A lo largo de la infancia y la adolescencia pasamos una gran cantidad de nuestro tiempo en el centro escolar. Esto convierte a las aulas no sólo en el espacio donde adquirir conocimiento, sino también en el entorno donde adquirir valores, configurar una visión determinada del mundo y forjar las bases de la personalidad.
En condiciones idóneas, todos los alumnos deberían poder acudir a clase sintiéndose cómodos y seguros, haciendo de su etapa escolar una llena de satisfacciones. Sin embargo, la realidad de muchos de ellos dista bastante de esta situación ideal. Numerosos niños y adolescentes sufren en primera persona acoso escolar, también conocido como bullying. Esta forma de violencia, hasta hace poco minimizada e invisibilizada, constituye un problema grave que puede dañar profundamente la salud mental de las víctimas, llegando a dejar secuelas en el largo plazo.
Afortunadamente, el acoso escolar ha empezado a reconocerse como un problema que concierne a todo el sistema educativo. Se ha dejado de maquillar como una simple disputa entre compañeros, dando pie a la creación de protocolos de intervención que atajan el problema de la manera más precoz posible. Además, esto se ha compaginado con medidas preventivas que tratan de educar al alumnado en valores como la cooperación, la empatía y la amistad.
A pesar de estos importantes avances, el acoso escolar sigue siendo un problema muy habitual en los centros. Su detección suele ser relativamente tardía, ya que se trata de un fenómeno escurridizo cuya detección no siempre es sencilla. La violencia hacia un compañero no sólo se puede expresar mediante insultos y golpes. Otras estrategias menos evidentes también pueden hacer un profundo daño en la víctima, dificultando que los adultos de alrededor reconozcan el acoso.
En este artículo nos centraremos en aquellas formas de bullying que suelen pasar más desapercibidas.
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¿Qué es el acoso escolar?
Antes de profundizar sobre las formas de acoso escolar más difíciles de detectar, es importante aclarar qué es el bullying.
El bullying es un tipo de violencia sistemática que tiene lugar entre compañeros del mismo entorno escolar. El agresor puede generar sufrimiento en la víctima de manera verbal, física, psicológica e incluso sexual.
El acoso escolar no hace referencia a agresiones puntuales y acotadas en el tiempo. Más bien, engloba ese tipo de violencia reiterada que se suele ejecutar siguiendo un modus operandi determinado. Sin embargo, cuando sucede un único evento violento de uno o varios compañeros hacia otro, el centro escolar siempre debe analizar qué sucede para tomar medidas y evitar que ese episodio se transforme en acoso escolar en toda regla.
El acoso escolar se caracteriza por la asimetría de poder existente entre víctima y agresor. No se trata de un problema de convivencia o de un conflicto entre iguales. El agresor está situado por encima de quien sufre el acoso de alguna u otra forma, ya sea porque cuenta con más edad, poder o fuerza física.
A menudo, se habla del acoso escolar como una cuestión de niños sin trascendencia. Sin embargo, esta creencia se aleja enormemente de la realidad. El acoso escolar es un problema grave que daña profundamente el bienestar de la víctima, que puede quedar marcada a corto y largo plazo por esta experiencia.
El carácter sistemático de esta forma de violencia hace que la víctima acabe por desarrollar lo que se conoce como indefensión aprendida. Tras vivir la misma situación día tras día, termina por aceptar que no puede hacer nada para defenderse de las agresiones. Esto le hace adoptar una postura de completa sumisión y bloqueo, de manera que vive su realidad como un pájaro atrapado en una jaula que no es capaz de abrir.
Enfrentar agresiones diarias sin posibilidad de escapatoria daña seriamente la autoestima del niño, sus habilidades sociales y su visión del mundo. En los casos más severos, la víctima puede asimilar que merece el maltrato de sus compañeros porque no vale nada. Interioriza los insultos que le llegan del exterior como una voz propia que daña su autoconcepto, por no hablar de la normalización de la violencia en el marco de las relaciones.
El sufrimiento emocional de la víctima puede hacerse notorio mediante indicios como una mayor irritabilidad, somatizaciones (por ejemplo, dolor de tripa o de cabeza), pesadillas, enuresis, tristeza y miedo. Cuando hay violencia física, pueden aparecer marcas como moretones o heridas sin aparente explicación.
Un error habitual a la hora de abordar el acoso escolar tiene que ver con la focalización en la víctima, ignorando el papel del agresor. Aunque es evidente que quien sufre acoso necesita atención específica, comprender por qué un menor ha acosado al otro es igualmente relevante para corregir su conducta y evitar que se repita. De hecho, muchos niños que acosan a sus compañeros no hacen más que imitar modelos de conducta violentos que observan en su hogar. Así, el bullying puede ser la señal de alarma para proteger a ese niño de la violencia que él mismo puede estar sufriendo en casa.
El acoso escolar es un problema extremadamente frecuente, que se presenta por igual en todo tipo de centros educativos. Desde hace años, se reconoce la obligación de los colegios e institutos de actuar siempre para tratar de poner freno a esta forma de violencia. Además, en los casos reconocidos como acoso debe implementarse un protocolo específico de actuación. Ante una situación así, los padres de las víctimas suelen inclinarse por cambiar a sus hijos de centro. Sin embargo, esta táctica no debería ser nunca la primera solución intentada.
Siempre es clave tratar de resolver el acoso en el propio centro donde se originó. Cuando la víctima es desplazada a otro centro, con esto se le puede transmitir que ella es el problema y que lo que ha sucedido es su responsabilidad. Además, un cambio de centro puede constituir todo un desafío para un menor que ha sufrido violencia y ha visto trastocados sus esquemas relacionales con los iguales, así como su autoestima y seguridad. Además, resolver la cuestión de raíz también permite prevenir que otros alumnos sufran la misma situación en el futuro.
Por desgracia, aún hay muchos centros que no cumplen con su responsabilidad. Todavía hay mucho trabajo pendiente para erradicar el acoso escolar, aún hay que afinar más el proceso de detección de esta forma de violencia en las aulas.
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3 variantes de bullying que suelen pasar desapercibidas
Siempre que se habla de violencia asumimos que esta se manifiesta en forma de acciones evidentes, como golpes o insultos. Sin embargo, el acoso escolar puede cobrar forma de muchas maneras, algunas tan sutiles que ni siquiera captan la atención de los adultos.
1. Aislamiento y rechazo social
Una forma de acoso escolar muy habitual tiene que ver con el aislamiento y el rechazo hacia la víctima. El menor afectado puede no estar recibiendo insultos o agresiones físicas, pero no se le acepta en el grupo ni se le permite participar en actividades conjuntas con los demás. En los momentos de juego no se le admite y, cuando se le deja participar, se busca hacerle sentir menos que el resto.
La víctima se siente totalmente sola, pues nadie le dirige la palabra ni le brinda su compañía. En general, puede tener la sensación constante de que se le hace el vacío o de ser prácticamente invisible para los compañeros. Este aislamiento suele empezar a partir de un núcleo de compañeros que manipulan y convencen al resto de la clase para que no se relacionen con la víctima. Al no existir agresiones explícitas, los adultos pueden ignorar que hay un problema e incluso culpar al propio alumno de no contar con apoyos a su alrededor.
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2. Ciberbullying
La llegada de las nuevas tecnologías ha permitido abrir un nuevo canal para los menores que agreden a sus compañeros. Aunque el acoso escolar siempre se ha definido como una violencia que tiene lugar en el centro, la aparición de las redes sociales en la ecuación ha obligado a contemplar otros escenarios.
Así, el bullying también puede tener lugar entre compañeros fuera de los límites físicos del centro escolar a través de estas plataformas. De hecho, el acoso en redes puede ser aún más devastador que aquel que se produce en persona, pues los agresores pueden actuar desde el anonimato y acceder a su víctima siempre que lo deseen.
El menor que sufre esta violencia ni siquiera puede sentirse cómodo en casa, pues recibe ataques por internet de múltiples maneras. Entre las diferentes tácticas se encuentran: enviar mensajes insultantes, hacer vídeos o montajes hirientes, difundir fotos de la víctima sin su consentimiento o hacer críticas públicas sobre su persona. Todo ello con el fin último de humillar a la víctima e infundir dolor.
3. Apodos, bromas pesadas y rumores
El acoso escolar de tipo verbal puede ser devastador y, sin embargo, no ser correctamente detectado. Entre los compañeros pueden difundirse rumores sobre la víctima, ponerle motes “graciosos” contra su voluntad e incluso convertirla en el foco de diversas bromas pesadas. Los agresores pueden incluso recurrir a la violencia tipo luz de gas para hacer sentir al compañero afectado que su malestar no es válido y que, si aparece, es su culpa. Por ejemplo, le pueden decir que es muy aburrido por no querer aceptar las bromas, que carece de sentido del humor o que está paranoico por pensar que los demás van en su contra.
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