Obsesión por la belleza: así parasita nuestras mentes

El reinado de las apariencias y la estética puede hacer que nuestra mente caiga en una trampa.

La obsesión por la belleza es un fenómeno que lo impregna todo en nuestras vidas, independientemente de cómo nos veamos a nosotros mismos. De hecho, incluso si estamos satisfechos con nuestra apariencia, puede llegar a limitarnos y a desgastar nuestro bienestar.

El motivo de esto es que tiene un componente social y otro emocional. Como fenómeno social, hace que la estética tenga una gran relevancia a la hora de determinar qué es popular y qué no, qué puede resultar atractivo desde el punto de vista del marketing, y qué va a quedar arrinconado en el mercado. Y como fenómeno emocional, influye en nuestra autoestima y en nuestra manera de juzgar a las personas.

¿Qué se entiende por obsesión por la belleza?

Vivimos en un tiempo en el que la imagen exterior es tan importante que ha llegado a condicionar nuestras vidas. La obsesión por la belleza no es ninguna novedad; sin embargo, en un mundo hiperconectado, las redes sociales y la televisión han potenciado esta preocupación por mantener un perfeccionismo físico que resulta preocupante tanto por su impacto social como por el psicológico.

Y es que en un mundo en el que estamos sometidos diariamente a una cantidad increíble de estímulos (publicidad, series, publicaciones en redes sociales, etc.), la falta de tiempo debe ser compensada por formas de fdiltrar aquello que nos interesa. ¿Y cuál es la manera más rápido de hacerlo? Juzgando la estética, las apariencias. De ahí que la obsesión por la belleza se haya convertido en una especie de parásito que dirige nuestras metas y motivaciones tanto de manera individual como de forma colectiva; unos y otros la alimentamos.

En la Northwestern University han determinado que la obsesión por la belleza se ha convertido en una especie de enfermedad social, algo parecido a un trastorno psicológico. En concreto se han fijado en que las mujeres sufren tal presión por su imagen exterior, que estadísticamente son más propensas a pensar de manera obsesivamente en su imagen, comparándola con la de los demás.

En palabras de Renee Engeln, profesora de psicología y directora del departamento Body and Media Lab, ésta obsesión por la belleza hace que las mujeres inviertan todas sus energías en aparentar lo que no son y contentar al público, en lugar de fijarse en otras metas como el desarrollo profesional o intelectual, por citar algunos ejemplos.

La industria de la imagen y productos estéticos son, en gran parte, los grandes responsables de la obsesión por la belleza. Grupos y organizaciones feministas, así como de investigadores, aseguran que este tipo de empresas distorsionan la percepción que tienen las mujeres de su belleza física.

Obsesión por los canoes de belleza

Algunos datos alarmantes

Según algunos estudios sociológicos en los que ha participado la propia Renee Engeln, el 82% de las mujeres en edad adolescente se pasan mucho tiempo comparando sus cuerpos con los de modelos y celebridades. Por otro lado, un 70% de mujeres en edad adulta asegura sentirse mejor valorada y considerada cuando se han esforzado en parecerse a esas modelos mediáticas.

Dentro de este mismo grupo de mujeres se han extraído diferentes conclusiones. Las mujeres obsesionadas por la belleza son mucho ma´s propensas a presentar síntomas de depresión, desorden alimenticio y grandes deseos de someterse a operaciones quirúrgicas para cambiar su imagen.

Otro dato que refuerza las preocupaciones por la belleza y la perfección es que de media, las mujeres poseen hasta un total de 35 productos de belleza diferentes en casa, y las mismas invierten no menos de 50 minutos al día para prepararse antes de salir a la calle.

La obsesión por la belleza: barrera por la igualdad

Renee Engeln va más allá y agudiza el problema hasta la esfera social. Cuando analizamos detenidamente lo que una mujer cualquiera dedica parte de su tiempo y recursos económicos en “estar guapa” versus lo que invierte el sexo masculino en lo mismo, localizamos un problema de género e igualdad entre ambos.

Cuando la mujer del tiempo consume una hora de su trabajo para arreglarse el pelo y hacerse una sesión de maquillaje y el compañero masculino gasta tan sólo diez minutos, hay que parar y preguntarse: ¿qué pasa aquí?

¿Afecta este problema a los hombres?

Sería muy simplista e hipócrita decir que los problemas de belleza sólo afectan a las mujeres. A los hombres también les preocupa su apariencia, reciben presiones para estar guapos y están condicionados por algunos estereotipos.

Ahora bien, si a alguien se le ocurre comparar el nivel de obsesión por la belleza, se dará cuenta de que existe una gran brecha entre ambos sexos. Y esto es bien fácil de medir; únicamente hace falta comparar el número de cirugías plásticas a la que se someten las mujeres por la de los hombres.

Cuando nos encontramos con un 80-90 por ciento de mujeres que se someten a una operación de alto riesgo para la vida y para la salud, frente al 20-10 por ciento restante que forman los hombres, no cabe duda en afirmar que este problema afecta de desigual manera a las mujeres.

¿Existe alguna solución al problema?

Es una pregunta de difícil respuesta. El problema real es que la obsesión por la belleza es un problema cultural. No es una patología física, ni una simple elección errónea tomada de manera individual. Solucionar este problema no consistiría tanto en cambiar las rutinas de la persona que sufre esta obsesión; hay que transformar la cultura y rechazar esa absurda idea de la perfección femenina, del ideario de la princesa angelical. Uno puede “matar” al mensajero, pero no puede matar el mensaje.

Claramente existe solución, pero la problemática hay que combatirla de raíz, con educación y concienciando a la sociedad en su conjunto. Como sucede con otros problemas de carácter psicosocial, el cambio se puede dar haciendo algunos pequeños gestos, pequeñas acciones. Si mucha gente se suma a estos pequeños cambios, se podrá dar un giro cultural, un giro de valores e ideas.

¿Cómo se empieza con estos cambios? Tanto a nivel individual (dejar de luchar por verse menos que las demás, menos atractiva que la actriz protagonista de la película) como colectivo (rechazar públicamente la utilización del rol de "mujer florero", por ejemplo). Hay que cambiar, ante todo, el modo en que se habla, en el tipo de conversación.

Como se ha comentado desde el principio, la obsesión por la belleza está exagerada en los medios tecnológicos sociales (las redes sociales) como Instagram, Facebook o Tweeter. Antes de postear una foto y buscar la aceptación del público, debemos preguntarnos por qué razón lo hacemos.

  • Liddell, L.; Samuels, C. (2002). Clothes and your appearance. Illinois: The Goodheart-Willcox Company.
  • Martín, M. (2002). La tiranía de la apariencia en la sociedad de las representaciones. Revista Latina de comunicación social, 50, pp. 1 - 12.
  • Kriegel, U. (2019). "The Value of Consciousness". Analysis. 79 (3): 503–520.
  • Sartwell, Crispin (2017). Beauty. The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Metaphysics Research Lab, Stanford University.

Politólogo consultor | Redactor

Izzat Haykal (Damasco, 1986) es graduado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona, con especialidad en Conflictos Sociales. En su haber cuenta con estudios de Posgrado en Economía Internacional por la Escuela de Posgrado de la Universidad de Autónoma de Barcelona. Ha ejercido como consultor empresarial en diferentes compañías privadas y de distintos sectores, y también como analista de marketing y publicidad en IPSOS España, en colaboración directa con Google Inc.

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