La ignorancia deliberada es un fenómeno que ha ganado relevancia en los últimos años, especialmente durante y después de la pandemia de COVID-19. Esta hace referencia a la decisión consciente de evitar o ignorar información relevante, incluso cuando está fácilmente disponible. Esta creencia no solo afecta a nivel individual, sino que también tiene repercusiones para la salud pública, la política y la cohesión social.
Un ejemplo claro es el rechazo a las vacunas característico de la pandemia vivida a partir de 2020. Muchas personas optaron por no considerar datos científicos acerca de la seguridad y eficacia de las vacunas contra el virus. La ignorancia deliberada suele estar impulsada por factores como la desconfianza institucional, el miedo a enfrentar la realidad y la necesidad de proteger las propias creencias preexistentes.
Este artículo explora los efectos de la ignorancia deliberada, cómo influye en decisiones clave y qué estrategias pueden desarrollarse para combatirla y fomentar una toma de decisiones más informada y racional.
¿Qué es la ignorancia deliberada?
La ignorancia deliberada se define como el fenómeno mediante el cual las personas eligen conscientemente evitar o ignorar información relevante, incluso cuando esta está fácilmente disponible y al alcance de todas las personas. Este comportamiento no surge por falta de acceso a la información, sino por una decisión activa de no confrontar datos que podrían desafiar creencias preexistentes o generar determinada incomodidad emocional. En otras palabras, puede entenderse como una forma de autoprotección psicológica frente a datos incómodos o amenazantes personalmente.
Existen varias razones por las que alguien podría optar por ignorar deliberadamente información. Una de las más comunes es el denominado motivated reasoning, un proceso cognitivo mediante el cual las personas ajustan la interpretación de la información para que se alinee con sus creencias o emociones previas. Por ejemplo, una persona que ya desconfía de las vacunas podría evitar leer estudios sobre su seguridad y efectividad porque dichos datos podrían desafiar su postura. También puede estar relacionado con una desconfianza hacia las instituciones científicas, los gobiernos o los medios de comunicación, lo que lleva a un rechazo automático de la información que proviene de estas fuentes.
Otro factor que impulsa la ignorancia deliberada es el deseo de evitar emociones negativas, como el miedo o la ansiedad. La exposición a información alarmante puede generar angustia, por lo que algunas personas optan por “cerrar los ojos” ante esa información buscando preservar su bienestar emocional.
Este fenómeno tiene un impacto significativo en la toma de decisiones, tanto en un nivel individual como colectivo. La ignorancia deliberada contribuye a la propagación de creencias erróneas, refuerza la polarización social y dificulta el consenso en temas críticos como la salud pública, el cambio climático y la política. Al evitar información crucial, las personas toman decisiones basadas en suposiciones o creencias infundadas, lo que puede acarrear consecuencias negativas para ellas mismas y para la sociedad en su conjunto.
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Ejemplo de ignorancia deliberada: actitudes ante la vacuna del COVID-19
Por ilustrar la ignorancia deliberada con un ejemplo conocido por la mayoría de personas, este proceso psicológico jugó un rol crucial en el rechazo de las vacunas contra la COVID-19 durante la pandemia, como lo han evidenciado estudios recientes.
A pesar de la disponibilidad de información confiable sobre la seguridad y eficacia de las vacunas, muchas personas optaron por ignorarla, basándose más en creencias preexistentes que en hechos científicos. Este comportamiento es un claro ejemplo de cómo la ignorancia deliberada puede influir en decisiones críticas, tan importantes como en aspectos relacionados con la salud, y con consecuencias tan potencialmente peligrosas.
En un estudio con 1200 participantes llevado a cabo en Estados Unidos, se examinó cómo las personas con actitudes anti-vacunas, neutrales y pro-vacunas procesaban la información sobre estos dispositivos de salud. Los resultados mostraron que, especialmente en el grupo anti-vacunas, existía una tendencia a no revisar información clave sobre los efectos secundarios y las probabilidades de estos. Este comportamiento de ignorancia deliberada fue un predictor más fuerte del rechazo a la vacuna como factores como la edad, el nivel educativo o la orientación política.
Uno de los mecanismos y sesgos cognitivos más evidentes de este fenómeno es el acuñado en inglés probablity neglect, que puede traducirse como negligencia de la probabilidad. Las personas que rechazaban la vacuna a menudo sobrevaloraban la probabilidad de efectos secundarios graves, como coágulos sanguíneos, enfocándose únicamente en la posibilidad de que ocurrieran, sin considerar cuán improbable o remota era. Para estos individuos, el mero hecho de que un efecto secundario fuera posible lo hacía parecer mucho más probable de lo que realmente era. Este sesgo cognitivo resultaba en una sobrevaloración de los riesgos de la vacuna, lo que contribuía al rechazo.
Además, el estudio encontró que incluso cuando los participantes anti-vacunas inspeccionaban la información, muchos de ellos distorsionaban sus interpretaciones, procesando los datos de manera sesgada. En contraste, los grupos neutrales y pro - vacunas mostraron menos tendencia a la ignorancia deliberada y más disposición a considerar la información de manera racional, aunque también manifestaban cierta distorsión cognitiva hacia los efectos secundarios.
En definitiva, la ignorancia deliberada y las distorsiones cognitivas que la caracterizan fueron factores determinantes en la decisión de rechazar la vacuna. Este fenómeno demuestra cómo, más allá de la disponibilidad de información científica confiable, la percepción subjetiva y los sesgos cognitivos pueden influir en decisiones tan cruciales como la vacunación.
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Consecuencias sociales y psicológicas de la ignorancia deliberada
La ignorancia deliberada tiene profundas consecuencias sociales y psicológicas, especialmente cuando se trata de decisiones relacionadas con la salud pública, tales como el rechazo a la vacunación. Vamos a comentar algunas de las principales consecuencias de mantener estas creencias arraigadas.
1. Desinformación
En primer lugar, este fenómeno amplifica la desinformación, ya que las personas que eligen ignorar información confiable suelen caer en narrativas falsas o relacionadas con teorías de la conspiración. Esto no solo afecta su salud individual, sino que también pone en riesgo a la comunidad en general, reduciendo la inmunidad colectiva y facilitando la propagación de enfermedades como la COVID-19.
2. Desconfianza institucional
A nivel social, la ignorancia deliberada refuerza la desconfianza hacia las instituciones científicas y los sistemas de salud. Cuando las personas ignoran datos verificables sobre la efectividad y seguridad de las vacunas, contribuyen a erosionar la confianza en las políticas públicas. Este ciclo de desconfianza es particularmente peligroso en momentos o situaciones de crisis, ya que dificulta la implementación de estrategias de mitigación.
3. Polarización social
Además, la ignorancia deliberada y la propagación de informaciones falsas o no contrastadas puede intensificar la polarización social. Grupos con creencias opuestas sobre temas como las vacunas tienden a aislarse en burbujas de información, lo que genera divisiones más profundas en la sociedad.
4. Estrés emocional
Desde una perspectiva psicológica, la ignorancia deliberada está relacionada con el estrés emocional. El miedo a enfrentar información que desafíe creencias arraigadas o que provoque ansiedad lleva a algunas personas a evitar activamente dicha información. Aunque este mecanismo puede ofrecer un alivio temporal, a largo plazo perpetúa la ignorancia y puede generar mayor ansiedad o aislamiento.
Cómo combatir la ignorancia deliberada
Para combatir la ignorancia deliberada es esencial adoptar estrategias que vayan más allá de simplemente proporcionar información. Las personas que ignoran deliberadamente datos relevantes lo hacen no por falta de acceso a la información, sino debido a factores psicológicos y emocionales, como la desconfianza o el miedo. Por lo tanto, las intervenciones deben enfocarse en estos aspectos y adaptarse a las necesidades de diferentes grupos.
1. Fomentar la confianza
Una estrategia efectiva es fomentar la confianza en las instituciones y en las fuentes de información; revertir la consecuencia directa de la ignorancia deliberada. Esto puede lograrse mediante la transparencia en la comunicación, explicando no solo los beneficios de las vacunas, por ejemplo, sino también los riesgos, y haciendo frente a la incertidumbre con honestidad.
2. Líderes comunitarios
Además de fomentar la confianza, resultaría positivo involucrar a líderes comunitarios o personas influyentes en la comunicación. Estas figuras pueden servir de alta influencia, capaces de abrir un diálogo basado en la información, el respeto y la empatía.
3. Uso de herramientas visuales
Otra estrategia es facilitar que la información sea más accesible y comprensible mediante el uso de recursos y herramientas visuales y simulaciones interactivas. Estudios han demostrado que los gráficos simples, como los iconos de probabilidad, pueden ayudar a reducir significativamente el miedo a los efectos secundarios, ya que presentan los riesgos de manera tangible y clara.
4. Pensamiento crítico
Por último, es crucial enseñar y promover el pensamiento crítico desde la educación temprana, alentando a las personas a cuestionar sus propias creencias y a considerar la evidencia de manera objetiva. Al reducir las barrera emocionales y cognoscitivas que fomentan la ignorancia deliberada, es posible avanzar hacia una sociedad más informada y preparada para tomar decisiones basadas en hechos.
Conclusiones
En conclusión, la ignorancia deliberada tiene efectos profundos en la toma de decisiones, particularmente en temas críticos tales como la salud pública. Este fenómeno, impulsado principalmente por la desconfianza y el miedo, refuerza la desinformación y la polarización social. Para combatirlo, es necesario fomentar la confianza en las instituciones, usar estrategias de comunicación accesibles y promover el pensamiento crítico. Solo así podremos enfrentar mejor los desafíos futuros y construir sociedades más informadas y resilientes.
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