Vivimos el amor de manera automática. Entramos y salimos de relaciones sin darnos la oportunidad de amar en nuestra propia versión de pareja sana y feliz.
Pero aprender de nuestros errores en la relación nos permite construir y reconstruir sobre lo que no fue o no está funcionando. Nos retiramos antes de intentar el desafío de poder ser felices juntos.
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Los altibajos en las relaciones de pareja
La literatura está llena de amores desventurados. En estas pocas palabras, Gabriel García Márquez transmite vívidamente la sensación física y psíquica del desamor.
"La ausencia paulatina de tu interés por mí, la falta progresiva de tus “buenos días”, la elección egoísta de tu lejanía, fueron los que determinaron que no hiciera falta viajar a Macondo, bastaba besar tus labios para sentir…… Cien años de soledad".
Pero cuántos amores desventurados son tan solo malos entendidos, o efectos del “virus” de la alexitimia. El resultado de no poder dar cuenta de nuestros propios sentimientos es que se nos hace imposible conectar con ellos. Cuántas veces olvidamos los detalles de los inicios de la relación donde todo era nuevo y desconocido, donde la novedad alimentaba el amor. Así, se culpa al tiempo por la tibieza que dan los años y al hecho de que la pasión parece desvanecerse.
Una relación estable en el tiempo está sujeta a cambios, y debe soportar alguna que otra desventura. Problemas con las familias, laborales, duelos, el temor al futuro, los hijos, son algunas de las razones por las que una pareja puede deteriorarse, tan lentamente que ni se perciba. Cuando se llega a la terapia debido a disfunciones en el vínculo, o cuando nos cuestionamos qué tan bien funciona la relación, algo de esto ya está rodando.
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Poniéndonos en la perspectiva del otro
Es fundamental aclarar qué idea de relación de pareja tiene cada integrante. A veces son conceptos ideales, imposibles de alcanzar en el mundo real. Las parejas que funcionan y son felices, esta segunda condición muchas veces no es tomada en cuenta, y sólo nos quedamos con “que funcione”, están compuestas por personas reales, imperfectas y muchas veces desconocen el modo del amor de la otra persona.
Cada quien comprende o entiende ser amado bajo ciertas características, acciones o gestos, que el otro aún después de mucho tiempo no termina de conocer. Esperamos que nos adivinen y le damos valor a una cualidad que sólo vale en nuestros primeros años de vida, cuando somos incapaces de formular en forma clara que nos hace feliz o como nos gustaría que nos amen.
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El amor como un proceso
El amor es construcción, y a veces se debe construir sobre escombros. No está mal. La confianza en el amor mutuo necesita tiempo, y esto implica atravesar caminos sinuosos. Aprender a relacionarnos con quien amamos desde otro lugar, tras haberlo visto fallar, requiere de coraje y de deseo. Muchos abandonan cuando realmente es tiempo de probar con acciones y gestos que esa persona es importante para nosotros y que vale la pena el intento.
Podemos pedir ayuda o recurrir a quien objetivamente nos aclare cuánto potencial existe en esa relación. Estar involucrados en una relación de este tipo nubla nuestra vista y nuestras emociones. Está claro que hay relaciones que es mejor dejarlas de lado, y que nos orienten a pensar qué queremos hacer es claramente saludable. Es fácil dejarnos atrapar en el ego o en el orgullo de creer que ceder es debilidad. Y es conveniente, revisar cómo de bien estamos y cuán bien nos hace la situación que estamos viviendo.
Cuando nos alegramos de la existencia del otro en nuestras vidas, cuando su bien nos hace felices, sabiendo que los días no son todos iguales y habrá algunos mejores que otros, cuando entendemos que discutir no es un problema, que lo importante es la forma y desde dónde lo hacemos, entendemos que los desacuerdos son para resolverlos y para vivir mejor.
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La responsabilidad es la clave
No estamos obligados a vivir en pareja, y se puede estar realmente bien solos. Pero si decidimos emprender este camino es necesario saber que la palabra clave es construcción y empatía y si la queremos reducir a una sola, podemos decir que esa palabra es responsabilidad. La responsabilidad en el amor no significa obligación, sino contrato, pacto, acuerdo. Es eso de conocer al otro con virtudes y defectos y aun así amarlo.
El concepto de responsabilidad es importante tanto en el cuidado de la relación como cuando algo sucede. Cuando una pareja se encuentra en crisis, es justo en ese momento donde debemos conocer y echar mano a nuestros recursos. Aunque parezca paradójico, muchas crisis salen a la luz cuando la pareja se encuentra atravesando (o está por hacerlo) muy buenos momentos. Las crisis no siempre suceden en la adversidad, también se pueden esperar frente a la llegada de una buena racha, nuevos trabajos, hijos en el caso que los quieran...
Los cambios en la vivienda, por ejemplo, generan situaciones de tensión: surgen en parejas que, al encontrarse en las puertas de una realidad diferente, se les hace desconocido el proceso. Otras veces la pareja evoluciona a un nuevo momento donde la magia y aquel tiempo de enamoramiento dejan de estar con la misma intensidad para entrar a otra etapa en la cual la fantasía deja de ser el sostén del vínculo. Hay muchas razones, cada quien tiene la suya, y de eso se trata, de conocerla y sanarla.
Mirar hacia otro lado no parece ser una buena fórmula para cuando se plantean cuestiones o crisis en la pareja; abordar estas cuestiones puede dar lugar a relaciones profundas, amorosas y duraderas. Obviamente, con sus cambios durante el camino.
Amores no dependientes, pero responsables de la unión, donde cada quien pueda nutrirse y reflejarse en el otro sin perderse. Respetando las diferencias y los espacios privados, internos y externos. Entendiendo que aceptando al otro doy por sentada su buena intención, su ausencia de daño (al menos, intencional) me permiten vivenciar que convivir no es fácil y conocerse tampoco, porque a lo largo de la vida iremos cambiando.
Silvana Weckesser
Silvana Weckesser
Magister En Psicología. Especialista en Clínica.Escritora
Acompañarnos y no desconocernos en ese proceso enriquece. Todo lo que hagas por el bienestar de quien amas te va a hacer bien, y todo lo que quien te acompañe haga por sí mismo necesariamente va a repercutir en ambos. Cuando el amor se instaura en el vínculo, la fidelidad es una consecuencia.