Vivir con ansiedad: cómo aceptar y transformar una emoción humana inevitable

La ansiedad, si se acepta y se canaliza, puede convertirse en motor de cambio.

Vivir con ansiedad: cómo aceptar y transformar una emoción humana inevitable

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¿Conoces a alguien que no tenga ansiedad, o que no haya pasado por un momento de sentir ansiedad en su vida? Probablemente no. Y, sin embargo, vivimos rodeados de libros, manuales y gurús que prometen “eliminarla”, “controlarla” o “superarla en 10 pasos”. La ansiedad se presenta como un enemigo a batir, una enfermedad que hay que extirpar de la vida. Pero ¿y si hemos estado mirando en la dirección equivocada? ¿Y si podemos cambiar de filosofía de vida y trabajar con ella para superarnos a nosotros mismos sin que sea algo tan terrible y desesperante?

Quiero comenzar este nuevo artículo con una reflexión de Albert Ellis, uno de los psicoterapeutas más influyentes de la historia: “Se produce la ansiedad cuando las personas se exigen hacerlo todo bien y sienten que no tienen valor suficiente como seres humanos si no lo hacen. Deberíamos renunciar a la ambición de vivir una vida perfecta y darnos cuenta de que siempre solemos actuar de forma imperfecta, pues somos falibles como seres humanos, y podemos aceptarnos con esas imperfecciones. La persona emocionalmente madura debe aceptar por completo el hecho de que vivimos en un mundo de probabilidades y de azar, donde no hay, ni probablemente jamás habrá, certezas absolutas, y debe darse cuenta de que no es para nada horrible”.

La ansiedad como raíz existencial

La ansiedad (del latín anxietas, ‘angustia, aflicción’) es un mecanismo de defensa del organismo frente a estímulos externos o internos que son percibidos por el individuo como amenazantes o peligrosos, y se acompaña de un sentimiento desagradable o de síntomas somáticos de tensión. Se trata de una señal de alerta que advierte sobre un peligro inminente y permite a la persona que adopte las medidas necesarias para enfrentarse a una amenaza. Pero la ansiedad no es solo respiración acelerada, sudor frío o pensamientos intrusivos. En su esencia más profunda está ligada a lo que somos: seres conscientes de que vamos a morir, de que podemos perder lo que amamos, de que el futuro es incierto.

Søren Kierkegaard (1813-1855), filósofo danés considerado el padre del existencialismo, ya la definió como la “angustia ante la libertad”. Poco después, el filósofo alemán Martin Heidegger hablaba del “ser-para-la-muerte”, y Jean-Paul Sartre (1905-1980), describía “la náusea” de enfrentarse a la nada. Y es que, la ansiedad, en este sentido, no es un error del sistema, sino una consecuencia natural de tener consciencia. Venimos al mundo con ella; haciendo uso de la utilidad de las metáforas, y desde la perspectiva de la ventaja evolutiva, podemos hablar del “gen del Homo sapiens ansioso”.

Más allá de la infancia: causas externas

Gran parte de la psicología clínica explica la ansiedad en clave de infancia, traumas y estilos de apego. Sin duda hay un trasfondo personal de cómo gestionamos estos eventos vitales, pero, a menudo, olvidamos lo obvio: la exposición a la calidad y cantidad de circunstancias externas a las que hacemos frente en diferentes etapas vitales a lo largo de muestra existencia.

¿Cómo no sentir ansiedad en un mundo atravesado por guerras, crisis económicas, precariedad laboral, jefes y jefas que gritan, redes sociales que nos comparan con los demás? Incluso el éxito puede ser una fuente de ansiedad: artistas que recurren a drogas para soportar la presión del escenario, inversores que no duermen por miedo a perderlo todo, celebridades atrapadas en la obligación de ser siempre perfectas.

Conclusión obvia: la ansiedad no es solo una disfunción interna, es una respuesta normal a un mundo incierto y exigente.

Una sociedad que vende felicidad (pero no ansiedad)

Nuestra cultura ha convertido la felicidad en un producto de consumo. Se nos dice que debemos perseguirla, comprarla, cultivarla a toda costa. En cambio, la ansiedad se oculta, se patologiza, se combate con recetas rápidas. ¿Por qué nadie nos dice: “vas a ser ansioso, y aun así puedes ser feliz”? La realidad es que ambas son parte del camino, del ser y del estar.

El psicólogo Paul Watzlawick (1921-2007), con su célebre y muy recomendable libros “El arte de amargarse la vida”, ya ironizaba sobre cómo fabricamos preocupaciones casi por costumbre. Por su parte, y desde Francia, el escritor Albert Camus reflejó maravillosamente el sinsentido existencial en “La peste” en la que los personajes, atrapados en la ciudad enferma, no tienen ni siquiera tiempo para el amor, para enamorarse, porque saben que la muerte acecha en cada esquina.

Pero del mismo modo que la desgracia se puede apoderar de nuestro monólogo interno, podemos elegir un rumiamiento más absurdo y divertido como el que, Samuel Beckett, nos dejó en su aclamada obra que versa sobre una espera interminable: “Esperando a Godot”. En todos ellos late la misma idea: el mundo es ansioso, y quizá sea más honesto reírse de ello que pretender negarlo.

La normalidad de ser ansioso

La neurociencia respalda esta visión. Joseph LeDoux, neurocientífico estadounidense que estudia los circuitos de la supervivencia,, ha demostrado que la ansiedad es un mecanismo de alarma profundamente arraigado en el cerebro (como he comentado antes) que nos ayudó a sobrevivir como especie. En pequeñas dosis, nos mantiene atentos y preparados.

El problema no es sentir ansiedad, sino creer que no deberíamos sentirla. Conviene recordar que lo que hoy llamamos “ansiedad” ha tenido otros nombres a lo largo de la historia: preocupación, desvelo, angustia. Palabras más familiares que describen la inquietud constante del ser humano frente a la incertidumbre. La ansiedad no es, por tanto, un invento moderno: es la vieja preocupación con un traje nuevo.

El orador y escritor Brian Tracy afirma que la acción ayuda a manejar la preocupación.Y no puedo estar más de acuerdo. Muchas veces lo que tememos del futuro lo magnificamos, y, sin embargo, cuando llega el momento real, solemos descubrir que tenemos más recursos para afrontarlo de lo que creíamos.

Uno de mis autores favoritos, Irvin D. Yalom psiquiatra y psicoterapeuta existencial, autor de “El don de la terapia”, lo resumía con claridad: “La ansiedad es el precio que pagamos por la conciencia de estar vivos”.

Canalizar la ansiedad: de la angustia a la creatividad

Aceptar que la ansiedad no se “cura” no significa resignarse al sufrimiento. Al contrario: significa aceptarla (repito, que no resignarse), aprender a convivir con ella y, mejor aún, a transformarla.

Muchos artistas y escritores han hecho de su ansiedad un combustible creativo: Edvard Munch (1863-1944) la plasmó en “El grito”, Sylvia Plath (1932-1963) en su poesía, y Virginia Woolf (1882-1941) en sus novelas y diarios.

La creatividad, el aprendizaje y la curiosidad son vías para canalizar esa energía ansiosa hacia algo fértil. En lugar de obsesionarnos con apagar el fuego, podemos usar su calor para forjar algo nuevo.

Esto me recuerda una anécdota: un hombre estaba echando cubos de agua frente a la puerta de su casa. Un amigo que pasaba le preguntó: “¿Qué estás haciendo?” “Es que no lo ves… estoy echando cubos de agua a mi casa agua”. “¿Y por qué?, preguntó el amigo extrañado”. “Qué pregunta… Por si se quema la casa”.

La escena resulta cómica, pero refleja lo que a menudo hacemos con la ansiedad: intentamos prevenir lo que todavía no existe, agotándonos en el proceso. Tal vez la salida no sea echar cubos de agua sin sentido, sino aceptar que el fuego puede existir y aprender a usarlo para iluminar, calentar o incluso crear.

Coaching: una metodología para convivir con la ansiedad

En mi experiencia como coach personal, he comprobado como esta herramienta de comunicación y toma de consciencia orientada a objetivos, se revela como una metodología especialmente adecuada para tratar la ansiedad vinculada a las preocupaciones. No busca eliminarla, porque la preocupación es parte de la vida (ya se habla de ocuparse frente a preocuparse), sino transformarla a través de la conversación productiva, la reflexión guiada y la acción consciente. Canalizar la ansiedad de forma activa a través del coaching significa:

  • Convertir la energía ansiosa en motor de acción: la preocupación deja de paralizar y se transforma en impulso para actuar en coherencia con los valores.
  • Dar estructura y acompañamiento: desde el coaching se ofrece un espacio seguro para desmenuzar la ansiedad y traducirla en un plan.
  • Fortalecer la resiliencia: el proceso no busca eliminar la ansiedad, sino aprender a sostenerla y utilizarla como palanca de desarrollo.

De este modo, en lugar de luchar contra la ansiedad, se aprende a reencauzar hacia metas claras, enraizadas en sentido y bienestar. En mis sesiones suelo utilizar los seis pasos de Brian Tracy, una metodología práctica para avanzar:

  • Identificar claramente qué preocupa: significa poner palabras precisas a la ansiedad, reduciendo la nebulosa mental.
  • Separar imaginación de realidad: mediante preguntas potentes se distinguen los hechos de las interpretaciones.
  • Tomar una acción concreta, aunque pequeña: aquí el coaching ayuda a diseñar microacciones alcanzables que devuelven sensación de brújula y responsabilidad.
  • Concentrarse en lo que se puede controlar: se trabaja con la perspectiva de aceptar lo incontrolable y reforzar lo que sí está en nuestras manos.
  • Practicar el desapego mental: las acciones de los otros no son las mías. Conectar con esta máxima es fundamental. Algunos trucos: respirar para oxigenar el cerebro, beber agua o darse unos segundos de conexión con uno/a mismo/a ante una situación determinada que requiere de autocontrol.

Y, por supuesto, revisar los resultados con humildad y gratitud. Más que suprimir la ansiedad, el coaching ayuda a convivir con ella, incluso a olvidarse de ella y a caminar con la preocupación (si no desaparece) sin que paralice, y a convertir ese malestar en motor de cambio, aprendizaje y creatividad.

Una mirada con humor y esperanza

Quizá la verdadera revolución sea aceptar que no hay técnicas mágicas ni manuales definitivos. Hay, en cambio, una invitación a mirar a la ansiedad de frente y, cuando se pueda, reírse de sus excesos. “La ansiedad es como la sombra: siempre va contigo, pero también te recuerda que estás de pie y avanzando”.

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Cristina Santolaria. (2025, octubre 1). Vivir con ansiedad: cómo aceptar y transformar una emoción humana inevitable. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/vivir-con-ansiedad-como-aceptar-y-transformar-emocion-humana-inevitable

Coach terapéutica

Bilbao
Terapia online

Cristina Santolaria es coach terapéutica experta en Psicología Positiva, Coaching Educativo y de Familia, Calidad de Relaciones y Comunicación, y Gestión del Cambio a través de las Fortalezas y Valores Personales.

En sus sesiones acompaña y trata a personas de todas las edades con problemas relacionados con la ansiedad en el trabajo, la autoestima, las relaciones interpersonales y los retos de la educación, tanto en el ámbito familiar como en el docente. Su metodología se basa en la necesidad de sintonizar con las emociones, activar las fortalezas personales, buscar y trabajar hacia la meta deseada, siempre alineada con los valores de cada cual, y definir un propósito de vida que sirva de faro en los momentos de oscuridad y desánimo.

Ha creado una metodología propia, que combina las herramientas del Coaching Terapéutico con los 5 Pilares del Bienestar Personal y Psicológico, destinada a organizar el pensamiento, encontrar claridad emocional, salir de conversaciones internas en bucle, activar las fortalezas personales y definir un propósito de vida.

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