Se conoce como homofobia a la aversión hacia hombres y mujeres homosexuales, aunque este término también se ha aplicado para denominar el desprecio hacia otros miembros que también representan la diversidad sexual, como los bisexuales o transexuales. Esta se asocia con una actitud degradante, discriminatoria, ofensiva o desfavorable hacia una persona por razón de su orientación sexual. El odio y temor irracional que experimentan las personas homófobas hacia los individuos homosexuales es el motor de la violencia y la discriminación hacia este colectivo. Aunque en muchos países estas conductas de odio están penadas por la ley, aún hay lugares del planeta en los que lo que se castiga no es la discriminación, sino el hecho mismo de ser homosexual.
Si bien en el mundo occidental se han logrado avances importantes en materia de derechos para el colectivo LGTBIQ+, lo cierto es que aún queda mucho por hacer. Las personas pertenecientes a este grupo han venido recorriendo un sendero cuanto menos difícil, lleno de obstáculos y mucho dolor. El activismo de los miembros del colectivo es el que ha permitido mantener una actitud firme y reivindicativa, sin la cual los derechos conquistados hoy seguirían siendo una utopía.
Gracias a este movimiento ha sido posible que las personas no heterosexuales puedan empezar a vivir sin pedir permiso ni dar explicaciones. Sin embargo, esto no significa que todo haya pasado y que ya no exista discriminación. Son muchas las personas que siguen viviendo sin reconocer abiertamente quiénes son por miedo al estigma, que carecen de referentes a su alrededor o ni siquiera se sienten con el derecho a mostrar su amor por otra persona si esta es de su mismo sexo.
La discriminación es incompatible con llevar una vida plena y feliz. Y es que sentirse despreciado es una de las cosas que más pesan y duelen. Como seres sociales que somos, requerimos el apoyo de nuestro grupo. Si este no aparece, nuestros niveles de estrés se disparan y vivimos en un estado de alerta permanente. Dicho fenómeno, conocido como el estrés de minoría, es el núcleo de este artículo.
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Historia reciente de la lucha contra la homofobia
Afortunadamente, hoy la violencia homófoba recibe una condena social que hace unos años era impensable. Sin embargo, el odio y la discriminación explícita contra las minorías sexuales es algo que ha empezado a erradicarse hace unos pocos años. Aunque hoy nos parezca irreal, lo cierto es que en los sesenta la homosexualidad estaba recogida como un trastorno psiquiátrico en los manuales de referencia. De hecho, la palabra homofobia fue empleada por primera vez en esta misma década por el psicoanalista George Weinberg, pionero en identificar la presencia de este tipo de violencia entre los profesionales de salud mental.
Hasta aquel momento, la homofobia ni siquiera había tenido nombre. No se consideraba un problema relevante, se ignoraba por completo el dolor que sobrellevaban cada día las personas del colectivo LGTBIQ+. Weinberg compensó aquel vacío y por ello su término comenzó a ganar rápidamente mucha popularidad, siendo empleado enseguida en todos los medios periodísticos, científicos y políticos.
Desde aquel momento, la conquista de derechos por parte del colectivo ha ido en aumento. Empezó a reconocerse que la homofobia no sólo abarca acciones violentas individuales, sino también discriminación por parte de gobiernos, estados y grandes organizaciones. Ya en el inicio de los setenta, tuvo lugar un hecho clave conocido como la revuelta de los clientes del Stonewall Inn, en Manhattan. Allí se produjo por primera vez una rebelión explícita por parte de ciudadanos no heterosexuales, que reclaman los mismos derechos que el sistema opresor en el que viviían les había arrebatado.
A día de hoy, existen numerosas asociaciones LGTBIQ+ que trabajan de forma incansable para combatir la lacra de la homofobia. En este camino de reivindicación han existido muchos obstáculos, pero también se han alcanzado metas que hace unas décadas eran sueños imposibles. Ejemplo de ello es la legalización en muchos países del matrimonio homosexual, así como la penalización de ciertas conducts homófobas.
Esta lucha es extremadamente necesaria, ya que existir sufriendo violencia y discriminación es incompatible con vivir una vida con sentido, plena y feliz. Es por ello que las personas pertenecientes a minorías sexuales muestran un riesgo mayor que la población general de sufrir problemas de salud mental. Aceptarse a uno mismo requiere necesariamente haber sido aceptados y amados de forma incondicional. Vivir sintiendo desprecio por lo que se es es un castigo que nadie debería sufrir. Los estudios acerca de esta cuestión han contribuido a dar forma al término “estrés de minoría”, que hace referencia a la respuesta emocional derivada de la discriminación sufrida por las personas del colectivo LGBTIQ+.
¿Qué es el estrés de minoría?
El término estrés es familiar para todo el mundo a día de hoy. A pesar de su mala fama, la respuesta de estrés es necesaria para nuestra supervivencia. Es gracias a ella que nos ponemos en alerta ante posibles peligros y reaccionamos para preservar nuestra seguridad. Sin embargo, cuando esta reacción se mantiene en el tiempo sin volver nunca a la calma, puede resultar devastadora para la salud.
Las personas que pertenecen al colectivo LGTBIQ+ parten de una situación de desventaja frente al resto de la sociedad. La discriminación que habitualmente sufren en muchos aspectos de la vida les hace sentir niveles de estrés más elevados y sostenidos de forma prolongada. Es por ello que se ha desarrollado un concepto específico para hablar de la respuesta de estrés en este grupo de la población.
Fue Ian Meyer el autor pionero que decidió hablar del impacto psicológico que la discriminación ejerce sobre las personas pertenecientes a minorías sexuales. Observó que estos individuos sufrían enormemente debido al rechazo, los prejuicios y la falta de derechos frente al resto de la población. Meyer planteó su modelo teórico en el año 2003, con el objetivo de identificar aquellos factores estresantes que más inciden en el malestar psicológico de estas personas. Esto permitió entender de manera mucho más específica su dolorosa realidad, pues se trata de factores estresantes específicos que no ejercen ningún efecto sobre el resto de la población.
Experiencias estresantes asociadas al estrés de minoría
Meyer identificó algunas experiencias estresantes comunes a la mayoría de personas del colectivo LGTBIQ+. Vamos a verlas.
1. Discriminación
Las personas pertenecientes a minorías sexuales suelen estar familiarizadas con la discriminación. Han sentido el rechazo de otras personas, ya sea compañeros, amigos o incluso su propia familia. Esto genera un intenso sufrimiento asociado a emociones como la culpa o la vergüenza.
2. Expectativas negativas
Dado que sufren discriminación con frecuencia y en diversos escenarios, las personas del colectivo suelen acabar desarrollando una visión negativa de las relaciones, con expectativas claras de rechazo. Esto les hace difícil involucrarse al cien por cien en sus relaciones de cualquier tipo, pues temen que ese rechazo que ya han vivido antes se repita de nuevo. El entorno se presenta como amenazante, poco confiable e incluso atemorizante.
3. Ocultación de la condición sexual
Las personas del colectivo se habitúan a vivir escondidas, ocultando quien realmente son por miedo a lo que pueda suceder si se exponen de verdad. Sus experiencias de discriminación les han enseñado que lo más seguro es mostrar una careta al exterior que encaje en lo que se espera de ellas. Sobra decir que una vida basada en la represión y el miedo no puede ser feliz ni plena.
4. Homofobia internalizada
Cuando las personas de alrededor, incluida la propia familia, muestran rechazo hacia la persona, es esperable que ella misma interiorice ese odio como propio. Esto se conoce como homofobia internalizada, una experiencia que lleva a que el individuo no acepte quien es, mostrando una relación muy negativa consigo mismo. La homofobia internalizada puede ser tan intensa que lleva a la persona a odiar al colectivo LGTBIQ+, pues ve en él todo aquello de sí misma que asocia con el rechazo. También puede condicionar algunas decisiones graves, como tratar de modificar su condición sexual a través de pseudoterapias.
5. Incertidumbre, ambivalencia e indefensión aprendida
Las personas pertenecientes a minorías sexuales pueden mostrar una marcada ambivalencia, esto es, una duda permanente acerca de si mostrarse como son o no. Hagan lo que hagan, sienten que salen perdiendo. Si se exponen sin caretas, se arriesgan a ser rechazadas. En cambio, si optan por ocultarse, asumen una vida basada en el miedo y la represión. Por ello, se desarrolla una especie de indefensión aprendida que les hace sentirse vulnerables e incapaces de controlar lo que sucede a su alrededor.