Conforme la humanidad ha alcanzado una mayor esperanza de vida gracias a los avances médicos y científicos, ha surgido un creciente interés en comprender cómo afrontar y mantener la calidad de vida durante y después de la última gran transformación hormonal que atraviesan las mujeres: el climaterio.
¿Qué entendemos por “climaterio”?
Es importante comprender primero que el climaterio es la etapa que abarca otras fases: la perimenopausia, la menopausia y la postmenopausia. A partir de los 40 años aproximadamente, se experimentan síntomas y malestares que van desde lo físico hasta lo psicológico, emocional y existencial.
Como toda etapa de transición (similar a la adolescencia), el climaterio implica replanteamientos de identidad y sentido de vida, al mismo tiempo que se intenta modular lo que ocurre en el cuerpo. En este contexto, podemos observar fenómenos psicológicos y emocionales que entran dentro de un rango normal de experiencia, y otros que lo desbordan, alcanzando niveles de malestar y desadaptación que pueden derivar en lo patológico.
Ahora bien, antes de continuar conviene pensar qué entendemos por lo normal y lo patológico en el terreno de la salud mental. Cualquier persona “normal” puede en algún momento de su vida entrar en el ámbito de la patología. Tomando como referencia las definiciones de J. Bergeret, podemos entender la normalidad como el acto de “buscar a lo largo de toda la existencia, sin demasiada angustia ni demasiada vergüenza, la mejor manera de manejar los conflictos con los demás y los conflictos personales, sin dejar de lado el propio potencial creador ni las necesidades personales”.
Normalidad también puede definirse como aquello que se ajusta a la norma estadística: lo que presenta la mayoría de la población. Sin embargo, lo común no siempre es lo más adecuado ni lo más saludable. Por ello, aunque muchas mujeres experimentan síntomas adversos durante el climaterio, esto no significa necesariamente que estén fuera de la normalidad. No obstante, cuando no se cuentan con recursos internos y externos suficientes, ni con cambios adecuados en el estilo de vida, el malestar puede predisponer a la reactivación de patologías previas o al surgimiento de nuevas.
La mente y el cuerpo
Desde lo fisiológico, hablamos de un terreno patológico cuando los síntomas físicos son tan intensos que interfieren significativamente con la vida diaria o representan riesgos para la salud futura, como la osteoporosis, enfermedades cardiovasculares, problemas genitourinarios severos o una disfunción sexual que genera ansiedad.
En estos casos es fundamental la atención de un médico especialista. En el plano emocional y psicológico, el climaterio puede detonar trastornos ya padecidos o bien de inicio inédito, tales como:
- Episodios depresivos mayores (con pérdida de interés, baja autoestima, falta de motivación y síntomas cognitivos hormonales como problemas de concentración y memoria).
- Ansiedad o trastornos de pánico (que comparten síntomas físicos con lo hormonal, como sofocos, taquicardia, sudoración, mareos o trastornos del sueño).
- Labilidad emocional o irritabilidad extrema.
- Astenia (sensación persistente de fatiga y debilidad, desproporcionada respecto a las actividades cotidianas).
El climaterio suele coincidir con cambios vitales significativos: la partida de los hijos, la jubilación o prejubilación, la enfermedad o muerte de los padres, familiares o amigos. Todos estos procesos implican duelos y ajustes adaptativos que, sumados al proceso biológico, pueden intensificar la vulnerabilidad emocional.
A ello se suma el fin de la etapa reproductiva, el temor al envejecimiento, los cambios en la imagen corporal y la despedida del cuerpo joven, factores que impactan en la autoestima. En la vida de pareja, las crisis comunes (distanciamientos, infidelidades, cambios en la comunicación) suelen vivirse de manera distinta en el climaterio que en la juventud, donde la plenitud física y la seguridad sexual solían sostener la autoestima.
También se observa con frecuencia un enfriamiento en las amistades y una disminución progresiva de la capacidad de adaptación y de la tolerancia a la frustración. Todo ello puede convertirse en desencadenante de trastornos ansioso-depresivos u otras patologías subyacentes.
Conclusiones
Por todo lo anterior, es fundamental diferenciar y definir el origen de los síntomas presentes en el climaterio y su abordaje clínico debería seguir un orden. Atender primero los síntomas de origen hormonal mediante terapias médicas adecuadas (como la terapia de reemplazo hormonal, cuando esté indicada). Los síntomas emocionales persistentes deben ser tratados con psicoterapia. Si aún así persisten, es importante complementar con atención psiquiátrica.
El climaterio no debe entenderse únicamente como una pérdida o un declive, sino como una etapa de transición que, bien acompañada, puede abrir nuevas formas de reconfiguración subjetiva, vínculos más auténticos y un replanteamiento profundo del sentido de vida.
Reconocer la interacción entre lo hormonal, lo psicológico y lo existencial es clave para evitar que el malestar derive en lo patológico. El desafío está en sostener una mirada integral, donde la medicina, la psicoterapia y el acompañamiento social y afectivo se articulen para permitir a las mujeres atravesar esta etapa con salud, dignidad y calidad de vida.


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