Hay lugares en los que nos sentimos a gusto y otros en los que no. Algo similar nos ocurre con las personas; con algunas nos sentimos instantáneamente cómodas y con otras no. Con frecuencia no sabemos por qué esto es así.
De alguna manera necesitamos que la manera de estar en el mundo que nos resulta conocida esté presente en nuestro entorno físico y personal. Es lo habitual, lo conocido; por lo tanto, nos da la certeza, la tranquilidad, de que estamos en un lugar no excesivamente amenazante y podemos continuar con nuestra vida.
Por ejemplo, si estamos acostumbrados a un entorno cargado de emocionalidad y de sonidos continuos (música, voces, sonidos varios) viviremos como algo amenazante un entorno donde las conversaciones estén muy basadas en lo intelectual y donde los sonidos estén específicamente silenciados lo más posible.
Por otro lado, a veces nos encontramos en un momento vital en que lo que ha sido habitual para nosotros ya no lo sentimos como propio y necesitamos experimentar una manera de estar en el mundo diferente. En esas épocas solemos buscar nuevos entornos. Viajar a nuevos lugares, salir por sitios desconocidos, conocer gente. Sin embargo, a estos nuevos entornos hemos de acercarnos teniendo en cuenta que no nos resultan familiares, aunque nos gusten, y nos sentiremos amenazados.
Otro ejemplo es si estoy acostumbrado a mantener conversaciones en las que se ponen en duda mis sentimientos y mis pensamientos. Cuando, normalmente a partir de un periodo de crisis, me atrevo a conocer a gente nueva, si estas personas me escuchan y no me siento cuestionado mi sensación de extrañeza puede ser tal que me haga no volver a encontrarme con esas personas.
Necesitamos tiempo para acostumbrarnos a entornos diferentes a los familiares, a entornos en los que dimensiones de nosotros mismos hasta entonces poco exploradas tengan la posibilidad de expandirse y desarrollarse. Por lo tanto, no hay entornos que de manera general hagan bien a todo el mundo.
Al mismo tiempo, hay espacios físicos y personales que crean condiciones idóneas para que podamos explorar gran parte de nuestras facetas de una manera segura.
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Entornos saludables: sus 5 características
Cinco características de estos entornos físicos y personales son:
- Seguridad
- Aceptación
- Motivación
- Reconocimiento
- Autonomía
1. Seguridad
Esta es la base sin la cual todo lo demás se crea precariamente. En esta dimensión se incluye que los espacios en los que habitamos sintamos que van a proteger nuestra integridad física. Por ejemplo, que el piso donde vivamos tenga unas condiciones térmicas que nos permitan vivir sin temperaturas extremas.
En lo personal nos referimos, por ejemplo, a grupos humanos donde sintamos que no vamos a ser agredidos y que lo que expresemos en ellos va a permanecer dentro de ese núcleo humano. La sensación de seguridad está vinculada a sentir que la intimidad va a ser preservada.
2. Aceptación
Los entornos físicos que admiten modificaciones según la naturaleza de quienes los habitan ayudan a esas personas. Por ejemplo, una niña muy activa va a desarrollarse mejor en un espacio en el que pueda moverse con libertad y seguridad. Una persona con dificultades de movilidad va a poder desarrollar su vida con mayor plenitud en espacios adaptados a su realidad.
Algo similar ocurre entre humanos. Padres y madres que escuchan y aceptan el temperamento de sus hijos proporcionarán mejores oportunidades para la felicidad de estos, por ejemplo.
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3. Motivación
Y cada entorno tiene limitaciones. Hay algunas insalvables, por ejemplo, si no sabes nadar y te metes en el mar es probable que te ahogues. Otras limitaciones, sin embargo, son lo que las personas necesitamos para encontrar nuestro propio camino cuando estos límites no nos sobrepasan.
Por ejemplo, para alguien con la necesidad de crear su propio entorno contar con una casa en la que poder realizar los cambios que desee es una oportunidad de crecimiento.
Desde la dimensión humana, con esto nos referimos a cuando necesitamos hacer algo de manera distinta a como se hace en nuestro grupo. Cuando nuestros referentes nos animan a tomar nuestro propio camino, y permanecen cerca por si los necesitamos, nos fortalecen en creer y apostar por nuestra manera entender la vida.
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4. Reconocimiento
Esto ocurre cuando hacemos algo y sentimos que al entorno físico le ha sentado bien, aunque no pueda comunicarlo con palabras. Cuando ese hogar se siente bello al entrar en casa, cuando ese paisaje se ha respetado y cuidado y se ve hermoso en nuestro paseo.
Entre humanos hay una cierta alegría, un cierto sí que nos dan con palabras o sin ellas, cuando las personas que nos quieren bien nos reconocen el camino que hemos seguido.
5. Autonomía
Hay lugares que nos permiten estar y nos permiten marcharnos, aunque establezcamos lo necesario para que continúen cuidados. Nos permiten enriquecernos con nuevos espacios.
De manera similar, hay personas que nos permiten estar con ellas el tiempo necesario para ellas y para nosotros y, posteriormente, continuar cada una por su camino hasta el siguiente encuentro.
Esta posibilidad de estar lo que venga bien a las dos partes juntas y después separarse aumenta tanto el vínculo con esos lugares y personas como su presencia dentro de nosotros cuando nos separamos.
Inma Vázquez Jiménez
Inma Vázquez Jiménez
Psicóloga General Sanitaria
Pues estas son cinco de las características de los entornos que nos hacen crecer.
Y tú, ¿en qué entorno te sientes cómodo y qué dice esto de ti?
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