¿Quién es realmente nuestro mejor amigo? Aunque la cultura popular y algunos estudios sugieren que la amistad dentro de la pareja es clave para la felicidad y la estabilidad, la realidad es más compleja de lo que parece. Un reciente estudio revela que solo una minoría de personas considera a su pareja como su mejor amigo, a pesar de los beneficios que esto puede aportar a la relación.
Las razones detrás de esta tendencia incluyen factores sociales, culturales y personales, así como la importancia de mantener redes de apoyo más amplias fuera del vínculo romántico. En este artículo exploraremos por qué, para la mayoría, el título de “mejor amigo” sigue reservado para alguien distinto a la pareja, y qué implicaciones tiene esto para nuestro bienestar y la calidad de nuestras relaciones.
Las relaciones personales son un mundo complejo
En la cultura popular y en la psicología, la amistad y el romance suelen conceptualizarse como relaciones distintas, aunque pueden solaparse en la experiencia cotidiana. Tradicionalmente, la amistad se ha valorado como un vínculo esencial para el bienestar emocional, la confianza y el crecimiento personal. A lo largo del siglo XX, movimientos sociales como el feminismo impulsaron la importancia de la amistad, especialmente entre mujeres, y contribuyeron a que la idea de tener un “mejor amigo” ganara peso en la sociedad y la psicología popular. Esta distinción histórica entre amistad y pareja ha dado forma a las expectativas sociales sobre los roles que debe desempeñar cada tipo de relación.
Para entender cómo las personas organizan sus relaciones, el convoy model of social relations resulta fundamental. Este modelo describe la red de apoyos que acompaña a cada individuo a lo largo de la vida, compuesta por círculos concéntricos de familiares, amigos y pareja, cuya cercanía y función pueden cambiar según las circunstancias vitales. Así, la pareja puede ocupar un lugar central o compartir protagonismo con otros vínculos significativos, dependiendo de las necesidades emocionales y sociales de cada persona.
Estudios previos han demostrado que la amistad dentro de la pareja puede fortalecer la relación romántica y aumentar la satisfacción, pero también subrayan la importancia de mantener amistades externas para el bienestar general. El contexto actual, marcado por redes sociales más amplias y diversas, invita a reflexionar sobre la complejidad de etiquetar a la pareja como “mejor amigo” y sobre cómo estas etiquetas influyen en la calidad de vida y el apoyo social que recibimos.
Una minoría cree que su miejor amigo/a es su pareja
El estudio publicado en el Journal of Social and Personal Relationships analizó a 940 adultos en relaciones románticas que también tenían al menos una persona a la que consideraban su mejor amigo. Los participantes, de entre 18 y 85 años y con diversos perfiles sociodemográficos, debían listar hasta siete personas a las que consideraban amigas, pudiendo asignarles etiquetas como “mejor amigo”, “amigo cercano” o “pareja romántica”. Sorprendentemente, solo el 14,4% de toda la muestra identificó a su pareja como su mejor amigo, mientras que el 36% incluyó a su pareja en la lista de amigos, pero la mayoría no les otorgó el título de “mejor amigo”.
El estudio reveló que, aunque algunas personas sí ven a su pareja como su mejor amigo, muchas prefieren reservar ese título para alguien fuera de la relación romántica. Además, aproximadamente una cuarta parte de los participantes etiquetó a más de una persona como “mejor amigo”, lo que desafía la creencia de que solo puede haber un mejor amigo.
En cuanto a los factores asociados, las personas mayores eran ligeramente más propensas a considerar a su pareja su mejor amigo, mientras que quienes tenían mayores ingresos y quienes estaban casados tendían a hacerlo menos. Ni el género ni el número de mejores amigos influyeron significativamente en la probabilidad de otorgar ese título a la pareja.
Respecto a la calidad de la relación, quienes consideraban a su pareja su mejor amigo reportaban mayor cercanía emocional y más interacción rutinaria. Sin embargo, entre quienes ya veían a su pareja como amigo, llamarles “mejor amigo” o simplemente “amigo” no marcaba una diferencia significativa en la percepción de cercanía o rutina.
Finalmente, el estudio halló que quienes tenían a su pareja como mejor amigo disfrutaban de mayor compañerismo en la vida diaria, pero quienes tenían un mejor amigo fuera de la pareja sentían un mayor apoyo social percibido. Esto sugiere que, aunque la pareja puede ser fuente principal de compañía, mantener amistades externas amplía la red de apoyo y puede ser más beneficioso para el bienestar general.
Existen diversas razones, tanto personales como sociales, que explican por qué tan pocas personas consideran a su pareja su mejor amiga. Una de las principales es la diferencia de expectativas y funciones que tradicionalmente se asignan a la amistad y al romance. Aunque ambos tipos de relación comparten valores como la confianza, el apoyo emocional y la comunicación, la pareja suele estar asociada a una conexión más íntima y exclusiva, mientras que la amistad se percibe como más flexible y menos demandante en cuanto a exclusividad. Esta distinción puede llevar a que muchas personas reserven el título de “mejor amigo” para alguien fuera de la relación romántica, buscando mantener un equilibrio entre distintos tipos de vínculos.
Otra razón importante es la presión social y cultural por mantener redes de apoyo amplias. Diversos estudios y expertos subrayan que depender exclusivamente de la pareja para todas las necesidades emocionales puede ser riesgoso y poco realista, ya que ninguna persona puede estar disponible el 100% del tiempo. Por ello, muchas personas prefieren diversificar sus fuentes de apoyo, manteniendo amistades profundas fuera de la pareja, lo que contribuye a un mayor bienestar general y a una sensación de comunidad más sólida.
El contexto socioeconómico también influye. El estudio muestra que las personas con menores ingresos tienden a considerar a su pareja su mejor amigo con mayor frecuencia, probablemente porque tienen menos recursos para mantener una red social amplia. Sin embargo, esto puede aumentar su vulnerabilidad emocional si la relación de pareja enfrenta dificultades. Por el contrario, quienes tienen mayor estabilidad económica suelen contar con más tiempo y oportunidades para cultivar amistades fuera de la pareja, lo que enriquece su red de apoyo y reduce la presión sobre la relación romántica.
Además, la etiqueta de “mejor amigo” conlleva una carga emocional y social significativa. Priorizar a una sola persona puede implicar dejar de lado otras relaciones potencialmente fructíferas, y no siempre es un sentimiento recíproco. La monogamia, aunque es la norma en el ámbito romántico, rara vez se traslada al mundo de la amistad, donde es común tener varios amigos cercanos y compartir distintos aspectos de la vida con cada uno.
Finalmente, la gestión de los celos y las expectativas de exclusividad también juega un papel. En la pareja, los celos suelen estar más presentes y pueden dificultar la convivencia entre los roles de amigo y amante. Por todo esto, aunque hay beneficios claros en que la pareja sea también el mejor amigo -como mayor confianza, comunicación y disfrute mutuo-, la mayoría opta por mantener cierta separación entre estos roles, buscando un equilibrio entre intimidad romántica y diversidad de apoyos emocionales.
Implicaciones para el bienestar y relaciones
Considerar a la pareja como mejor amigo tiene implicaciones significativas en el bienestar y la calidad de las relaciones. Diversos estudios muestran que quienes ven a su pareja como su mejor amigo reportan mayor satisfacción y compañerismo en la vida diaria, lo que se traduce en una relación más cercana y con rutinas compartidas. Esta combinación de amistad y romance fortalece el vínculo, ya que la confianza, la comunicación y el apoyo mutuo suelen ser más profundos.
Sin embargo, los resultados también sugieren que quienes mantienen un mejor amigo fuera de la pareja perciben un mayor nivel de apoyo social. Esto se debe a que contar con una red de amistades externas diversifica las fuentes de ayuda emocional y reduce la presión sobre la relación de pareja para satisfacer todas las necesidades afectivas. En contextos donde la pareja es la única fuente principal de apoyo, como ocurre más frecuentemente en personas con menos recursos, existe una mayor vulnerabilidad emocional si la relación atraviesa dificultades.
La amistad dentro de la pareja puede ser un factor clave para la felicidad a largo plazo, pero no es el único elemento necesario. Otros aspectos como el compromiso, los valores compartidos y la gestión de expectativas también juegan un papel fundamental. Además, la proximidad emocional puede generar desafíos, como la dificultad para expresar desacuerdos por miedo a dañar la relación.
En definitiva, aunque tener a la pareja como mejor amigo puede aumentar el compañerismo, mantener amistades externas es esencial para un bienestar social y emocional más completo.
Conclusiones
Aunque considerar a la pareja como mejor amigo aporta mayor compañerismo y satisfacción en la relación, la mayoría prefiere mantener roles diferenciados para diversificar su red de apoyo. Etiquetar a la pareja como “mejor amigo” no es imprescindible para una relación feliz; cultivar tanto la amistad en la pareja como vínculos externos fortalece el bienestar y la estabilidad emocional.


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