La palabra iatrogenia es muy escuchada dentro del ámbito de las ciencias de la salud, sea medicina, psicología, psiquiatría o cualquier otra asociada. Grosso modo, hace referencia a todo daño que sea debido a la intervención terapéutica.
Pese a que esta idea de primeras puede parecer bastante clara, hay cierto debate sobre hasta qué punto la iatrogenia incluye la mala praxis y otras conductas no éticas en el ámbito sanitario.
A continuación veremos más a fondo esta idea, además de comprender sus orígenes históricos, algunos ejemplos claros en la práctica profesional y cómo se diferencia de otros fenómenos no deseables en la aplicación de terapia.
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¿Qué es la iatrogenia?
La iatrogenia o yatrogenia (del griego “iatros”, “médico”; “geno”, “producir” y “-ia”, “cualidad”) es una alteración negativa que se produce en el paciente como resultado de la terapia que se le ha aplicado. Es decir, es aquel daño provocado por la intervención de un profesional sanitario, sea médico, psicólogo, psiquiatra, enfermero, farmacéutico, dentista o de cualquier otra ciencia de la salud.
Aunque en muchas ocasiones la palabra “iatrogenia” es usada para referirse a cualquier daño producido por la acción profesional sobre el paciente, lo cierto es que su significado más específico hace referencia a cuando este daño ocurre aún cuando el profesional ha aplicado el tratamiento de la forma adecuada, ética, sin negligencias, ni errores ni omisiones. El profesional puede que sepa que el tratamiento implica riesgos, pero sabe que esos riesgos son, en principio, mucho menores que los efectos beneficiosos de la terapia.
En base a esta definición más estricta, podemos entender que la iatrogenia es el daño no deseado ni buscado en la salud del paciente, causado o provocado como efecto secundario inevitable e impredecible por un acto sanitario legítimo y avalado, destinado a curar o mejorar el estado de salud del paciente. El tratamiento se ha llevado de forma correcta, con la debida pericia, prudencia y diligencia.
Historia de la idea
Desde los inicios de la práctica médica se sabe que los médicos pueden provocar daños en sus pacientes sin quererlo y aplicando la terapia adecuadamente. En el Código de Hammurabi (1750 a. C), concretamente en los párrafos del 218 al 220, se manifiestan los conocimientos que la sociedad civil utilizaba en la antigua Mesopotamia para defenderse frente a las negligencias, errores y riesgos de los médicos en su práctica profesional.
Varios siglos después, cerca del 400 a. C. Hipócrates recomendaba en sus tratados el principio de “ayudar o, por lo menos, no hacer daño”. Esta misma idea sería la que, más tarde, se trasformaría en el aforismo latino “primum non nocere”, es decir, ante todo no hacer daño“, atribuido a Galeno. Es este principio una de las bases de la ética médica, que se ha extendido al resto de las ciencias de la salud, además de ser legalmente punible no seguirlo en muchos países.
Como ejemplo histórico de daño iatrogénico, totalmente involuntario y, contextualmente, éticamente no cuestionable lo tenemos a principio del siglo XIX en muchos hospitales europeos. En aquella época no se tenía tanto conocimiento de los patógenos como hoy en día, siendo muy habitual que en las salas de maternidad hubiera alta mortalidad debido a sepsis puerperal. Los gérmenes iban pasando de habitación en habitación mediante las manos del personal quirúrgico que no se lavaba las manos.
Por fortuna, Ignaz Philipp Semmelweis, médico cirujano y obstetra austríaco, se dio cuenta de lo importante que era lavarse las manos entre intervenciones quirúrgicas. Es por esto que tanto antes como después de las mismas se lavaba las manos con un concentrado de desinfectante, aplicando el protocolo en todo el personal quirúrgico y reduciendo la mortalidad en las salas de maternidad. Es gracias a su lavado de manos que se ha conseguido evitar muchos contagios, tanto bacteriológicos como víricos.
En la actualidad el mayor daño iatrogénico, al menos en el ámbito de la medicina, es sobre todo el que se da a causa de los efectos secundarios de los fármacos. Estos efectos, aunque raros, son conocidos y se sabe que un porcentaje de los pacientes lo va a manifestar. Este es un mal menor en comparación con las ventajas que implica tomar la medicación para la enfermedad que sufren. Es cierto que padecen daños asociados al fármaco, pero a su vez reciben las ventajas de los efectos terapéuticos.
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Ejemplos de efectos iatrogénicos
A continuación veremos dos casos de efectos iatrogénicos, es decir, que la intervención del terapeuta implica algún daño en el paciente, pero este efecto nocivo está muy contrarrestado por los efectos beneficiosos del tratamiento.
Casi 1. Tratamiento en la tuberculosis
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa que se trata con antibióticos, entre ellos la estreptomicina. Este fármaco tiene un efecto nocivo conocido, que está relacionado con su estructura química: es tóxico para el oído.
Esto es un daño para el paciente pero, dado que es un fármaco eficaz contra el bacilo de la tuberculosis, el uso de la estreptomicina se hace necesario. Aunque se corra el riesgo de sufrir daño en el oído, su principal efecto terapéutico, el de no morir por tuberculosis, claramente lo contrarresta.
Caso 2. Amputación en la diabetes
Algunos pacientes con diabetes padecen pie diabético, condición debida a que los nervios de esa extremidad se encuentran dañados por los altos niveles de azúcar, haciendo que se tenga menor sensibilidad.
Como consecuencia de esto, los pacientes con pie diabético son más propensos a sufrir heridas en el pie y que, al no darse cuenta de ello, se les infecte y acabe gangrenando.
Para evitar que se propague a otras partes del organismo se opta por amputar el pie. Esto es un perjuicio en el paciente, dado que pierde una extremidad, pero se evita que el resto de su cuerpo pueda sufrir infecciones y acabe falleciendo.
¿Qué no es iatrogenia?
En su sentido más estricto, la iatrogenia implicaría todo daño ocasionado como resultado de la aplicación de una terapia sin que se haya obrado de forma inadecuada. Así pues, puede que sea o bien algo que no se podía ni prever ni evitar o que sí se pudo evitar, pero no ha habido otra alternativa menos dañina.
En base a esta definición, no habrían efectos iatrogénicos propiamente dichos cuando el médico no actúa de forma responsable o hace daño al paciente de forma consciente. Así pues, técnicamente no habría iatrogenia cuando hay mala praxis, dolo, tortura aplicada por médicos, experimentación médica no ética, incumplimiento o abandono de un tratamiento por parte del paciente.
Igualmente, otros profesionales de la salud y juristas incluyen, en la tipificación de estos fenómenos perjudiciales en contexto de terapia, el adjetivo “iatrogénico”, más en su sentido genérico como sinónimo de daño relacionado con la terapia, independientemente de lo bien o mal que se haya obrado.
Mala praxis
La mala praxis es un concepto jurídico que implica que se haya cometido una falta profesional. Implica no haber trabajado de forma plenamente profesional, precavida, diligente y adecuada en el ámbito de las ciencias de la salud.
Si el profesional no trabaja de forma adecuada, trata aspectos que están más allá de sus capacidades y formación, es consciente de que la situación es superior a sus competencias y aún así sigue trabajando estaría cometiendo mala praxis.
Dolo
El dolo se da cuando el profesional actúa con la clara y consciente intención de provocar daño en el paciente, es decir, reniega el principio “primum non nocere”. Este daño puede variar desde la lesión leve hasta el homicidio.
Igualmente, estos daños conscientes y voluntarios deben ser separados de la idea estricta de iatrogenia, dado que en ella no hay intencionalidad de daño, aunque se conozcan los riesgos.
Ejemplos de dolo sería un caso de un médico que está sobredosificando a su paciente para incrementar las posibilidades de sufrir efectos adversos, o el caso de un cirujano que no toma las medidas antisépticas necesarias con la intención de hacer que el paciente sufra una infección tras la operación.
Incumplimiento o abandono del tratamiento
Los daños que pueda sufrir el paciente no serían iatrogénicos propiamente dichos si él mismo ha abandonado la terapia o no está siguiendo la terapia como es debido.
El incumplimiento o abandono de la terapia puede deberse a varios motivos como pueden ser desidia, incomprensión, temor por los efectos adversos o, simplemente, con la intención de empeorar para así ganar algún tipo de ventaja en forma de minusvalía o discapacidad pagada.
Referencias bibliográficas:
- Steel K, Gertman PM, Crescenzi C, Anderson J. (1981). Iatrogenic illness on a general medical service at a university hospital. N Engl J Med. 304:638-42.
- Moos, R.H. (2005). "Iatrogenic effects of psychosocial interventions for substance use disorders: prevalence, predictors, prevention". Addiction. 100 (5): 595–604. doi:10.1111/j.1360-0443.2005.01073.