Imaginemos que somos niños y nos ponen delante una golosina o una chuchería, nos dicen lo buena que está y que nos la podemos comer si así queremos. Sin embargo, la persona que nos la ofrece nos dice que tiene que salir un momento, y que si cuando vuelva no nos la hemos comido nos dará otra más además de la que ya está presente. Al salir la persona de la habitación, seguimos teniendo delante la golosina en cuestión.
¿Qué hacemos?¿comerla ahora o esperar y tener una mayor recompensa más tarde?. Esta situación es la que usó Walter Mischel para observar la capacidad de demora de la gratificación en niños. En este artículo vamos a profundizar más en este importante concepto que explica en gran medida muchas de nuestras capacidades y conductas.
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Demora de la gratificación: ¿qué es?
El término demora de la graficación hace referencia a la capacidad del ser humano de inhibir su conducta y sus apetencias actuales en pos de obtener una ventaja o beneficio mayor o más apetecible en un futuro. Se trata de un elemento claramente vinculado a la motivación y al establecimiento de metas.
A pesar de que por el experimento referido en la introducción puede parecer un concepto poco importante, lo cierto es que tiene gran relevancia en nuestra vida. La capacidad de demora de gratificación nos permite controlar nuestros impulsos básicos y ajustar nuestra conducta a nuestras metas y expectativas. De hecho, una de las características del ser humano es que podemos dejar para más adelante el hecho de experimentar placer con tal de lograr objetivos más importantes y que deben desarrollarse a medio y largo plazo. Sin ir más lejos, cumplir la ley y poder vivir en sociedad sería imposible si constantemente estamos cediendo a nuestros impulsos.
Así, se ha observado que la capacidad de demora de gratificación correlaciona positivamente con un mejor rendimiento académico, laboral y social, una mayor autoeficacia percibida y autoestima y en general una mejor adaptación al medio, aumentado nuestra competencia, autoestima y autoeficacia. Nos permite gestionarnos a nosotros mismos y hacer frente a situaciones de crisis, valorar los pros y contras de ejecutar una acción y sus consecuencias antes de hacerla, hacer frente a la incertidumbre y a la frustración y establecer y seguir planes.
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Aspectos que afectan a esta capacidad
La demora de gratificación depende del autocontrol del individuo, de la capacidad de gestionar sus recursos cognitivos y emocionales.
Variables tales como la cantidad de demora existente en la obtención del premio mayor, el valor otorgado a cada uno de los reforzadores, el estado de necesidad o privación del sujeto (si te ofrecen 1000 euros hoy o 10000 en tres meses, puede que cojas el primero si necesitas el dinero mañana) o la posibilidad de alejarse física o mentalmente del reforzados presente desde el inicio son muy relevantes a la hora de explicar si el sujeto es capaz o no de esperar. Lo mismo puede decirse de que la obtención de resultados tras la espera sea fiable o solo una posibilidad.
También hay que tener en cuenta que la demora de gratificación no se da solo ante estímulos físicos, sino que también aparece dicha demora en elementos cognitivos, emocionales y conductuales (por ejemplo, no explotar con alguien que nos ha enfurecido por tal de no perjudicar la relación o gestionar la situación correctamente).
Asimismo hay que tener en cuenta que no siempre un sujeto va a querer demorar la gratificación, sin que por ello tenga una capacidad de demora menor que los que sí deciden esperar. Por ejemplo el resultado de la espera puede no ser apetitivo para el sujeto, o bien ser suficientemente satisfactorio el premio inmediato (si con una golosina ya satisfago mi hambre, ¿para que quiero dos?).
O por el contrario, un sujeto puede esperar porque el estímulo inicial no es suficientemente apetitivo por sí solo si no se acompaña de más (no es lo mismo que me ofrezcan cinco céntimos que veinte euros). Es por ello que a la hora de estudiar este fenómeno hay que tener en cuenta las diversas variables implicadas con el fin de poder tener en cuenta si la presencia o ausencia de demora se debe a que el sujeto es capaz de aguantar y gestionar sus impulsos o bien por falta de éstos.
A nivel cerebral
Si pensamos en la demora de gratificación a nivel neurológico, debemos tener que la existencia de esta capacidad está vinculada a la de control de los impulsos, la capacidad de toma de decisiones, la motivación y la percepción del placer y la recompensa.
Así, nos vamos a encontrar con que el lóbulo frontal tiene una importante participación a la hora de que exista o no demora de gratificación: tanto la inhibición de la conducta como la toma de decisiones están vinculadas al prefrontal dorsolateral, siendo funciones ejecutivas mediadas por este. De hecho, individuos con lesiones en el prefrontal tienden a tener una menor capacidad de demora de gratificación debido a que manifiestan menor inhibición conductual.
Asimismo, también se ha encontrado una vinculación entre dicha capacidad y el sistema de recompensa cerebral (especialmente importantes son el núcleo accumbens y el núcleo caudado de los ganglios basales y el sistema límbico), elementos vinculadas a la captación del valor reforzantes o inhibitorio de los estímulos, la emoción y la motivación.
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Una capacidad entrenable
El autocontrol y la capacidad de demora de gratificación, si bien existen tanto en seres humanos como en otros animales como los primates o algunos córvidos, no están desarrolladas desde el momento del nacimiento. De hecho, en el mismo experimento que da inicio al artículo Mischel observó que por norma general niños menores de cuatro años no eran capaces de demorar la búsqueda de satisfacción.
Ello se debe entre otras cosas a la falta de desarrollo de su lóbulo frontal, el cual no alcanza su máximo nivel de desarrollo hasta la edad adulta. Eso sí, hay que tener en cuenta que como muchos otros rasgos psicológicos del desarrollo, el simple paso del tiempo no hace que la capacidad de demora de la gratificación emerja de la nada; es necesario mantener un nivel de estimulación psicológica para entrenar esta capacidad (Algo similar a lo que ocurre con el lenguaje, por ejemplo).
Así pues, aunque hay cierto componente innato se ha observado que se trata de una habilidad que puede entrenarse. Por ejemplo, se pueden enseñar técnicas para distraer la atención del estímulo deseado y postergar su adquisición, a alejarse de la estimulación en sí o a valorar las ventajas e inconvenientes previamente a actuar. También puede ser de utilidad el modelado.
Las prácticas educativas y diversos programas terapéuticos pueden llevar a que los niños y adultos con problemas de autocontrol (por ejemplo un niño hiperactivo o con problemas conductuales o un adicto a una sustancia) sean más capaces de conseguir la demora de gratificación. El uso de metáforas, de autoinstrucciones y de la exposición en imaginación también puede ser de utilidad.