¿Te ha pasado entrar en un lugar donde no se dice nada… pero se siente todo? Espacios donde no hay gritos, pero sí tensión. Donde, aunque nadie discute, no respiras paz. ¿Notas a veces que cargas con más de lo que te toca, que callas para no molestar o que siempre eres la mediadora? Lo que no se dice también pesa. Y ese peso —silencioso pero constante— termina influyendo en tu cuerpo, tu ánimo, tus decisiones y tu forma de estar en el mundo.
Lo invisible también actúa
Una familia, una pareja, un grupo de amigos o un equipo no son solo la suma de personas. Son sistemas relacionales. Y como en todo sistema, hay unas reglas, roles, creencias, emociones, expectativas —a menudo invisibles— que nos afectan.
Los lugares, muchas veces inconscientes, que tendemos a ocupar en los sistemas de los que formamos parte no aparecen por azar. Se crean con el tiempo y suelen mantenerse por lealtad, por costumbre o por miedo a romper el equilibrio.
Puede que, aunque no te lo dijeran, en tu infancia aprendieses que para agradar había que callar, que si dabas mucho te querrían más, que tu lugar era cuidar o hacerte cargo de las necesidades de otros. Mandatos silenciosos que terminamos haciendo nuestros. Y sin darnos cuenta, repetimos dinámicas antiguas en sistemas nuevos: heridas no resueltas, patrones familiares, ideas que no cuestionamos.
Tres principios que ordenan (o tensionan) nuestras relaciones
La mirada sistémica nos ayuda a ver lo que pasa debajo de lo evidente. Y hay tres principios clave que espero te traigan luz y te ayuden a mejorar tus relaciones.
-
Pertenencia: todos necesitamos sentirnos parte. ¿Imaginas que al nacer te hubiesen dejado fuera de la familia, abandonado a tu suerte? No estarías aquí leyendo esto. Los seres humanos no sobrevivimos si no somos cuidados. Por eso uno de nuestros mayores miedos es quedar fuera. Y por eso, a veces, cargamos con roles que no nos corresponden o hacemos más de lo que queremos, solo para no decepcionar.
-
Equilibrio entre dar y recibir. Piensa en una relación sana. Seguramente notes que hay cierto equilibrio entre lo que das y lo que recibes. Cuando ese balance se rompe y das mucho más de lo que recibes, al principio lo llamamos generosidad. Pero si se mantiene en el tiempo, termina pasando factura. Seguro que alguna vez has escuchado (o dicho) frases como: “con todo lo que he hecho por ti…”. Y es que, a la larga, dar sin medida puede convertirse en cansancio o resentimiento. ¿Te das permiso para recibir? ¿Te cuesta pedir ayuda?
-
Orden: cada quien en su lugar. Cuando alguien ocupa un rol que no le corresponde, la relación se desordena. Pasa cuando un hijo termina haciendo de mediador entre sus padres, cuando en una pareja uno se convierte en terapeuta del otro, o cuando en una amistad siempre hay uno que cuida y otro que se deja cuidar.
Quizá incluso te reconozcas en alguno de esos ejemplos. Lo cierto es que cuando cada cual ocupa su lugar, las cosas se simplifican. La tensión baja, la energía se acomoda y las relaciones se vuelven más ligeras.
¿Cómo empezar a mirar diferente?
La clave no es culpar a nadie, sino darte cuenta y abrir conversaciones que importan. Puedes empezar con preguntas sencillas como:
- ¿Qué papel termino ocupando una y otra vez, aunque no me toque?
- ¿Qué cosas me callo… y cuánto me pesan esos silencios?
- ¿Qué pasaría si me permito estar en otro lugar?
- ¿Qué necesitaría para darme ese permiso?
- ¿Qué quiero empezar a decir en voz alta que hasta ahora he guardado?
Mirar así no siempre resulta cómodo, pero sí liberador. Porque empiezas a distinguir lo que realmente te pertenece de lo que no. Y con eso, poco a poco, puedes soltar.
Cuando tú te mueves, todo cambia
Piensa en uno de esos móviles que cuelgan del techo. Si una sola pieza se mueve, todas las demás se recolocan. Así son los sistemas. No necesitas cambiarlo todo ni a todos. A veces basta con un gesto pequeño, un silencio que se rompe, un “no” que nunca habías dicho, un paso que te recoloca en tu lugar.
Quizá duela al principio, porque los demás también se moverán. Pero poco a poco, lo que antes pesaba empieza a soltarse. Y aparece algo distinto: más espacio, más aire, más verdad. Ese es el regalo de mirar de manera sistémica: darte cuenta de que, cuando cambias tú, todo tu alrededor encuentra una nueva forma de acomodarse. Y lo que antes era carga, se convierte en oportunidad de vivir con más ligereza y autenticidad.
Y si quieres profundizar en estas dinámicas en el ámbito de los equipos, el próximo miércoles 22 de octubre comienza en Madrid mi curso de Coaching de Equipos Sistémico. Serán 9 semanas para explorar estas claves en la práctica y aprender a acompañar a los equipos a transformar sus vínculos y roles de una manera más sana y efectiva.


Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad