El reduccionismo y la Psicología: por qué no todo está en el cerebro

Esta postura filosófica nos puede hacer creer que la Psicología es más fácil de lo que realmente es.

Muchas de las discusiones que tienen lugar en el seno de la psicología no son, técnicamente, discusiones psicológicas, sino más bien filosóficas. La filosofía provee de un marco epistemológico y conceptual que utilizamos para interpretar y producir datos, y esa fase previa no es una tarea científica; más bien, tiene que ver con defender un punto de vista y argumentar por qué es mejor que otras posturas filosóficas.

Esto es algo que ocurre en todas las ciencias, porque todas ellas están fundamentadas en unos cimientos filosóficos que normalmente llevan décadas siendo discutidos. Sin embargo, en psicología ocurre algo que no acostumbra a pasar tanto con las ciencias duras como la física: el debate científico y el de las ideas se mezcla mucho y pueden llegar a confundirse fácilmente. Esto ocurre, en parte, a causa de la popularidad de una postura filosófica conocida como reduccionismo. Veamos en qué consiste y qué implicaciones y riesgos puede tener en el campo de la psicología.

¿Qué es el reduccionismo?

El reduccionismo es un marco de interpretación de la realidad a través del cual todo lo que ocurre en un sistema ( sea lo que sea este, desde una empresa hasta un cerebro humano) puede ser entendido estudiando de manera individual sus “piezas”, sus componentes.

Además, desde el reduccionismo se asume que la conexión que hay entre esas piezas y las propiedades que esas piezas expresan es menos discutible que la relación entre el sistema en su conjunto y las propiedades que tiene, así que lo general surge de lo individual y nunca ocurre lo contrario. Por ejemplo, las características de un fenómeno complejo, como los movimientos de una marabunta de hormigas surgen de la suma de comportamientos individuales de cada uno de estos insectos.

A su vez, si estudiamos los componentes de un fenómeno llegaremos a la conclusión de que ese fenómeno solo puede cambiar en un número determinado y limitado de maneras, ya que sus componentes determinan las rutas de cambio por las que puede pasar el conjunto. Las hormigas no podrán sobrevivir sin una hormiga reina, porque sus genes las atan a vivir en una colonia volcada totalmente en la reproducción.

El reduccionismo en la Psicología

La perspectiva reduccionista puede ser muy útil, y sin embargo entraña un peligro a tener en cuenta: puede generar marcos explicativos circulares a la hora de intentar dar a entender lo que ocurre en un fenómeno complejo y cambiante, tal y como veremos. En concreto, cuando el reduccionismo se aplica a la psicología o a las neurociencias, este riesgo es relativamente alto. 

El resultado de este inconveniente es que, muchas veces, se recurre al reduccionismo por limitaciones técnicas y metodológicas y a la hora de interpretar los datos obtenidos mediante esa investigación, se “olvida” que la decisión de aislar un problema en sus partes relativamente simples fue una acción filosófica, y no objetiva o científica. Veamos un ejemplo relacionado con las ciencias cognitivas y el estudio del cerebro.

El estudio de la inteligencia

La inteligencia es un concepto tan interesante y popular como controvertido, ya que no existe una definición muy clara y exhaustiva sobre lo que es o lo que no es. De hecho, las definiciones más abstractas sobre esta característica ya dejan entrever por qué es complicado limitarla a una definición: se trata de la capacidad de adaptarse rápida y eficazmente a las problemáticas nuevas. Como “problemáticas nuevas” es un concepto necesariamente abierto (no se puede conocer de antemano qué es un problema nuevo para alguien), la inteligencia solo puede ser entendido como un fenómeno complejo y cuya trastienda está en constante cambio, igual que lo están todas nuestras actividades mentales conscientes e inconscientes todo el rato.

¿Cómo identificar los procesos biológicos sobre los que existe la inteligencia de cada persona? Al ser una tarea tan complicada, muchos investigadores se decantan por analizar patrones de activación de partes concretas del cerebro y comparar la combinación de estas partes del sistema nervioso con las puntuaciones que cada persona obtiene en un test de inteligencia. Haciendo esto, se ha descubierto que las principales diferencias biológicas que distinguen a las personas más inteligentes de las que los son menos se encuentran en los lóbulos frontales, los parietales y el cingulado anterior de cada hemisferio cerebral.

Desde una perspectiva reduccionista, esto se puede interpretar como una muestra de que estas partes del cerebro son las principales involucradas en la inteligencia de la persona, las que desencadenan todo el proceso de razonar y de mantener información en la memoria de trabajo, etc. El resto de estructuras encefálicas pueden ser indispensables, pero en todo caso son miembros auxiliares, participan ayudando en el trabajo de las otras.

Esta explicación suena muy natural y convincente, con lo cual puede ser tomada como un hecho objetivo ajeno a la filosofía, pero en realidad está lejos de explicar la base neurobiológica de la inteligencia. 

¿Qué pasaría si esta capacidad mental no fuese la tarea de partes del cerebro trabajando cada una por su propia cuenta y “poniendo en común” su trabajo de vez en cuando? ¿Y si la inteligencia se basase en el trabajo coordinado en tiempo real de millones de neuronas repartidas por todo el encéfalo, a su vez manteniendo interacciones con otras células nerviosas y con las sustancias que les llegan a través de los vasos sanguíneos? Si esta explicación describiese bien la lógica de la biología que hay detrás de la inteligencia, ¿la investigación anterior lo habría detectado?

No; a causa del reduccionismo, se habría confundido una descripción de los efectos que tiene un sistema global sobre las piezas del cerebro con las causas de lo que se ve en ese sistema global. Del mismo modo en el que no es la cara triste o inexpresiva lo que produce depresión en personas con este tipo de trastornos .

Conclusión

La psicología es un ámbito de investigación que pretende explicar muchas cosas: desde el comportamiento de los compradores hasta los métodos de aprendizaje más eficaces, pasando por el modo en el que el consumo de drogas afecta a las relaciones sociales y una infinidad de temas que no tienen demasiado que ver con estos. Básicamente, cualquier parcela de la realidad en la que haya un ser vivo aprendiendo ciertos hábitos y conductas (voluntaria o involuntariamente) la psicología tiene un hueco.

Pero la psicología no lo pretende explicar todo en el sentido en el que la física podría explicarlo todo, ya que en las acciones humanas intervienen todo tipo de fenómenos muy complejos, tanto de raíz genética como histórica, cultural y contextual. Es por eso que el reduccionismo solo debe ser tomado como una herramienta, y no como una filosofía que permita generar explicaciones sencillas sobre hechos que no lo son.

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Adrián Triglia. (2017, julio 21). El reduccionismo y la Psicología: por qué no todo está en el cerebro. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/reduccionismo-psicologia

Psicólogo | Director Editorial de Psicología y Mente

Adrián Triglia (Barcelona, 1988) es Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona y licenciado en Publicidad por la misma institución.

Es cofundador y Redactor Jefe de la web Psicología y Mente, la mayor comunidad en el ámbito de la psicología y las neurociencias.

Autor de dos libros de divulgación científica:

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