La teoría de la sensibilidad al refuerzo: resumen, y qué propone

Esta teoría relaciona ideas sobre el aprendizaje, sobre la motivación y sobre neurociencia.

La teoría de la sensibilidad al refuerzo
Un repaso a esta teoría psicológica.Unsplash.

La personalidad es una dimensión compleja que describe el patrón conductual, cognitivo y emocional de un individuo; mediante el cual se expresa como un ser independiente dentro de la multiplicidad humana.

El interés científico por saber qué es y cómo se manifiesta la personalidad ha hecho que muchos investigadores, a lo largo de los años, postulen distintos modelos teóricos con este fin. Uno de ellos fue Jeffrey Gray, que presentó su teoría de la sensibilidad al refuerzo como una alternativa a modelos clásicos (el de Eysenck, por ejemplo), pero partiendo desde una base fundamentalmente neuropsicológica.

En este artículo abordaremos los postulados teóricos del autor, que constituyen una visión muy importante de la naturaleza de los actos y las cogniciones, a partir de los que podremos comprender mejor quiénes somos y por qué.

Teoría de la sensibilidad al refuerzo

La teoría de la sensibilidad al refuerzo trata de explicar cómo es un ser humano a partir de su motivación por aproximarse o alejarse a los estímulos ambientales o situaciones que tiene a su disposición.

Si bien es cierto que existen una serie de estímulos apetitivos ante los que se despliega una búsqueda innata en la que no ha mediado el aprendizaje (como alimentos con los que nutrirnos), otros han adquirido sus matices positivos a través de la experiencia individual.

La teoría contempla ambos tipos de estímulo: los que provocan un acercamiento o rechazo incondicionado (aprendizajes compartidos por toda la especie a lo largo de la evolución) y los que generan respuestas similares pero como resultado de vivencias personales (evitación de los perros porque tuvimos un encontronazo desagradable con uno de ellos o porque vimos a un tercero siendo víctima de un ataque, por ejemplo).

El deseo de aproximación y de rechazo/huida (mantenidos por estados de tipo motivacional), dependerían de la activación/inhibición de una serie de redes neurales, las cuales se alzarían como el sustrato orgánico de las dimensiones básicas de la personalidad. Según esta perspectiva, lo que pensamos, sentimos o hacemos puede ser apresado mediante un grupo reducido de atributos que hunden sus raíces en el cerebro (ofreciendo una explicación parsimoniosa y clara de la conducta a partir de sus múltiples interacciones).

Tras el estudio minucioso de las estructuras neurales, y pertrechado con un bagaje teórico amplio sobre sus funciones, Gray propuso tres sistemas cerebrales que estarían a la base de las conductas de acercamiento y alejamiento: el sistema de aproximación conductual (SAC), el sistema de inhibición conductual (SIC) y el sistema de lucha o huida (SLH). Toda persona presentaría un patrón de actividad específica para cada uno de ellos, el cual conformaría el perfil de cómo actúa y siente en su entorno natural.

En base a estas observaciones, propuso adicionalmente dos dimensiones de personalidad: la ansiedad y la impulsividad, distintas a las que habitualmente se consideraban. Cada una de ellas se vincularía a uno de los sistemas reseñados y supondría también experiencias emocionales distintas.

Como puede observarse, Gray trazó una relación directa entre cerebro y personalidad, entendiendo que tanto la conducta como el pensamiento se podían explicar a partir de la actividad de las estructuras implicadas en sus sistemas. En lo sucesivo conectaremos estos dos fenómenos, explicando de una manera sencilla cómo la neurología y la psicología convergen en este interesante modelo teórico integrado.

1. El sistema de aproximación conductual (SAC)

El SAC es un mecanismo neurológico que propicia una conducta de acercamiento hacia los estímulos que han sido condicionados de una manera positiva (esto es, que se asocian a resultados deseables o que permiten evitar consecuencias adversas), motivando con ello la búsqueda activa de su proximidad espacial y temporal. Así pues, sería el responsable de fomentar la disponibilidad de lo que se percibe como deseable o que aumenta la probabilidad de sobrevivir.

Todo ello se traduciría en una conducta de aproximación motora y emocional voluntaria, mediada por estructuras cerebrales coordinadas. En concreto, fibras dopaminérgicas que emergen desde el mesencéfalo (área tegmental ventral y núcleo accumbens) hacia regiones límbicas como los ganglios basales, además de a otras de tipo neocortical (córtex sensomotor, motor y prefrontal). La activación de este sistema se manifestaría en afectos positivos asociados a la dimensión de impulsividad.

Los ganglios basales son responsables de la planificación y la integración del movimiento voluntario, así como de la motivación y la emoción, mientras que las áreas motoras y sensomotoras son necesarias para traducirlo todo en acciones explícitas de aproximación.

Lo reseñado se complementa con la función del lóbulo frontal (que incluye la intención y la proyección a un nivel ejecutivo) y el sistema de recompensa (que aporta un tono positivo a la experiencia vital a través de la producción de dopamina).

2. El sistema de inhibición conductual (SIC)

El SIC se entiende, en el contexto de la teoría de la sensibilidad al refuerzo, como una respuesta que se opone a la del SAC. En este caso se activaría ante los estímulos que han sido condicionados de manera negativa (pues generan un perjuicio o impiden la consecución de algo deseable), o que han quedado fijados a lo largo del desarrollo de la especie como objetos o situaciones que deben ser evitados. Por esto promueven conductas cuyo fin es el de un distanciamiento activo.

Asimismo, también se extiende a situaciones novedosas o demasiado ambiguas, en las que resulta necesario actuar de manera sopesada y volcando una especial atención al ambiente. En consecuencia, quedaría inhibida la acción de aproximarse hasta que se dispusiera de un conocimiento más preciso sobre la naturaleza de los hechos que se afrontan, articulándose a partir de ese momento una serie de conductas de proximidad (mediadas por el SAC) o de evitación (mediadas por el SIC y el SLH).

Las estructuras cerebrales que forman el SIC son el hipocampo y sus proyecciones hacia la corteza prefrontal. El hipocampo participaría de modo activo en la memoria y la orientación espacial, mientras que la corteza prefrontal se encargaría de la atención y del razonamiento prospectivo. Todas ellas se coordinarían para explorar el entorno inmediato y predecir lo que puede ocurrir en ese mismo momento o como consecuencia de él en un momento posterior.

El sistema, por tanto, se asocia directamente con la ansiedad y es el encargado de valorar continuamente (monitorización) la situación en la que estamos inmersos y aquello que podría ocurrir en el futuro, con el objetivo de anticipar la aparición de hechos adversos que tememos o que consideramos que deberían evitarse.

3. El sistema de lucha o huída (SLH)

El SLH se relaciona con el escape de hechos adversos de los que se es partícipe (lo que lo diferencia de la evitación) y con conductas de lucha o huida (fight or flight).

Las estructuras cerebrales que participan son la amígdala (en la cual se procesan experiencias emocionales diversas, pero particularmente el miedo) y el hipotálamo (que media en las respuestas de estrés y en la activación del sistema nervioso autónomo). La ira y el miedo dependerían de él, emociones que tienen el propósito de preparar al cuerpo para dar una respuesta inmediata.

Se sabe que la hiperactivación simultánea de este sistema y del SAC detona una conducta de aproximación y escape al mismo tiempo y hacia el mismo objeto, una contrariedad que habría de resolverse mediante la participación del SIC. Esta disonancia entre lo apetitivo y lo aversivo sería la responsable de la ansiedad como síntoma dentro de un trastorno.

¿Cómo se entendería la personalidad desde este modelo?

Para explicar la personalidad según la teoría de la sensibilidad al refuerzo se consideran, muy especialmente, los sistemas SAC y SIC. Ambos funcionan de forma independiente, por lo que la alta o baja activación de uno de ellos no influiría en la del otro. Así, habría personas con hiperactivación/hipoactivación de los dos sistemas, y otras en las que uno estaría hiperactivado y el otro hipoactivado.

Tal y como se ha expuesto con anterioridad, el SAC se relacionaría con la impulsividad y el SIC lo haría con la ansiedad, siendo estas las dimensiones de la personalidad básicas según el modelo de Gray (pensamientos o actos de aproximación e inhibición respectivamente). En tal sentido los sujetos con SAC hiperactivo serían los impulsivos, y los de SIC hiperactivo los ansiosos.

Algunos autores han trazado analogías para explicar que el espectro de activación del SAC se asociaría al continuo extraversión/introversión (tendencia a la sociabilidad o preferencia por la soledad o individualidad) mientras que el SIC haría lo propio con el de neuroticismo/estabilidad (vulnerabilidad para el malestar emocional o regularidad en los estados afectivos).

En la actualidad la teoría de la sensibilidad al refuerzo está siendo objeto de numerosas investigaciones, de las que se desprenden resultados tanto favorables como contrarios. Algunas de ellas sugieren que los sistemas SAC y SIC podrían estar relacionados de algún modo (por lo que no funcionarían de una forma independiente) y se está abordando también el estudio de la ansiedad/depresión desde este mismo prisma. Aún se necesita tiempo, no obstante, para conocer el alcance real del modelo de Gray.

Referencias bibliográficas:

  • Bijttebier, P., Beck, I., Claes, L. y Vandereycken, W. (2009). Gray's Reinforcement Sensitivity Theory as a framework for research on personality–psychopathology associations. Clinical Psychology Review, 29(5), 421-430.
  • Colder, C.R., Trucco, E.M., López, H.I., Hawk, L.W., Read, J.P., Lengua, L.J. … Eiden, R.D. (2011). Revised Reinforcement Sensitivity Theory and Laboratory Assessment of BIS and BAS in Children. Journal of Research on Personality, 45(2), 198-207.

Doctor en Psicología Clínica

Joaquín Mateu-Mollá (Valencia, 1985) es Psicólogo General Sanitario y Doctor en Psicología Clínica por la Universidad de Valencia. Cuenta con estudios de postgrado en Psicopatología (Máster Oficial), y se dedica tanto a la docencia como a la investigación y la divulgación científica.

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