Actualmente son diversas las propuestas metodológicas que encontramos cuando hablamos de intervención psicológica o psicoterapia. Puede volverse realmente complejo elegir un/a profesional si no sabemos qué necesitamos, qué modelo va a beneficiar más a nuestro proceso psicoterapéutico o de qué forma trabaja el/la técnico.
La psicoterapia sensoriomotriz puede ser una de las menos conocidas para el público general en comparación con otras como la terapia cognitivo conductual o la terapia psicoanalítica, entre otras, por ejemplo. Sin embargo, son múltiples los beneficios que presenta y es cada vez más la importancia que está cobrando entre los/as profesionales.
Así es la psicoterapia sensoriomotriz
A lo largo de este artículo hablaremos sobre los principales aspectos de la psicoterapia sensoriomotriz. Explicaremos sus orígenes y fundamentos teóricos, los principios teóricos básicos, las propuestas metodológicas y, finalmente, hablaremos de sus beneficios y aplicaciones.
Orígenes y fundamentos teóricos
La psicoterapia sensoriomotriz nace en la época de 1980 de la mano de Pat Ogden. Es el resultado de la integración de diversas disciplinas entre las que se destacan la psicología, la teoría del apego, la neurociencia y las terapias corporales. Las principales influencias que inspiraron a Ogden fueron la psicoterapia humanista y la somatoterapia.
Con el transcurso del tiempo, el modelo ha ido evolucionando e incorporando nuevas propuestas basadas en la neurociencia, la teoría polivagal, la teoría de la disociación y memoria corporal. Su principal foco de intervención y campo de aplicación ha sido el trabajo con trauma y cómo este, y otras experiencias vitales, afectan tanto al cuerpo como a la mente.
Aunque su principal uso sea para la intervención con trauma, también se aplica este tipo de intervención en otras situaciones como, por ejemplo, las dificultades o los trastornos emocionales. Eso sí, siempre teniendo en cuenta el enfoque somático y el trabajo incluyendo este aspecto esencial.
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Principios básicos
Ogden defiende firmemente que el movimiento que nuestro organismo realiza, así como la postura e incluso la fisiología del cuerpo se modulan, cambian y adaptan para garantizar nuestra supervivencia. Este proceso sucede de forma automática, sin que seamos conscientes, desde la infancia y tiene por objetivo la maximización de los recursos.
En esta línea, la autora propone que nuestro cuerpo refleja de una forma u otra todas aquellas experiencias dolorosas que se han vivido y arraigado en forma de creencias limitantes. Según Ogden, las necesidades, especialmente las psicológicas y emocionales, que no han sido satisfechas adecuadamente también tienen un fuerte impacto en dicha expresión.
El cuerpo es el medio mediante el cual nos comunicamos y conectamos con el mundo exterior. Por ello, al trabajar teniéndolo en cuenta en nuestro proceso terapéutico el proceso es más integrador y nos permite abordar tanto sensaciones físicas como emociones y pensamientos.
Este enfoque se plantea desde un lugar colaborador en el cual la persona “paciente” colabora con el/la terapeuta. Es decir, aunque es el/la profesional quien guía el proceso, siempre se tiene en cuenta la autonomía de las personas, de igual modo que también se tiene en cuenta su estilo de apego, experiencias pasadas y necesidades emocionales.
Métodos y técnicas
Como se ha nombrado anteriormente, uno de los principales focos de intervención es el trauma. Así pues, este tipo de enfoque permite una óptima integración de las experiencias dolorosas y abrumadoras que, en su momento, generaron las heridas emocionales y, con el tiempo, han desencadenado diferente tipo de sintomatología o dificultades en la persona.
Una de las peculiaridades de la psicoterapia sensoriomotriz es que el trabajo se empieza por el cuerpo. Esto es así puesto que nuestro cuerpo recuerda todo lo que hemos vivido y almacena información a nivel inconsciente. Por ello, se considera que es desde el cuerpo donde se producirán los cambios en las emociones y los pensamientos o creencias problemáticos.
Puesto que el enfoque plantea el trauma como una experiencia que ha resultado desbordante y abrumadora para el individuo, dejándole sin recursos, se propone como una experiencia sin integrar. Sin duda, aunque podamos no ser conscientes de ellas, pueden estar interfiriendo en nuestro día a día.
Al trabajar con el cuerpo, facilitamos herramientas y recursos para poder integrar de forma óptima dicha experiencia. Cultivar la consciencia corporal es un aspecto básico en este enfoque y se entrena durante el proceso terapéutico. Mediante la autoobservación y el trabajo con la consciencia plena se puede acceder a las memorias traumáticas e integrarlas.
Es elemental poder observar, reconocer, y comprender las señales que nuestro cuerpo nos envía para poder acompañarnos de forma cuidadosa y compasiva. De este modo, podemos aceptarlas, transitarlas e incluso transformarlas. La información que nuestro organismo nos facilita nos permite entender qué está sucediendo en nuestro mundo interno y el impacto.
Las técnicas utilizadas durante el proceso terapéutico tienen que ver con la conciencia corporal y la regulación del sistema nervioso. Asimismo, se emplean estrategias que permiten la liberación de las respuestas físicas que no pudieron darse en el momento traumático y que quedaron atrapadas en el cuerpo de forma inconsciente.
Beneficios y aplicaciones
Son muchos los estudios que han puesto de manifiesto los múltiples beneficios y las grandes mejoras que han conseguido las personas que han recibido este tipo de acompañamiento psicoterapéutico. Se suelen reportar aspectos como mayor sensación de seguridad, una mejor regulación emocional y la disminución de los síntomas del estrés postraumático.
Se considera que al abordar el trauma de forma integral, incluyendo a todo nuestro organismo (mente y cuerpo), los resultados son más duraderos porque se consigue una integración real de la experiencia.
Ya decíamos anteriormente que, aunque el trauma es el principal foco de intervención (punto en el que se incluyen los trastornos disociativos), no es el único. Se usa este enfoque terapéutico para abordar problemas emocionales como el trastorno de ansiedad generalizada, la depresión, los trastornos de apego u otros.