​Utilitarismo: una filosofía centrada en la felicidad

Stuart Mill y Jeremy Bentham desarrollaron esta teoría filosófica.

En ocasiones se critica a los filósofos por teorizar demasiado acera de la realidad y las ideas que utilizamos para definirlas y prestarle poca atención a investigar la naturaleza de aquello que nos hace realmente felices.

Esta es una acusación desacertada por dos razones. La primera es que no es la tarea de los filósofos estudiar los hábitos que pueden contribuir a hacer felices a grandes grupos de personas; esa es función de los científicos. La segunda es que sí hay por lo menos una corriente filosófica que pone la felicidad en el centro de su ámbito de interés. Su nombre es utilitarismo.

¿Qué es el utilitarismo?

Muy relacionado con el hedonismo, el utilitarismo es una teoría de la rama ética de la filosofía según la cual las conductas moralmente buenas son aquellas cuyas consecuencias producen felicidad. De este modo, hay dos elementos básicos que definen el utilitarismo: su modo de relacionar el bien con la felicidad de los individuos y su consecuencialismo.

Esta última propiedad significa que, al contrario de lo que ocurre con algunas doctrinas filosóficas que identifican el bien con las intenciones buenas que tiene alguien a la hora de actuar, el utilitarismo identifica las consecuencias de las acciones como el aspecto que debe ser examinado a la hora de juzgar si una acción es buena o mala.

El cálculo de la felicidad de Bentham

Examinar la bondad o maldad de los actos centrándose en las intenciones que tenemos puede parecer fácil a la hora de evaluar el grado en el que somos moralmente buenos o no. A fin de cuentas, solo tenemos que preguntarnos si con nuestras acciones buscábamos perjudicar a alguien o más bien beneficiar a alguien.

Desde la perspectiva del utilitarismo, sin embargo, ver si nos ceñimos al bien o al mal no es tan fácil, porque se pierde la referencia clara que son nuestras intenciones, un ámbito en el que cada uno de nosotros somos nuestros únicos jueces. Pasamos a tener la necesidad de desarrollar un modo de "medir" la felicidad que generan nuestras acciones. Esta empresa fue emprendida en su forma más literal uno de los padres del utilitarismo, el filósofo inglés Jeremy Bentham, que creía que la utilidad puede ser evaluada cuantitativamente tal y como se hace con cualquier elemento que puede ser identificado en el tiempo y el espacio.

Este cálculo hedonista era un esfuerzo por crear una forma sistemática de establecer objetivamente el nivel de felicidad que tienen como consecuencia nuestras acciones, y por lo tanto se ajustaba totalmente a la filosofía utilitarista. Incluía ciertas medidas para ponderar la duración e intensidad de las sensaciones positivas y placenteras que se experimentan y para hacer lo mismo con las experiencias dolorosas. Sin embargo, las pretensiones de objetivar el nivel de felicidad de una acción pueden ser puestas en duda fácilmente. A fin de cuentas, no hay un criterio único e incuestionable acerca del grado de importancia que hay que darle a cada “variable” del nivel de felicidad; a algunas personas les interesará más la duración de estas, a otras su intensidad, a otras el grado de probabilidad con el que acarreará más consecuencias placenteras, etc.

John Stuart Mill y el utilitarismo

John Stuart Mill es considerado uno de los pensadores más influyentes en el desarrollo teórico del liberalismo, y fue también un entusiasta defensor del utilitarismo. Stuart Mill se preocupó por resolver una problemática concreta: el modo en el que los intereses del individuo pueden chocar con los de otras personas en la búsqueda de la felicidad. Este tipo de conflictos pueden aparecer muy fácilmente por el hecho de que la felicidad y el placer asociado a esta solo pueden ser experimentados individualmente, y no socialmente, pero a la vez los seres humanos necesitan vivir en sociedad para tener ciertas garantías de supervivencia.

Es por eso que Stuart Mill relaciona el concepto de la felicidad con el de justicia. Tiene sentido que lo hiciese de este modo, porque la justicia puede ser entendida como un sistema de mantenimiento de un marco de relaciones sanas en el que cada individuo tiene garantizada la protección ante ciertos ataques (convertidos en infracciones) a la vez que sigue gozando de libertad para perseguir sus propios objetivos.

Los tipos de felicidad

Si para Bentham la felicidad era básicamente una cuestión de cantidad, John Stuart Mill estableció una diferencia cualitativa entre diferentes tipos de felicidad

Así, según él, la felicidad de naturaleza intelectual es mejor que la que se basa en la satisfacción producida por la estimulación de los sentidos. Sin embargo, tal y como comprobarían años después los psicólogos y los neurocientíficos, no es fácil delimitar estas dos clases de placer.

El principio de la mayor felicidad

John Stuart Mill hizo algo más por el utilitarismo con el que había entrado en contacto a través de Bentham: le añadió definición al tipo de felicidad que debe ser perseguido desde este planteamiento ético. De este modo, si hasta entonces se entendía que el utilitarismo era la persecución de la felicidad que es fruto de las consecuencias de las acciones, Stuart Mill concretó el tema de quién de experimentar esa felicidad: la mayor cantidad posible de personas.

Esta idea es la que es llamada el principio de la mayor felicidad: debemos actuar de modo que nuestras acciones producen la mayor cantidad de felicidad en el mayor número de personas posible, una idea que se parece un poco al modelo de moral que propuso décadas antes el filósofo Immanuel Kant.

El utilitarismo como filosofía de vida

¿Resulta de utilidad el utilitarismo como referente filosófico a través del cual estructurar nuestra manera de vivir? La respuesta fácil a esta cuestión es que descubrir esto depende de uno mismo y del grado de felicidad que genere en nosotros la implementación de esta forma de ética.

Sin embargo, hay algo que sí se le puede conceder al utilitarismo como filosofía generalizable; hoy en día hay una mayor cantidad de investigadores dispuestos a realizar estudios acerca de los hábitos de vida que están asociados a la felicidad, lo cual significa que esta teoría filosófica puede ofrecer unas pautas de comportamiento algo más claras que hace 100 años.

Psicólogo | Director Editorial de Psicología y Mente

Adrián Triglia (Barcelona, 1988) es Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona y licenciado en Publicidad por la misma institución.

Es cofundador y Redactor Jefe de la web Psicología y Mente, la mayor comunidad en el ámbito de la psicología y las neurociencias.

Autor de dos libros de divulgación científica:

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