Muchos de los debates que hoy en día se mantienen en lo relativo a la psicología puede reducirse a: ¿es nuestra conducta la expresión de nuestra genética (algo innato), o depende en gran parte del contexto en el que vivimos?
Esta pregunta ha sido respondida, analizada y matizada no sólo desde distintas corrientes teóricas pertenecientes a la ciencia, sino incluso desde ciertas posturas políticas, económicas y filosóficas.
¿Esclavos de nuestros genes? La visión evolucionista
La psicología puede considerarse una disciplina heterodoxa, y ha planteado esta problemática de formas muy diversas. Existe una tradición en psicología que pone el acento en lo biológico, y que se fundamenta en campos de estudio como la neurociencia, y hay otra que se encarga de estudiar el funcionamiento del pensamiento a partir de símbolos, conceptos y estructuras de pensamiento. Sin embargo, hay un enfoque relativamente nuevo que incide en la importancia de buscar los antecedentes evolutivos de la especie humana para entender su comportamiento. Se trata de la psicología evolucionista.
Del mismo modo en que algunos campos de estudio de la psicología tienen un fundamento biológico al investigar a partir de alteraciones en el sistema neuro-endocrino, la psicología evolucionista se fundamenta en los descubrimientos de la biología evolutiva para plantear hipótesis sobre nuestro comportamiento. Es decir: se basa también en el sustrato biológico, pero no entendido como algo estático, sino en constante desarrollo según las transformaciones que se dan en la evolución de las especies. A partir de los descubrimientos que se han hecho acerca de nuestros antepasados y el contexto en el que vivieron, pueden plantearse hipótesis que explican, al menos en parte, nuestra conducta.
Si bien es cierto que estos estudios están condicionados por la exactitud de nuestros conocimientos acerca de nuestros antepasados y el entorno en el que vivieron, la psicología evolucionista puede ofrecernos interesantes explicaciones sobre fenómenos como el surgimiento del lenguaje, las estrategias de cría, la tolerancia al riesgo y muchos más aspectos que son prácticamente atemporales y transversales a nuestra especie.
De algún modo, pues, se apela a lo universal en el ser humano, ya que para fundamentarse en nuestros precedentes evolutivos hay que investigar sobre el modo de vida de nuestros ancestros comunes. Por otro lado, si algunas diferencias sobre cómo actuamos podrían ser genéticamente determinadas, se delinea una especie de desfase psicológico entre dos o más grupos de personas con otras características biológicas. Esto último ha hecho que la psicología evolucionista genere una cierta polémica en algunos círculos.
El contexto y la manifestación de los genes
En efecto, la psicología evolucionista puede ser una herramienta para legitimar situaciones de desigualdad social, atribuyendo esta a la genética y no a un contexto en el que una minoría es discriminada. Una explicación sobre los diferentes modos de vida entre dos nacionalidades basándose en los orígenes ancestrales, puede muy bien responder a los intereses del darwinismo social, o la dominación del hombre blanco sobre todos los demás. Aunque los resultados de estudios científicos no establecen preceptos morales, sí pueden tener su origen en la necesidad de justificar o perpetuar la injusticia: la ciencia, como creación de un animal político, no es neutral, y las conclusiones de un experimento pueden ser recogidos por voceros del racismo, el machismo o la xenofobia.
También hay un enfrentamiento entre los impulsores de este enfoque de la psicología y parte del movimiento feminista internacional, en especial los círculos relacionados con la teoría Queer. En general, los estudios comparativos entre sexos son un campo muy estudiado por estos psicólogos, que encuentran en la distinción entre lo masculino y lo femenino una variable universal a la especia humana, independientemente del contexto.
Al incidir en las diferencias entre los dos sexos, las diferencias en el modo de vida que hoy se dan entre hombres y mujeres quedan justificadas hasta cierto punto. Por ejemplo, han sido especialmente polémicos los estudios en los que se muestra una tendencia en el sexo femenino a buscar pareja en alguien de mayor estatus, o capaz de proveer más recursos. De alguna manera, cuestionan la creencia de que el género sea algo construido socialmente y determinado por el momento histórico.
Sin embargo, es importante remarcar algo: si bien es cierto que estos psicólogos parecen prestar más atención a lo que ya viene determinado por el ADN, también puede decirse que el ADN está determinado por el contexto. Tanto nuestros actos como el contexto el que los desarrollamos condicionan notablemente qué genes se manifiestan, en qué momento lo hacen… ¡e incluso si nuestros genes van a ser transmitidos o no! La misma esencia de la evolución de las especies explicada por Darwin es la interacción entre lo genético y lo cambiante: el mundo en el que vivimos, las experiencias a las que nos exponemos. La psicología evolucionista no trata sobre lo que estamos programados para hacer, sino que ofrece una explicación sobre nuestro potencial.