Todas las personas tenemos características que nos hacen diferentes al resto. No hay dos personas iguales. Sin embargo, los profesionales llevan miles de años estudiando los diferentes tipos de personalidad que existen con el fin de comprender mejor cómo funcionan las personas.
Esta no es una tarea sencilla y ha generado muchas teorías diferentes en el transcurso de la historia. A medida que han ido avanzando las herramientas de análisis se han ido aceptando más unas propuestas teóricas que otras. Aunque en muchas ocasiones se crean estas teorías para que los profesionales se entiendan mejor al compartir información sobre determinadas situaciones, inevitablemente se acaban popularizando ciertos términos.
Una publicación reciente ha focalizado su investigación en el estudio de lo que se conoce como personas con personalidad oscura. En este artículo explicamos qué significa esta etiqueta, así como los diferentes hallazgos del estudio.
¿Qué se entiende por personalidad oscura?
Lo que se conoce como Dark Factor (también conocido como D-factor) de la personalidad no es un diagnóstico que esté recogido en los manuales clínicos. Este concepto es un constructo teórico que se ha desarrollado en la rama de la psicología que estudia y trabaja con los diferentes aspectos de la personalidad.
Lo que suele traducirse como personalidad oscura engloba todos aquellos rasgos de personalidad en los que se da una tendencia generalizada a anteponer el propio bienestar al de los demás. Además, de ser más propensos a este tipo de conductas se observa que las creencias características de estas personas tienden a justificar sus comportamientos.
Entre los rasgos más habituales que se encuentran en el D-factor destacan algunos como el egoísmo extremo, el maquiavelismo, la psicopatía, el narcisismo, el sadismo, la desconexión de la responsabilidad moral, el rencor que puede llevar a dañar a otros incluso si uno mismo sale perdiendo y la creencia de que uno merece un trato especial, entre otros.
Hay autores que plantean que los procesos psicológicos que subyacen al factor D de la personalidad son la baja empatía, el egoísmo extremo, el desprecio por las normas sociales o éticas, el uso de las otras personas como medios para conseguir fines propios y la justificación moral.
Hoy en día existen diferentes instrumentos psicométricos que permiten evaluar los rasgos oscuros en la personalidad de las personas y calculan un puntaje general de factor D que se relaciona también con el coeficiente G en inteligencia.
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El estudio que revela cómo la “oscuridad” se proyecta sobre los demás
Recientemente se ha publicado un estudio en la revista Judgment and decision making que tenía por objetivo saber si en las personas con niveles más altos de rasgos “oscuros” de personalidad también se da lo que se conoce como la similitud asumida.
Este concepto hace referencia a un sesgo cognitivo en el que tendemos a creer que el resto de personas son como uno mismo, incluso cuando no las conocemos. En el refranero popular se dice cree que el ladrón que todos son de su condición, pero ¿es eso cierto?
Hasta el momento, los estudios se habían centrado en estudiar este efecto en los factores positivos y, efectivamente, se comprobó que las personas tienden a asumir este tipo de rasgos en los demás. Por eso, los investigadores se preguntaban si sucedía lo mismo con los rasgos “oscuros”. Es decir, ¿las personas con rasgos más egoístas, manipuladores o desconfiados tienden a asumir que los demás son iguales?
Para poder responder a esta pregunta, los investigadores realizaron cinco estudios independientes y en todos participaron personas adultas reclutadas vía online. De los más de mil participantes ninguno tenía un diagnóstico clínico ni había sido seleccionado previamente por sus rasgos de personalidad.
Sin embargo, es importante comprender que todas las personas tienen —en mayor o menor medida— rasgos del factor D puesto que se trata de una dimensión continua. En otras palabras, no es algo que se tiene o no se tiene, sino que se puede puntuar más bajo o más alto en esta escala.
El equipo de investigadores midió los niveles de factor D de los participantes mediante un cuestionario. Después se les pidió que evaluaran cómo de manipuladora, desconfiada, narcisista, etc., (rasgos de Factor D) era una persona desconocida —que se les presentaba mediante fotografías o descripciones—.
Los principales resultados
Para obtener los resultados, los investigadores compararon si las puntuaciones que los participantes daban a las personas desconocidas eran similares a sus propias puntuaciones en factor D. En caso de que coincidieran, los participantes asumían que los demás eran como ellos y, por tanto, se producía el efecto de similitud asumida.
Los resultados fueron claros. Cuánto más alto puntuaba una persona en el Factor D —o factor oscuro—, más probable era que atribuyera esas mismas características al resto de personas. Es decir, proyectamos nuestra oscuridad en los demás.
Estos resultados se observaron en los cinco estudios diferentes que se llevaron a cabo, tanto cuando se les daba una descripción o etiqueta de la persona como cuando veían una fotografía real. Esto sugiere que las personas tendemos a ver el mundo como un reflejo de nuestra propia forma de relacionarnos.
Un hallazgo interesante a la par que importante fue el hecho de que el atractivo físico influyó en los resultados. En algunos de los experimentos se observó que cuanto más atractivo o agradable se consideraba al desconocido, más similitud se le atribuía.
Por otro lado, se observó que el sexo del desconocido no influyó. Es decir, el hecho de que la persona a la que estaban evaluando fuera del mismo sexo o no, no cambio de forma significativa el patrón observado.
¿Cómo afecta ver el mundo desde la desconfianza?
Los autores del estudio sugieren que el hecho de que las personas mostremos la tendencia de valorar todavía como más similares a las personas que consideramos atractivas puede estar relacionado con un deseo de conexión o identificación. En otras palabras, cuando nos gusta alguien tendemos a imaginar que nos parecemos.
Los resultados del estudio señalan que las personas con niveles más altos en Factor D (o personalidad oscura) suelen interpretar las interacciones sociales como amenazas o incluso competencia. Esto, sin duda, dificulta la cooperación, la confianza y, en general, las relaciones interpersonales.
En conclusión, estos hallazgos nos pueden servir para reflexionar sobre la forma en la que nos relacionamos con el mundo. Es importante ser conscientes de que nuestras creencias sobre los demás están influenciadas por diversos factores y uno de ellos es nuestra propia forma de actuar.


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