La identidad de género es una parte fundamental de quiénes somos, pero históricamente ha sido motivo de discriminación y estigmatización, especialmente para las personas cuya identidad no se ajusta a las normas tradicionales. Durante mucho tiempo, la diversidad de género fue tratada como una patología, lo que género exclusión social y dificultades para acceder a derechos básicos que deberían estar garantizados.
En los últimos años, el movimiento hacia la despatologización ha cobrado fuerza, planteando que las experiencias de género no deben ser vistas como enfermedades, sino como una expresión legítima de la diversidad humana. Veamos por qué la despatologización es esencial para construir una identidad de género libre de prejuicios, abordando los impactos negativos de la patologización y su relación con el estigma y la discriminación.
¿Qué significa despatologizar la identidad de género?
Despatologizar la identidad de género significa dejar de considerar las experiencias relacionadas con la diversidad de género como trastornos mentales o problemas médicos. Históricamente, las personas trans y no binarias han enfrentado la etiqueta de “enfermedad” por el simple hecho de no ajustarse a las expectativas normativas sobre el género. Esta visión ha contribuido a la discriminación, el estigma y la exclusión social.
Un hito en este proceso fue la eliminación de la transexualidad del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) en el que se dejó de considerar un trastorno. De manera similar, en 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reclasificó la “incongruencia de género” como una condición de salud sexual, reconociendo que las personas trans no necesitan un diagnóstico psiquiátrico, sino acceso a servicios de salud integrales.
La despatologización no significa ignorar las necesidades de las personas trans, sino respetar su autodeterminación y garantizar que puedan acceder a recursos sin ser vistas como “diferentes”. Este cambio implica reconocer la diversidad de género como parte natural de la experiencia humana y avanzar hacia sociedades inclusivas, donde nadie sea marginado por su identidad. Es un paso esencial para la protección de los derechos humanos y la dignidad de estas personas.
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El impacto de la patologización en la vida de las personas
La patologización de la identidad de género ha tenido efectos profundamente negativos en las vidas de las personas trans y no binarias. Considerar la diversidad de género como una enfermedad o trastorno ha reforzado la estigmatización social, lo que genera aislamiento, discriminación y violencia. Las personas que se ajustan a los roles de género convencionales han tenido que enfrentar la exclusión en diversas áreas, desde el acceso a la atención médica hasta la integración laboral y familiar.
Esta estigmatización no solo afecta la vida cotidiana, sino que también puede aumentar el riesgo de sufrir trastornos mentales, como depresión, ansiedad y suicidio. Según estudios, las personas trans tienen una tasa significativamente más alta de problemas de salud mental debido, en gran parte, a la discriminación social y el rechazo que enfrentan.
Además, la patologización dificulta el acceso a los servicios adecuados. En muchos sistemas de salud, las personas trans deben pasar por largos procesos médicos y diagnósticos para obtener tratamientos hormonales o cirugía, lo que puede retrasar su transición y generar angustia emocional. Este enfoque médico paternalista también limita la autodeterminación, pues las personas pueden verse obligadas a “demostrar” que su identidad de género es legítima antes de recibir la atención necesaria.
La patologización también perpetúa desigualdades estructurales, pues contribuye a la idea de que ser trans es algo “anómalo”, lo que facilita que la sociedad margine a estas personas en ámbitos como la educación, el empleo y la vida pública.
Construcción de la identidad de género desde la despatologización
Construir la identidad de género desde la despatologización implica un enfoque que respete y apoye la autodeterminación de cada individuo, sin imponer etiquetas médicas ni diagnósticos. Este enfoque pone el énfasis en el bienestar integral de las personas, permitiéndoles vivir su identidad de género de manera auténtica,sin la carga de ser consideradas “enfermas”. Para ello, resulta esencial que los sistemas sociales, educativos y de salud adopten modelos inclusivos que fomenten el respeto y la comprensión de la diversidad de género.
En primer lugar, la educación juega un papel fundamental en la despatologización, ya que es en los entornos educativos donde se forma gran parte de las percepciones sociales sobre el género. Incluir información sobre la identidad de género en los currículos escolares puede contribuir a reducir los prejuicios y fomentar una mayor aceptación.
Además, el apoyo de profesionales de la salud debe ser accesible sin necesidad de validación médica, permitiendo que las personas trans y no binarias accedan a los servicios que necesiten para su bienestar, como terapias hormonales o cirugía, sin ser vistas como enfermas.
Las políticas públicas también deben adaptarse a esta nueva visión. Implementar leyes que reconozcan y protejan la identidad de género sin requerir diagnósticos o intervenciones médicas forzadas es crucial. De hecho, en muchos países, las leyes que permiten la autoidentificación del género son un paso importante hacia la igualdad y la despatologización. Este enfoque respeta el derecho de cada persona a definir su identidad de forma libre y sin discriminación.

Bárbara Zapico Salomón
Bárbara Zapico Salomón
Psicóloga De Pareja, Familia, Niños Y Adultos
En conclusión, construir la identidad de género desde la despatologización es esencial para garantizar el respeto, la dignidad y los derechos humanos de todas las personas. Este enfoque promueve la inclusión y reduce el estigma asociado a la diversidad de género. Apostar por la educación, políticas públicas inclusivas y el acceso a servicios integrales es clave para avanzar hacia una sociedad más justo e igualitaria.