La compasión es la sensibilidad con el sufrimiento de uno mismo y ajeno. Su objetivo va más allá de la comprensión, por ello moviliza al individuo hacia el compromiso de aliviar y prevenir dicho malestar.
Aún ser necesaria, la compasión socialmente no está bien vista. Para muchos despierta emociones contradictorias y se convierte en un sentimiento non grato. Rechazar la posibilidad de sentirla en primera persona y que los demás la sientan, priva al individuo de una herramienta básica para su equilibrio emocional.
La importancia de la compasión
Esta semana, Pilar Hurtado, médico colaborador de Instituto de Asistencia Psicológica y Psiquiatrica Mensalus, nos presenta la compasión como una herramienta fundamental para nuestras relaciones personales y nos anima a recibirla desde el amor hacia uno mismo y hacia el otro.
En realidad, para muchos, el concepto de compasión tiene una connotación negativa («no quiero que sientan compasión por mí»). ¿Por qué resulta tan complicado integrar este concepto?
Sí, esta es una frase muy repetida. Es cierto que por nuestras raíces judeo-cristianas, la compasión no está bien vista, parece infravalorar o menospreciar a quien sufre. No obstante, la compasión, desde la perspectiva budista, es el amor y el cariño desde el que uno escucha su dolor y el dolor de los demás, es la sensibilidad con el sufrimiento, con el compromiso de aliviarlo y prevenirlo.
Su esencia se aleja totalmente del prejuicio, el menosprecio o la invalidación, y está directamente relacionada con la motivación y el amor. Dicho de otro modo. Es un comportamiento dirigido a producir bienestar en quien sufre (repetimos, bien sea uno mismo u otra persona). De hecho, la compasión es un instrumento necesario para lograr la calma personal.
De lo contrario, estaríamos continuamente sumergidos en un duelo de titanes.
¿Por qué?
Por una doble guerra: la lucha entre los distintos estados/caras del yo («me culpo por») y la lucha de yo contra el mundo («culpo a los demás por»). Por supuesto, vivir así es agotador. Por ello, la compasión proporciona un estado de paz y tranquilidad desde el que obtenemos el bienestar básico para abrirnos al resto de contextos, potenciar nuestras relaciones personales y sentirnos realizados.
¿Qué más implica la autocompasión?
La autocompasión hace referencia al trato de amor que nos otorgamos cuando las cosas no nos salen bien y, en consecuencia, la vergüenza y la autocrítica afloran. La autocompasión es un acto de autoescucha que deja a un lado los pensamientos culpatorios para promover el respeto. Es una clara muestra de autocuidado.
Su estructura es muy completa. Si la desglosamos, encontramos un componente emocional, un componente cognitivo, y un componente conductual. El equilibrio entre estos tres elementos es el que justamente la convierte en una herramienta eficiente.
Cuéntanos más...
En primer lugar, la compasión es una emoción que surge ante la percepción del sufrimiento ajeno y que provoca un impulso dirigido a paliar el sufrimiento que percibimos. Por otro lado, implica un componente cognitivo constituido por varias facetas: la atención al sufrimiento ajeno, la evaluación/análisis de dicho sufrimiento, y el reconocimiento de nuestras capacidades para intervenir y paliarlo de un modo eficiente. Finalmente, la compasión también se define por un componente conductual que responde al compromiso y la decisión de realizar acciones dirigidas a eliminar el sufrimiento.
Diferenciando entre empatía y compasión
¿Compasión y empatía son lo mismo?
Es fácil confundir compasión con empatía. La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, es la habilidad de entender y respetar su pensamiento, sentimiento y conducta. Ser empático significa comprender intelectualmente el sufrimiento ajeno. Bien. La compasión es algo más.
La compasión se diferencia de la empatía porque, además de entender el sufrimiento percibido, despierta un impulso de llevar a cabo una acción que atienda a dicho sufrimiento con sabiduría. La acción compasiva puede ir a neutralizar la causa del sufrimiento, pero su motivación principal es acompañar en el dolor con coraje y fortaleza mientras esté presente. Tal y como señalábamos, es un sentimiento movilizador: busca el cuidado y la atención.
¿Y cuál es la diferencia entre autocompasión y autoestima?
La autoestima aumenta cuando hacemos las cosas bien. La autocompasión hace referencia a cómo nos vemos y tratamos (el modo de dirigirnos a nosotros mismos) cuando las cosas no nos han ido bien. Con ella se cultiva una relación de aceptación y no juicio hacia nosotros (tengamos éxito o fracasemos). La autocompasión es uno de los ingredientes fundamentales del autoconcepto positivo y, con ello, de la autoestima. Sin autocompasión, ¿cuidaremos de nuestra persona desde el amor y el cariño?
A grandes rasgos, ¿cómo podemos desarrollar la compasión?
A nivel individual, la meditación es perfecta para desarrollar esta capacidad. Así mismo, experimentar la compasión y el impacto que genera a través del trabajo grupal es, sin duda, otro excelente modo.
En los últimos años, se han creado distintos programas de entrenamiento de la compasión hacia uno mismo y hacia los otros (tanto en población general como en población con patología mental). Los resultados han evidenciado la reducción de la ansiedad, la ira, la hostilidad y la depresión entre los participantes, así como un aumento de la habilidad de Mindfulness (atención plena).
Concretamente, Paul Gilbert (2015) ha desarrollado la Terapia Focalizada en la Compasión (CFT) a partir de una perspectiva evolutiva y un modelo de regulación emocional para personas con elevados grados de vergüenza y autocrítica.
Gilbert nos dice que para desarrollar la compasión es necesario practicar la atención hacia el sufrimiento del otro. Este es uno de los primeros puntos a entrenar. A partir de aquí es posible empatizar con el objetivo de entender intelectualmente su sufrimiento. Finalmente, tal y como explicábamos, dar un paso más se traduce en idear y llevar a cabo conductas que busquen paliar el sufrimiento percibido. Son conductas que pueden ir dirigidas a encontrar el contacto físico y/o transmitir un mensaje de: «me importas y me importa tu dolor».
Para todo ello es interesante indagar en nuestra experiencia personal y fomentar la confianza en nuestra sabiduría en un espacio de seguridad. El trabajo en grupo ofrece este espacio.
¿Qué les dirías a todas aquellas personas que están leyendo esta entrevista y, de entrada, se sienten incómodas con la compasión?
La práctica de la compasión ofrece un diálogo interno con un poder terapéutico capaz de aliviar el sufrimiento y aumentar la felicidad al margen de las circunstancias externas. Entrenar la compasión genera un equilibrio que, desde fuera, es difícil de entender.
Por este motivo, a todos aquellos lectores que temen la compasión, les animaría a realizar un trabajo de introspección que les aproxime respuestas, y les invitaría a darse la oportunidad de hacer crecer esta herramienta esencial para las relaciones personales, lejos del juicio y la crítica.