¿Por qué los niños se ríen, enfadan o se marchan cuando les corregimos?

Entiende cómo funciona su cerebro y emociones para guiar sin desconexión ni vergüenza.

Por qué los niños se ríen, enfadan o se marchan cuando les corregimos

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Una criatura está jugando en el salón cuando, de repente, un objeto se cae y se rompe. La criatura sale corriendo y por mucho que sus padres le llamen no responde. ¿Te resulta familiar esta escena? Cuando esto sucede, muchos padres y madres se asustan y piensan que sus hijos/as no tienen empatía.

Los padres quieren ayudar a sus hijos con la mejor de las intenciones y no entienden por qué reaccionan así. En este artículo te explicamos por qué los niños y las niñas reaccionan riéndose, huyendo o enfadándose en este tipo de situaciones.

No hay nada de malo en tu hijo/a

Antes de entrar en las explicaciones más “teóricas”, consideramos que es importante que sepas que no hay nada de malo en ti hijo/a si reacciona así en los primeros años de vida. Algunas familias piensan que es una muestra de falta de empatía y de respeto e incluso llegan a plantearse la idea de que la criatura pueda ser sociópata al verla salir corriendo y riéndose.

Pero no. En términos generales, la mayor parte de estas respuestas forman parte de lo esperable por el nivel de desarrollo. Es más, algunos autores consideran que podrían estar relacionadas con una alta sensibilidad emocional.

El cerebro del niño todavía está madurando

Lo primero que debemos tener en cuenta es que el cerebro de los niños no está completamente desarrollado ni a nivel estructural ni a nivel funcional. De hecho, el proceso de maduración cerebral continúa hasta los 20 o 25 años.

Esto quiere decir que puede haber grandes diferencias en el desarrollo entre determinadas áreas y, a decir verdad, así es. Por ejemplo, mientras el “cerebro emocional” (sistema límbico) está bastante desarrollado ya desde el nacimiento, el “cerebro racional” (corteza prefrontal) apenas funciona durante los primeros años de vida.

Esto implica que los niños pueden sentir emociones muy intensamente desde edades muy tempranas, pero no tienen herramientas para regular dichas emociones porque el autocontrol, la reflexión, la lógica y la regulación emocional dependen de áreas como la corteza prefrontal, que se maduran con el tiempo.

Es decir, las criaturas experimentan las emociones en su cuerpo y, como consecuencia, reaccionan. Actúan sus emociones. Podríamos decir que son una especie de coche muy rápido al que los frenos no le funcionan del todo bien. Y es crucial comprender que esto es algo madurativo, que no es algo que hagan a propósito o con intención de fastidiar a nadie.

El cuerpo también responde

Gracias a la teoría polivagal, sabemos que nuestro sistema nervioso autónomo responde a nuestro entorno de forma automática en función de si percibe seguridad o amenaza. La respuesta no se toma de forma consciente, sino que el cuerpo actúa.

Solo es cuando nos sentimos seguros (sistema vagal ventral activado) que podemos conectar de verdad con otras personas. Cuando nuestro organismo interpreta una amenaza se activa el sistema simpático y con él las respuestas de huida o ataque. Hay una tercera vía, la vagal dorsal, que se activa cuando el peligro percibido es demasiado grande y genera la respuesta de desconexión o congelación.

La forma en la que corregimos a un niño va a estar muy relacionada con la forma en la que responde su organismo. Mientras que la risa podría ser una respuesta social, es decir, un intento de mantener el vínculo; enfadarse y salir corriendo son las respuestas de lucha o huida. En caso de quedarse inmóvil y sin hablar, podríamos suponer que la respuesta es de colapso (vía vagal dorsal).

Si queremos que el mensaje que estamos intentando transmitir llegue, debemos buscar la conexión porque sino no se da el aprendizaje. Si sentimos que tenemos que protegernos de un peligro, esa es la prioridad para nuestro organismo. El tono, la postura y las palabras que elegimos son claves en la activación de un sistema u otro.

La vergüenza juega un papel importante

La vergüenza es una emoción intensa que aparece —y se siente en nuestro cuerpo— cuando nos sentimos juzgados, rechazados o expuestos. Algunos niños pueden sentir que cuando les corregimos les estamos juzgando a ellos, en vez de hablar de una conducta en concreto.

Esta sensación de sentirse vistos como “malos” activa la vergüenza y les lleva a necesitar protegerse. Por eso algunos niños hacen bromas cuando se les corrige o dicen que no les importa, como forma de proteger su autoestima y su sentido de pertenencia. Por eso es necesario guiar desde el respeto y la conexión en lugar de corregir desde la humillación.

El contexto emocional importa

Debemos tener en cuenta que el contexto es el que determina cómo regulan las emociones los niños. Por ejemplo, no es lo mismo equivocarse en un ambiente calmado y cuidado que en uno en el que hay tensión, juicio y humillación.

En los entornos respetuosos, con vínculos fuertes y seguros, la criatura no se siente juzgada y puede interiorizar el mensaje que el adulto de referencia le quiere hacer llegar. Las figuras de apego son más bien una guía.

Además de ser un modelo para las criaturas, cuando los adultos son capaces de corregir o guiar desde un estado regulado están transmitiendo este estado a los niños y facilitando la co-regulación. No debemos confundir la idea de un entorno seguro con la evitación del conflicto. Claro que hay conflictos y desencuentros, pero se abordan desde el respeto.

¿Es posible corregir sin que se desconecten?

Sí, es posible. No obstante, si queremos que esto suceda, los adultos debemos esforzarnos por guiar o corregir desde la conexión. Es crucial que conectemos con ellos antes de corregirles. Para esto, es importante que, de forma calmada, nos coloquemos a su altura, les miremos a los ojos y validemos lo que están sintiendo.

Dado que estas respuestas suceden especialmente en edades en las que tienen un vocabulario escaso, no saben poner palabras a lo que les está sucediendo y es importante que les ayudemos. Podemos describir lo que vemos y esto les aporta comprensión sobre su mundo interno y regulación.

Las criaturas necesitan que los adultos pongan límites que realmente les cuiden. Esto debe hacerse de la forma más respetuosa posible. Del mismo modo, necesitan que sus adultos de referencia sean consistentes con los límites que ponen porque les aporta seguridad interna.

Puede ser interesante corregir en privado siempre que sea posible con el objetivo de minimizar el sentimiento de humillación. Si se sienten muy expuestos, es probable que conecten con la vergüenza de forma intensa y profunda y necesiten protegerse. Como consecuencia, se muestran menos receptivos.

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  • Cyrulnik, B. (2013). Morirse de vergüenza (M. Pons Irazábal, Trad.). DEBOLSILLO.
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Nerea Moreno. (2025, septiembre 8). ¿Por qué los niños se ríen, enfadan o se marchan cuando les corregimos?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/por-que-ninos-se-rien-enfadan-o-se-marchan-cuando-les-corregimos

Psicóloga

Nerea Moreno es graduada en psicología, con mención en psicología clínica, por la Universidad de Barcelona. Cursó el Máster en Psicología General Sanitaria con la Universidad Autónoma de Barcelona. Posteriormente, se formó como experta en psicología de las emergencias y catástrofes. Tanto esta formación como la experiencia laboral en el campo, supusieron para Nerea el descubrimiento de un nuevo mundo: el trauma. Desde entonces, trabaja desde un enfoque integrador y no ha parado de formarse en trauma, sistema nervioso, apego, duelo y emociones.

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