su trabajo interno.
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¿Cómo podemos generar de una crisis o conflicto un bello aprendizaje vincular?
Podemos cambiar un conflicto cuando cambiamos el foco de la mirada, cuando podemos detener el impulso sin pensamiento, siendo el enojo y el capricho el único protagonista. Podemos aprender cuando nos detenemos a conocernos e intentamos cortar con los patrones repetidos de conducta, cuando entendemos que cambiar de pareja permanentemente no cambiará el problema de base que está sin sanar, el cambio de un rostro es tan solo eso un cambio, pero tarde o temprano la herida volverá a rozarse.
Si no podemos comenzar por un proceso individual, de trabajo de sanción propia, la pareja siempre será el lugar donde nuestras defensas actúan con desorden en el tiempo.
El camino comienza desde adentro hacia afuera, no poniendo la acusación en alguien más, puede gustarme o no lo que el otro haga, pero se debe entender que no es personal, luego que lo hace desde su versión, pero desde mi posición puedo elegir hablarlo o salir de tal lugar en caso de que duela, pero nunca pedir cambios a alguien, ya que si ese alguien cambia por mi pedido y no por su propia molestia esto volverá en breve a la luz.
En los tratamientos terapéuticos de pareja se trabaja sobre el registro de cada discurso, también en el reconocimiento de los roles de cada uno de los integrantes, las puestas en escena de cada demanda, de cada pedido, evaluando si lo mencionado es de un niño/niña asustada. Los tratamientos de pareja habilitan a cada uno a la elección de salir o mejorar, pero no desde el reclamo.
Se otorgan herramientas para trabajar con la pareja, con el fin de conectar desde lugares distintos, más sanos.
Habilitarse a lo bello de un vínculo es darnos el permiso del disfrute, del aprendizaje, de la sanción, haciendo de este recorrido algo maravilloso, alejado de lo traumático.
Gabriela Boullon
Gabriela Boullon
Lic. Psicóloga Clínica
Sugerencia: si sientes que esto te resuena y no podéis salir del círculo vicioso negativo del conflicto, pedid ayuda profesional para poder transitar esto desde otro lugar.
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