El hecho de vivir insertados en una sociedad llena de personas con diferentes intereses y opiniones tiene ventajas e inconvenientes. Estar con otros hace que dispongamos de mayor acceso a recursos e información, pero también implica que nos adaptemos a lo que el resto espera de nosotros… cosa que a veces incluso de manera inconsciente en contextos en los que cedemos demasiado.
Así pues, la presión de grupo es uno de esos inconvenientes que hay que saber afrontar al vivir en sociedad o en grupos de prácticamente cualquier tamaño, dado que tenemos propensión a aceptar los puntos de vista que la mayoría impone sobre nosotros. En este artículo veremos varios consejos sobre cómo afrontar la presión de grupo.
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¿Cómo afrontar la presión de grupo?
Aunque estar rodeados de gente nos permite llegar a unos estándares de calidad de vida muy buenos, es conocido que hay que mantener un equilibrio entre lo que obtenemos de la sociedad y aquello que sacrificamos por tal de encajar bien en ella. Esto puede aplicarse tanto a la sociedad en general, como por ejemplo en lo relativo a sus leyes y sus normas, como en lo relacionado con porciones de esta: nuestros colegas de trabajo, nuestras familias, los amigos, etc.
Y es que este equilibrio entre la defensa de la propia subjetividad y los puntos de vista de quienes nos rodean siempre he sido un tema de estudio abordado por quienes forman parte de la historia de la psicología.
Por ejemplo, este es un tema que tiene una gran importancia en las teorías de las estructuras psíquicas que propuso Sigmund Freud, según el cual parte de las normas e intereses de los demás quedan interiorizadas por el individuo, hasta el punto de que cede ante estos elementos sin darse cuenta.
Pero es Solomon Asch el psicólogo más discutido al hablar del modo en el que la presión de grupo afecta a nuestras vidas. Este investigador en Psicología Social realizó estudios sobre la conformidad en los que se veía cómo las personas tienen a manifestar ideas coincidentes con las de los otros por el simple hecho de que mucha gente las sostenía, a pesar de ser evidentemente falsas.
Así pues, dado que saber cómo afrontar la presión de grupo tiene mucho que ver con detectar cuándo nos doblegamos inconscientemente ante la voluntad de los demás, veamos una serie de consejos acerca de cómo combinar nuestra propia visión de la realidad con un respeto razonable hacia los intereses de los demás.
1. Si puedes, anticípate a lo que dirán
El primer paso es pararse a pensar en los posibles argumentos (o falta de ellos) que los demás usarán para ejercer presión de grupo sobre ti. Este paso es muy útil para abordar los siguientes, y a su vez contribuye a que las sorpresas no nos lleven a un estado de intensa emocionalidad o ansiedad que nos haga perder el control sobre lo que decimos.
2. No te posiciones a la defensiva
Uno de los errores más comunes que cometemos al notar que hay presión social dirigida hacia nosotros es asumir que toca retirarse de la conversación o de la interacción, asumir un rol pasivo que no llame la atención.
Esto, en la mayoría de los casos, es un error, dado que supone ceder a la presión de grupo, si bien no haciendo exactamente lo que los demás esperaban de nosotros, al menos haciendo que nuestras acciones no se noten, como si no existiéramos.
En vez de eso, lo que hay que hacer es redirigir esa presión hacia quienes tratan de ejercerla contra uno mismo. ¿Cómo hacerlo? Veámoslo en los siguientes consejos.
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3. Cuestiona la pertinencia de esas expectativas
Lo primero que hay que hacer es referirse del modo más conciso posible que aquello que se nos pide explícita o implícitamente no es algo que estemos obligados a hacer solo porque alguien quiera. Lo ideal es hacer que este mensaje sea interpretado entre líneas, no expresado de manera antagonista u hostil, porque de ese modo la carga de las explicaciones recae en quien ejerce presión grupal.
Por ejemplo, si en un trabajo de grupo se espera que tú te encargues de redactar la sección más larga, lo ideal no es atacar a los demás por intentar no asumir parte del esfuerzo, sino preguntar quién ha decidido dividir de esa manera las partes que debe hacer cada uno y por qué lo ha hecho así, teniendo en cuenta que lo más equitativo es establecer esa división por número de páginas, y no asignando secciones.
Tal y como hemos visto en este ejemplo, la presión de grupo queda disuelta con nuestra petición de que otros sean los que dan las explicaciones, y nosotros no tenemos por qué mover ficha hasta que otros no se hayan esforzado en dar una respuesta convincente.
4. Exprésate asumiendo que los demás quieren lo mejor para ti
En este último paso, hay que expresar de manera asertiva los intereses de uno mismo hablando como si los demás dieran por hecho que tu postura debe ser respetada. De esa manera, serán otros quienes se verán forzados a adoptar una actitud antagonista, lo cual suele resultar incómodo para muchas personas.
Referencias bibliográficas:
- Allport, G.W. (1968). The historical background of modern social psychology.In G. Lindzey & E. Aronson (Eds.) The handbook of social psychology.(2nd ed.) Vol. l.
- Asch S. E. (1948). "The doctrine of suggestion, prestige, and imitation in social psychology". Psychological Review, 55, 250 - 276.